El Laboratorio de Nanosistemas de Aplicación Biotecnológica (LANSAB) de la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR) trabaja –entre otras cosas– sobre la interacción de distintos tipos de nanopartículas con la piel. En el laboratorio de la Universidad Paris-Saclay desarrollan un tipo de nanopartícula para cargar fármacos en su interior, que no se trabaja hasta ahora en Argentina. Un proyecto de intercambio apunta a la complementariedad de ambos equipos –con 15 años de labor detrás cada uno– para cargar el fármaco argentino en la nanopartícula francesa, con la meta de generar un tratamiento local contra el cáncer de piel. Tamaño objetivo tambaleó por el desinterés de las nuevas autoridades de Ciencia y Técnica en Argentina. Al punto de ni siquiera responder los mails.

Ese trabajo complementario se dará en el marco del programa ECOS-Sud, que subsidia este tipo de intercambios desde 1997, tras exigentes procesos de selección. Desde el Lansab y Saclay hubo un primer intento en 2022, pero no fue aprobado. Se potenció entonces el proyecto hacia el año siguiente, y se logró. Pero con el cambio de gobierno en Argentina comenzó un proceso de ninguneo y recortes a la ciencia local que casi echa por tierra con todo el esfuerzo.

Fue el nanobiotecnólogo Jorge Montanari, director del Lansab, quien contó en la red social X el destrato con el que se topó cuando intentó poner en marcha los engranajes para que la becaria argentina que debía viajar a Francia lo hiciera. Presentó notas, llamó, se acercó al ex Ministerio de Ciencia y Tecnología. Y nada. Nunca recibió una respuesta. El nudo se desató por predisposición de un investigador francés que desistió de viajar a la Argentina para que desde su país financiaran la llegada de Magalí Di Meglio, becaria del Conicet.

Ni la hora

El primer dilema, contó Montanari, fue con quién comunicarse. Tras la desaparición del Ministerio de Ciencia y Tecnología, no había interlocutor claro para él ni para los demás directores y directoras de los 14 proyectos aprobados. “Desde Francia, los responsables de ECOS no sabían tampoco con quién hablar. Cada uno por su lado contactó a quien pudo. Yo escribí a Alejandro Cosentino y Paula Nahirñak (secretario de Innovación, Ciencia y Tecnología y subsecretaria de Subsecretaría d Ciencia y Tecnología respectivamente). Nunca recibí siquiera una respuesta”.

La directora de otro de los proyectos contactó a sus pares para una comunicación conjunta, que tampoco tuvo resultado. A principios de marzo, el nanobiotecnólogo se acercó al ex Ministerio de Ciencia y Tecnología: nadie lo recibió. Una secretaria le alcanzó un telefóno desde el cual le dijeron que enviara un mail y le llegó un número de expediente. No hubo contestación más allá de ese número. Para entonces, habían pasado tres meses desde los primeros intentos.

“El sistema científico tiene unos 13 mil investigadores en Conicet, es chico. Y no escriben los 13 mil juntos. No es usual que nadie conteste. No era usual. Como mínimo, una segunda o tercera línea contestaba. Ahora, nadie”, lamentó Montanari. “Nunca en más de 20 años dentro del sistema científico me sentí tan ninguneado, ni boludeado ni destratado”.

Nanopartículas en París

Magalí Di Meglio llegó a París el miércoles. Tras los meses sin respuesta por parte del Gobierno argentino, su pasaje se financió desde Francia gracias a que el investigador de ese país propuso no viajar para que ella pudiera hacerlo. Tuvo una semana y un día para organizar la logística familiar de cuidado de su hija de dos años durante un mes y preparar las muestras de nanopartículas que esperaban sus colegas franceses.

“Me parece una vergüenza lo que pasó. Estoy viniendo acá gracias al gobierno francés, cuando en realidad me tendría que haber financiado mi país. En el cual vivo y en el cual estudié gracias a la universidad pública. Me formé y mi idea es retribuir todo lo que mi país me dio, quedarme a laburar en argentina. Pero se está haciendo muy difícil”, dijo la científica desde París, en diálogo con Tiempo.

“Trabajamos con nanotecnología y la oportunidad de venir a laburar con la gente de acá, que hacen unas nanopartículas bastante particulares y específicas, permite que yo aprenda un montón de técnicas que puedo llevar allá y da continuidad a una colaboración internacional. Porque cuando yo vuelva, al otro día llega el becario del laboratorio que va para Argentina para seguir haciendo todos los ensayos y abrir un panorama enorme de un proyecto de investigación que está buenísimo”, resaltó.

“Estas nanopartículas pueden transportar diferentes cosas adentro. La idea que tenemos es la de transportar un fármaco que inhibe una vía específica de células cancerígenas, con lo cual es un proyecto que tiene una aplicación enorme. Nos parece súper importante y nos desmotivó y nos cansó mucho el desinterés que había por parte de Argentina. Y nos llamó mucho la atención el enorme interés que había por parte de Francia, que estaban dispuestos a no pagar uno de los viajes de sus investigadores con tal de que yo pudiera venir”.


Futuro incierto

La incertidumbre de Magalí –como la de tantos de sus pares- comenzó apenas iniciado el gobierno de Javier Milei. Porque el Mega DNU eliminó la Agencia Nacional de Laboratorios Públicos (ANLAP), que co-financiaba su beca de doctorado en conjunto con Conicet, que la terminó absorbiendo. Luego, empezó el periplo para que la aprobación desde el programa ECOS-Sud no cayera en el pozo del desmantelamiento estatal.

“Yo tenía que poner la cara con los franceses –cuestionó Montanari- Si no van a financiar, espero que por lo menos le expliquen al francés que estuvo haciendo reuniones virtuales fuera de su horario, que trabajó un montón por el proyecto. Al final se resolvió porque ellos tuvieron la buena voluntad de bajarse. Lo resolvimos así, pero no es resolver. Y ahora quedan los otros 13 proyectos aceptados para el financiamiento y son tres años de movilidad, así que eso también preocupa a futuro”.

Lo que pasó con Magalí no fue el único síntoma del ataque al sistema científico local, claro. El Lansab funciona en sede provisoria porque se había adjudicado la construcción de un nuevo laboratorio pero se paralizó. “Mientras estuvo frenada la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación se nos cancelaron facturas de proveedores con más de un mes vencidas.

Además, las convocatorias que no se hicieron: estamos en gravísimos problemas con eso y sobre todo, si se llega a abrir una nueva, ¿cómo convencemos recursos humanos de que se postulen?”, describió el director del laboratorio sobre el panorama científico actual.

Y remarcó por qué difundió las peripecias de Magalí: “Para mí esto fue lo más bestial. Porque teníamos algo seguro con esta convocatoria para empezar a trabajar. Estábamos hace dos años escribiendo el proyecto, invirtiendo un montón de tiempo. Todo es muy contradictorio. Dicen que no hay plata, que hay que conseguir financiamiento afuera. Y este tipo de interacciones sirve precisamente para eso. ECOS no da mucha plata, solo movilidad, pero si logramos tener resultados fruto de estas interacciones, la idea es poder postular a financiamientos de la Unión Europea para armar consorcios entre grupos de Latinoamérica y de allá. Lo que estamos queriendo es también eso, generar dinero que venga de otro lado”.

No faltaron en redes los comentarios anti ciencia, anti Estado, anti todo. Que descalificaban un proyecto que busca tratamientos contra el cáncer de piel apelando solo al lema de ‘no hay plata’. Que tildaban a Magalí y sus pares de ñoquis y pretendían eyectarlos al sector privado.

Ante ese tipo de planteos, Montanari dijo: “Los privados no aparecen en las primeras etapas de innovación y tecnología porque tienen un riesgo muy grande en investigación básica. Los primeros niveles tecnológicos en todo el mundo los financia el Estado. Para que logres que ese desarrollo se transfiera y lo compre un privado o adquieran una licencia o un desarrollo conjunto tenés que haber llegado a cierto grado de avance. Por eso los países invierten en ciencia y tecnología”.