Mauricio Macri no olvida las alegrías y desazones que vivió durante su presidencia. Recuerda que tuvo momentos iniciales de euforia y optimismo, seguidos por una etapa posterior de incertidumbre y frustración: dos escenas previas a la derrota que lo desencajó en 2019 y truncó su aspiración por un segundo tiempo. Así analiza los movimientos de Javier Milei, desde el prisma de la experiencia de Cambiemos, pero sin perder de vista que el mandatario libertario lleva ocho meses sin aflojar a un drástico ajuste que el fundador del PRO nunca quiso aplicar en  la etapa inicial de su único mandato. Toda una debilidad para el expresidente, porque siente que Milei hace lo que él tendría que haber hecho apenas asumió.

El magnate toma nota de que su comienzo fue distinto al de Milei, pero también sabe que el costo político del ajuste se cristalizará tarde o temprano en las encuestas, las calles y el Congreso.

Por ahora no va a romper, pero necesita marcar la cancha, a pesar de la mochila que carga por la alta imagen negativa que le siguen dando las encuestas. Los sondeos que se conocerán a partir de la semana próxima comenzarán a demostrar si la dimensión del rechazo sigue siguiendo igual o si podrá flotar mientras la aceptación de los demás comienza a bajar, como le está pasando a Milei.

El expresidente ya dijo que no quiere ser candidato, pero no sería la primera vez que cambie de idea y se vea obligado a poner el cuerpo el año que viene. Está condicionado porque comparte la misma base electoral que Milei y Patricia Bullrich. Por eso el jueves hizo tres movimientos públicos: advirtió que podría aplicar su poder de daño en tiempos de necesidad, apuntó a castigar a los interlocutores que no quiere volver a cruzarse en el camino y, por ahora, dejó un puente de vinculación en manos de los gobernadores del PRO y de las autoridades legislativas del partido.

El discurso de Macri no fue el único movimiento del PRO esta semana. El mismo jueves, antes del evento, los 10 gobernadores de JxC fueron recibidos por el ministro coordinador, Guillermo Francos, y se fueron con respuestas agrias, cuando habían ido a buscar un trato diferencial, mejor que la lluvia ácida que le dedican al bonaerense Axel Kicillof y a los demás mandatarios peronistas. El viernes, un día después, el gobernador de Entre Ríos, Rogelio Frigerio, volvió a la Rosada, pero para reunirse con la secretaria General de la Presidencia, Karina Miei. En el encuentro que mantuvieron, la hermana del presidente y el exministro del Interior de Macri hablaron casi todo el tiempo de Entre Ríos. También hablaron de Macri y su mensaje, pero ambos buscaron blindar los contenidos de ese diálogo. Sin embargo, hay un contexto electoral ineludible: Karina es la encargada del armado del año que viene y cuando se encontraron coincidieron en una preocupación común. La misma que encorseta a Macri en este momento: ambos saben que correrán un alto riesgo en 2025 si dividen el voto y permiten que gane el peronismo. Entre Ríos es un ejemplo. Frigerio se impuso en una provincia donde el PJ está golpeado y no se recupera, pero podría reconstituirse si los oficialismos antiperonistas no coordinan y bajan  el tono a sus disputas.

El preaviso de Macri salió desde el barrio porteño de La Boca. El expresidente buscó concluir la primera etapa de higienismo que se había prometido. Librar al partido de dirigentes que buscaban una fusión con La Libertad Avanza y dejar en el pasado el ala socialdemócrata que sucumbió cuando Horacio Rodríguez Larreta perdió la interna con Patricia Bullrich. El jueves no estuvo ninguno de los dos. El clima del evento reflejó el regreso a las fuentes. Por un día, volvió a ser el PRO que había diseñado Macri hace tres lustros, pero esta vez sin poder y después de una derrota que selló la irrefrenable fuga de votos por ultraderecha que empoderó a Milei.

Antes de volver a subirse al escenario, Macri tuvo dos encuentros. La semana pasada se reunió con Patricia Bullrich, en una reunión reservada que, al menos por un tiempo, será la último. El vínculo ha vuelto a quedar  interrumpido, pero esta vez como la antesala de una pelea que podría escalar y que sólo es contenida porque la virulencia pública de esas disputas fue un factor que los llevó a la derrota. El jueves fue parte de algunos discursos que buscaron la autocrítica para contener a parte de los dirigentes que fueron a escuchar a Macri y que no salieron entusiasmados del encuentro. «Somos nuestra peor versión. Hicimos una de las peores elecciones. ¿Qué significa en hechos concretos?», se preguntó en el acto la intendenta de Vicente López, Soledad Martínez. «Ganamos menos provincias de las que podríamos haber ganado, menos intendencias. Perdimos intendencias que nos costó ganar. Tenemos menos diputados y senadores. Eso es lo que pasa cuando un espacio se empieza a destruir», lamentó la intendenta. La caracterización que lanzó es el reflejo fiel del nivel de desmovilización que tiene el PRO después de la derrota y del sabor amargo que les dejó la pelea entre Bullrich y Larreta.

Macri debe conducir el partido sobre esos escombros y con un sector liderado por Bulrich que, aunque sea menor, podría irse con LLA o hacer algo aún peor: tensar las discusiones internas del PRO para ser un ancla funcional a Milei. El magnate cree que es mejor que la ministra de Seguridad se vaya del partido antes de que se quede y «la pelee desde adentro», como vaticinan en su entorno.

El apoyo crítico que ensayó el jueves repitió parte de los temas que habló con Milei en la cena que compartieron en Olivos. Tal como anticipó Tiempo, Macri no se banca que Santiago Caputo haya sido uno de los impulsores de hacer fracasar todos los intentos de cogobierno o fusión. El estratega no estuvo solo y actuó en forma coordinada por Milei, con el acompañamiento de su hermana, la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei y Francos, otro de los impulsores de pactar con Bulrich en forma individual para dejar afuera las aspiraciones de «segundo tiempo» que tenía Macri.

Hubo un cuarto detractor del expresidente: el entonces jefe de Gabinete Nicolás Posse. De todos ellos, Macri sólo se enfocó en Caputo. Sobre Karina este sábado fue cauto y dejó la sensación de que busca reunirse en serio con la hermana del presidente. Quizás sin la foto que logró Frigerio el viernes, pero para llegar a ella sin la interlocución de Caputo, que estaba al tanto de cada una de las quejas que lanzaría Macri y por eso ofreció una primera entrevista donde buscó elogiarlo para contener lo que vendría. “No. Primero, yo dije que a Karina Milei no la conocía, con lo cual, ¿por qué decir que salí fuerte? Eso hace que después ustedes se enojen cuando el presidente los castiga porque dicen cualquier cosa”, contestó Macri en una entrevista con Radio Mitre. 

Aunque sabe que también fue clave para dejarlo afuera, el fundador del PRO decidió preservar a Francos. Fue más la necesidad que la consideración. El ministro coordinador está negociando con los gobernadores que podrían endilgarle a Macri un empeoramiento en el vínculo. Los mandatarios reclaman destrabar obras y que la Nación les pague los fondos suspendidos desde diciembre para las cajas jubilatorias. Francos, junto al secretario de Hacienda, Carlos Guberman, les propuso empezar a pagar las deudas por las obras transferidas a las provincias, pero afrontar la tensión jubilatoria con más deuda. También habló de privilegiarlos para pagar las compensaciones comprometidas y postergar a los peronistas. Una oferta incómoda que derribó las expectativas de mejor trato.

Macri no subirá el tono y seguirá de cerca esa negociación. Mientras tanto, mira las encuestas. Algunas le indican que Milei perdió cuatro puntos en un mes, en una progresiva caída del voto duro que tuvo el PRO y que se fue a LLA. El dato fue un brote verde para el expresidente.