Luis Machín simula andar ayudado por un bastón en una escena en la cual, junto a sus hijos en la ficción, Laura Grandinetti y Sergio Prina, reciben a un empresario porteño (Luciano Cáceres) que quiere comprar la finca en la que producen cítricos, con un objetivo que, según el actor, no es todo lo honesto que dice. Estamos en pleno rodaje de Tafí Viejo. Verdor sin tiempo, la serie que con dirección de Eduardo Pinto cuenta una historia taficeña, producida por un equipo local a partir de inversión de empresarios de la zona, que se verá por Flow durante 2025. Mientras las escenas a grabar no requerían su presencia, Tiempo Argentino conversó con Machín sobre este proyecto, la crisis que atraviesa la cultura, el fenómeno de las series en plataformas, que lo tienen como protagonista, y el impacto de su más reciente trabajo, Cromañón.

En la conferencia de prensa sobre de la serie destacó la cantidad de personas involucradas y el entusiasmo que mostraban en cada momento. En un país que rara vez mira al interior y que tiene una producción audiovisual cada día más concentrada, y achicada al extremo por las políticas de INCAA, “venir a un lugar como este, con alguien tan entusiasta como Eduardo (Pinto), que se metió a fondo en el territorio a contar la historia de Tafí Viejo, es algo muy alentador. En una época muy triste, encontrarse con esto te da ánimo. Se pueden seguir haciendo cosas a pesar de todo. Estamos en Tucumán, una provincia que tiene mucho talento local y me he encontrado con mucha alegría. Creo que ese es el verdadero motor que impulsa que la cultura siga viva. No van a poder matar la cultura”, sostiene Machín.

“La historia me resultó atractiva. Hay algo novelesco en como lo cuenta Eduardo. Rescata la esencia de la novela: los chicos que se enamoran, las diferencias de estatus social, una familia adinerada, la de ella, y el muchacho hijo de trabajadores del ferrocarril. Esa trama atraviesa la sociedad de Tafí Viejo y su historia. El ferrocarril que ya no existe más y los galpones que han quedado abandonados, lo importancia de la industria del limón y el particular tipo de desarrollo de Tafí Viejo. Esas cosas son atractivas. Y si te convocan a trabajar en esta ciudad, contando una ficción con la historia social de Tafí Viejo, ¿cómo no voy a venir?”. La historia de declinación de los talleres ferroviarios en Tafí Viejo está tristemente marcada por la dictadura, el menemismo y la amenaza de una nueva privatización.

Además de este nuevo proyecto, Machín está de gira con la obra La última sesión de Freud, donde interpreta al psicoanalista austríaco. La crisis económica la percibe en estas presentaciones. El público que concurre a las funciones es entre un 40 y un 50% menor al que llenaba las salas un año atrás, en una gira similar. Esto representa menos trabajo y menos ingresos para todos los que trabajan en el teatro. “Los que más o menos estamos en este medio, vamos encontrando la forma de sostenernos, con mayor dificultad por supuesto, pero uno se va armando. Empezás a ensayar una obra antes que se termine la otra y así generás un circuito de trabajo. Pero con el Estado ausente, los que están empezando a formarse la tienen muy difícil. Yo me vine de Rosario a Buenos Aires porque concursé una beca que daba la Secretaría de Cultura de Santa Fe, con la que me pagaba el pasaje a Buenos Aires para estudiar con Bartís. Eso lo costeaba con la beca y me pagaba una pensión ahorrando todo lo que podía. Imaginate que mi vieja había quedado viuda los 55 años y vendía cosméticos, zapatos y bijouterie”.

Con casi 50 películas y 60 trabajos en televisión y series, Machín es uno de los actores más convocados, por su talento y ductilidad, para participar en las series que se producen para plataformas (Sandro de América, El hincha, Diciembre de 2001 y Cromañón, entre otras). Entiende que si bien la cultura audiovisual argentina está sobre todo vinculada al cine, la pandemia modificó los hábitos de consumo y apalancó un crecimiento enorme de las producciones para consumo hogareño. “Esto es innegable en el mundo, pero el cambio tiene que ver con la forma de contar. La película tiene de extraordinario contar en un tiempo acotado. Ahora nos acostumbramos a contar las historias en muchos capítulos. Como en las novelas, pero en un formato casi cinematográfico. Esto generó un público distinto tanto al del cine como de la tele. Yo lo tomaría con mayor alegría si no fuera que siento que se perdió la cultura de la telenovela en la televisión. Tenemos muchas cosas para criticarle a la telenovela, la forma en que se tocaban algunas temáticas, pero tenía algo extraordinario generando un público que gustaba de sus actores, que después los quería ver en teatro y se armaba otro tipo de relación”.

En Cromañón da vida a José Iglesias, abogado y padre de una de las víctimas, que representó a muchos familiares. Con él habló durante horas y escuchó de su boca mucho de lo que ellos vivieron esa noche trágica. Iglesias vio la serie y luego le envío un mensaje que Machín describe como hermoso y conmovedor. “Me ocupé de que algunas cosas estén como él me las había contado”. Si bien muchas personas que estuvieron esa noche en el recital de Callejeros han manifestado opiniones encontradas, para él es absolutamente necesario contar esta historia. “La ficción le debía a ese acontecimiento trágico contarse como se contó. La finalidad de la ficción no es reflejar necesariamente la realidad, sino interpretarla, mostrarla y volver a ponerla en discusión. Yo creo que eso se está logrando. La cantidad de gente que lo ve y que me escribe es mucha. Mi hijo, que tiene 16 años, la miró en un día y eso le habilitó preguntar, documentarse, buscar. Me parece que así se cumple una finalidad que se buscaba. Para mí Cromañón revaloriza nuestra actividad también como comunicadores, como gente que se compromete con contar una historia como esta. Y por la cantidad de gente y el nivel de opiniones que tiene, me parece que esa función la está cumpliendo”, concluye Machín. «