El ex jefe de Estado paraguayo Fernando Lugo no pierde la paciencia ni promete milagros divinos cuando anuncia, una y otra vez, a la prensa de su país que será candidato presidencial en las elecciones del 2018. «¿Quién va a impugnar a alguien con 60% de popularidad?», argumenta Lugo con una sonrisa cálida, mitad beatífica, mitad picarona. Sin embargo, una excepcionalísima cláusula constitucional sancionada en el vecino país apenas cerrado el largo ciclo dictatorial de Alfredo Stroessner prohíbe la reelección a los primeros mandatarios. Con el fin de evitar la perpetuidad en el poder, Paraguay se fue al otro extremo. Una vez finalizado el trabajo en el Palacio de los López, el presidente puede volver a candidatearse por un cargo legislativo –de hecho, el ex obispo de San Pedro es senador por su fuerza, el Frente Guazú (Grande, en guaraní), retornar a su anterior oficio o abrir un café literario; pero tiene taxativamente prohibido volver al Ejecutivo.

Tiempo consultó al senador Carlos Filizzola, de País Solidario, una fuerza socialdemócrata aliada al FG, sobre cómo el luguismo piensa zanjar el cepo reeleccionista. «Fernando Lugo no tiene impedimentos legales. Nosotros impulsamos una amplia reforma constitucional que no se limite a discutir la cuestión de la reelección presidencial. Debe ser más amplio su abordaje y con un proceso de debate previo entre todas las fuerzas. Sin embargo, ya no alcanza el tiempo para una reforma en este período», contestó Filizzola.

Cuando Tiempo volvió a preguntar al legislador sobre la inconsistencia de la «legalidad» de la candidatura de Lugo sin una reforma previa de la Carta Magna, Filizzola insistió con el hecho de que «Lugo no tiene impedimentos legales». Es decir, el FG busca hacer una defensa política ante el Tribunal Electoral para defender la candidatura de Lugo. Sus partidarios sostienen, en paralelo, que el período constitucional del ex mandatario no fue terminado por la destitución parlamentaria conocida. Un evidente putsch legislativo, inicio de la serie de los denominados golpes blandos en el Cono Sur, ya que entre la carga probatoria de la oposición contra Lugo en el año 2012 se mencionó a «los amoríos del sacerdote» tercermundista y el hecho de que el presidente haya «organizado un cónclave del Mercosur sin autorización del Congreso».

Pero, Lugo no es el único que ansía ir por el rekutú (expresión local que utilizan los medios para referirse a la reelección). El magnate y presidente Horacio Cartes también desea modificar la ley de leyes paraguaya. Una semana atrás, la Convención Nacional del Partido Colorado, una fuerza que nació para ser oficialista, ya que en las últimas décadas siempre estuvo en el poder salvo en el período de Lugo, aprobó como primera resolución partidaria ir por la «reforma constitucional».

Cartes, el Trump paraguayo, es un verdadero outsider de la política en su país. De hecho, votó por primera vez cuando lo hizo por sí mismo en el último comicio presidencial. Antes, no ejerció cargo político alguno, no militó en ninguna corriente del coloradismo y, por lo visto, no tuvo tiempo de ir al cuarto oscuro. Cartes es dueño de un holding multirrubro con inversiones en diversos campos: agroindustria, tabacaleras, cosmética y fútbol.

Con su impulso reeleccionista, Cartes busca, en principio, disciplinar al ala disidente de su partido, que ya le hizo fracasar en el Senado un pedido de enmienda constitucional que buscaba modificar la prohibición reeleccionista. A su vez, el presidente paraguayo intenta ganar gobernabilidad en el último tramo de su administración, al mostrarse en los medios con chances de seguir en el cargo. Pero, Cartes tiene dos problemas. Las encuestas y el tiempo. Según Ibope, su popularidad no llega al 25 por ciento. Además, los constitucionalistas sostienen que no existe el plazo suficiente para reformar la Carta Magna antes de 2018.

Fernando Lugo, Horacio Cartes y Nicolás Duarte Frutos (ver aparte) podrán tener diferentes perfiles políticos y una diferente recepción en los sondeos, pero sus problemas para calzarse la banda presidencial son los mismos. Uno, ya mencionado, es la falta de tiempo para adecuar en tiempo y forma a la nueva Carta Magna con el cronograma electoral presidencial que ya tiene instancias de internas programadas para el año que viene.

Pero, otro escollo más fuerte pasa por la resistencia de las otras fuerzas políticas y de sus propias corrientes partidarias enfrentadas con sus figuras. Como explica el portal cooperativo E’a, ningún otro dirigente político tiene ganas de habilitar una contienda para enfrentarse a un candidato con enormes recursos financieros, el propio Cartes, o para lidiar con un rival de buen presente en su relación con la opinión pública, como Lugo. Mejor, dejar todo como está, es la lectura de la mayor parte de la dirigencia guaraní. «

Duarte, el tercero en discordia

Nicolás Duarte Frutos, otro ex jefe de Estado, también desea volver a ser candidato presidencial. Si bien aún no lo anunció públicamente, el hecho de haber renunciado a principios de año a ser embajador en Argentina sin ninguna explicación convincente fue decodificado en el seno del Partido Colorado como una intención de volver a jugar en las ligas mayores. Duarte Frutos, que rechazó abiertamente suscribir el tratado del ALCA en la ya mítica Cumbre de las Américas de Mar del Plata 2005, representa al ala nacionalista de su fuerza.

Tan tradicionalista y conservador como Cartes, el ex mandatario posee, sin embargo, una narrativa popular que choca con el relato tecnicista de la administración Cartes, quien prometió desde el inicio de su gestión barrer con la burocracia y los punteros de su partido pero que, en los hechos, no alteró el funcionamiento de la lubricada maquinaria de poder prebendaria del partido.