Este sábado las milicias armenias de Nagorno Karabaj comenzaron a entregar las armas y equipamiento bélico a las fuerzas rusas apostadas en esa región para cumplir su parte del acuerdo con el gobierno de Azerbaiyán que puso fin a una ofensiva que duró 24 horas. Un informe del inisterio de Defensa ruso publicado por la agencia AFP indica que ya habían sido traspasados seis carros blindados, cerca de un millar de armas ligeras y varias cajas de municiones.
El ataque azerí se produjo el martes y dejó unos 200 muertos y 400 heridos, de acuerdo a fuentes armenias. En pocas horas los líderes de ambos sectores acordaron un cese el fuego y, al menos desde Ereván, el primer ministro Nikol Pashinian, si bien denunció que continuaba la crisis humanitaria por el bloqueo al ingreso de mercadería, alimentos y medicamentos, dejó traslucir que “hay una esperanza de dinámica positiva” para una paz duradera en esa zona. Muchos interpretan en sus actitudes una renuncia a seguir involucrándose en el conflicto, que ya lleva más de 30 años. Grandes sectores de la población armenia se manifestaron en la Plaza de la República, de Ereván, donde la policía detuvo a unas cien personas.
Hace exactamente tres años se había registrado la última contienda entre armenios separatistas de Nagorno Karabaj y tropas regulares de Azerbaiyán, que finalizó con un armisticio bajo mediación de Moscú y de Turquía. El gobierno de Recep Tayyip Erdogan es un aliado diríase que natural del presidente azerí, Ilham Aliyev, mientras que Rusia apoya a Ereván. Azerbaiyán es de mayoría musulmana, como Turquía, al tiempo que el enclave -conocido también como Artsaj- de población fundamentalmente armenia, comparte con su “madre patria” la fe cristiana.
Desde la disolución de la Unión Soviética, y con la creación de las repúblicas armenia y azerí, esa zona quedó envuelta en controversias que llevaron a dos guerras, una que duró hasta 1994, con alrededor de 30 mil muertos, y la de septiembre de 2020, que causó más de 6 mil víctimas fatales. Nagorno Karabaj aspira a ser una república independiente o a ser incorporada a Armenia. Temen que se repita un genocidio contra su población como el de 1915 si quedan sin protección externa.
En 2020 Putin se apuró para clausurar ese frente bélico cerca de sus fronteras transcaucásicas lo antes posible. A esa altura era evidente que la Otán y EE UU seguían la hoja de ruta del Informe Rand de 2018 que propugna distraer los esfuerzos de Moscú para generar un desgaste que avizoran letal contra sus aspiraciones de potencia. Ya era también evidente que Ucrania sería el foco del incendio, tras el golpe en Kiev de 2014 y la reincorporación de Crimea.
Putin y Erdogan alimentan una amistad no exenta de roces. El mandatario turco busca su juego propio en la región y había quedado muy crispado con la Casa Blanca, por entonces ocupada por Barack Obama, a quien acusa del intento de golpe de 2016. Pero además, aunque su país forma parte de la Otán, el pedido de ingreso a la Unión Europea sigue en el freezer.
Desde la operación rusa en Ucrania de 2022, Erdogan intentó conformar una mesa de negociaciones entre Kiev y Moscú. Que no prosperó por las presiones occidentales contra el presidente Volodimir Zelenski. Luego, consiguió un acuerdo para permitir el paso de granos y fertilizantes por los puertos del Mar Negro controlados a esta altura por Rusia. El convenio funcionó por un año, hasta que el Kremlin decidió no firmar una nueva extensión alegando que los occidentales no estaban cumpliendo su parte y seguían bloqueando mercadería rusa en el continente.
Luego de su reelección –por primera vez Erdogan debió ir a un balotaje contra un dirigente proEE UU- se fue acercando a la administración de Joe Biden. En este contexto, la ofensiva azerí preocupa al Kremlin, que interpreta esta movida como una estrategia de occidente para llevar las aguas tanto de Azerbaiyán como de Armenia hacia sus molinos. Así entienden la renuncia de Pashinian a sostener a los separatistas, cosa que le reprochan los armenios en sus narices.
La vocera de la cancillería rusa, María Zajarova, lo expresó claramente luego de recordar los documentos trilaterales entre Rusia, Azerbaiyán y Armenia del 9 de noviembre de 2020, el 11 de enero de 2021 y el 26 de noviembre de 2021: “Ereván optó por no implementar lo que firmó, sino probar suerte con la Otán/UE (…) ¿Por qué Nikol Pashinian y las autoridades armenias decidieron hacer esto?, ¿por qué París y Bruselas presionaron a Ereván para que lo hiciera? Estas preguntas deben dirigirse a ellos”. De todas maneras, hay tropas de paz rusas en Stepanakert, la capital de esa región, y en las primeras embestidas azeríes murieron dos soldados. El presidente Aliyev se puso en contacto con Putin para pedirle disculpas y asegurarle que van a investigar qué pasó. El mandatario ruso le pidió garantías por la seguridad de la población armenia.
Polonia y los granos de Ucrania
El comercio a través del Mar Negro preocupa a Ucrania. Un ataque misilístico golpeó en la sede de la Flota rusa en Sebastopol, en Crimea, la base desde la que se monitorean las naves que controlan los puertos para las exportaciones de granos ucranianos. Si bien esto puede considerarse un triunfo estratégico para Kiev, la situación sigue complicada con uno de sus aliados, Polonia. Es que el gobierno del primer ministro Mateusz Morawiecki mantiene el embargo a la circulación de productos agrícolas ucranianos y anunció que deja de suministrar armas a Kiev. De esto se quejó Volodimir Zelenski en la Asamblea de la ONU.
“Algunos países de Europa socavan la solidaridad y hacen un teatro político, haciendo del grano una película de suspenso”, se quejó en Nueva York. Al día siguiente, la cancillería polaca le pidió explicaciones al embajador de Ucrania, Vasili Zvárych. Al mismo tiempo, Varsovia organiza una “misión para el mantenimiento de la paz” mediante preparativos militares y el refuerzo de fuerzas expedicionarias en las fronteras con Ucrania.