El Centro Universitario de las Industrias Culturales (CUICA), que funciona en la Universidad Nacional de Avellaneda, presentó su segundo informe acerca de los cambios producidos en las industrias culturales en la Argentina a partir de 2015. Para realizarlo fueron convocados especialistas de los sectores Editorial, Artes Audiovisuales, Música, Artes escénicas y videojuegos. El informe incluye también un análisis sobre Cultura Digital.
En cada uno de estos rubros se pone en evidencia el efecto recesivo de la política gubernamental. Un dato significativo del nivel de retracción de las industrias culturales es que mientras en 2018 la economía general se contrajo un 2,6 por ciento, las industrias y servicios culturales se redujeron aún más, el 2,8 por ciento.
Como bien lo aclara en la presentación Rodolfo Hamawi, decano del Departamento de Humanidades y Letras de la UNDAV y director nacional de Industrias Culturales durante el gobierno anterior, “las industrias culturales son dependientes del mercado interno del poder adquisitivo de la población y de las políticas públicas de apoyo y fomento. Por lo tanto su desarrollo dependerá de los proyectos económicos y políticos que gobiernen en país. Históricamente hubo proyectos que pusieron el eje en la industria nacional, el consumo y una distribución equitativa de la renta nacional o fueron proyectos de reprimarización y financiarización de la economía y regresivos en la distribución de la renta.”
Aunque para ejemplificar esta afirmación Hamawi compara tres períodos, basta con decir que en el año 2014 de la gestión kirchnerista la cantidad total de libros producidos fue de 130.000.000 de ejemplares, mientras que en 2018, bajo la conducción del macrismo, esa cantidad se redujo a 43.000.000. Las cifras hablan por sí solas.
Si bien todos los sectores de la producción se vieron afectados por la política económica implementada, en el área cultural la restricción tiene características específicas. En el capítulo dedicado a la producción digital, los especialistas Julio Villarino e Irene Grinberg remarcan el triple ajuste que sufre la cultura: el ajuste vía cantidades (caída de la producción), el ajuste vía precios (los precios de la cultura crecen menos que la inflación general) y el ajuste vía gasto público (disminución de las partidas presupuestarias para acciones de política cultural).
Luego de un pormenorizado análisis, Villarino y Grinberg concluyen que la hipótesis gubernametal de que la disminución de consumos culturales como el cine, el teatro, los recitales y la lectura está relacionada con alguna forma de sustitución digital, no se sostiene. “Si se miran los datos del período 2014/ 2018 –dicen-, se puede observar una caída acumulada del 29% en valores constantes de las partidas presupuestadas para el organismo cultural (hoy Secretaría de Gobierno de Cultura). Esto significa que el gasto público cultural perdió casi la tercera parte del valor de su presupuesto para la ejecución de políticas públicas culturales en los últimos cuatro años.” Los especialistas se preguntan si la suba de consumos digitales gratuitos puede explicarse por hábitos determinados por el desarrollo tecnológico o es un “consumo defensivo” provocados por la imposibilidad de acceder al cine, el teatro, los recitales y todo tipo de actividades culturales que no son gratuitas.
La industria editorial ha sido duramente golpeada por la crisis. Según lo señala en el informe Nicolás Sticotti, ha habido una merma de más de 5 mil puestos de trabajo desde 2015. A la caída de la producción se le suma un crecimiento exponencial de las importaciones que subieron un 438 por ciento desde ese mismo año.
Desde el área del cine Pablo Rovito señala: “El consumo de películas se ha diversificado, a partir de la aparición de las nuevas pantallas electrónicas, encontrando diferentes canales de exhibición. Pero lo cierto es que siguen siendo las salas de cine la plataforma de lanzamiento del producto cinematográfico y, de la suerte que la película corre en ese lanzamiento, depende su comportamiento en los otros sistemas de exhibición. En el caso de las películas argentinas, aún en las películas que tienen un importante éxito comercial en salas, el resultado comercial fuera de esta explotación primaria, no es significativo a la hora de definir el plan económico de un proyecto cinematográfico. Por el escaso valor unitario de la entrada de cine en relación con la inversión total necesaria para la producción y comercialización de un filme, el producto cinematográfico requiere de un gran volumen de público para recuperar su inversión.” Los números demuestran que un mercado tan chico como el argentino, la recuperación de la inversión no sólo de las películas argentinas, sino también de las extranjeras, resulta imposible.
En el área de videojuegos Bernardo Mallaina y Pablo Palacios concluyen que hace falta un reconocimiento de la producción de videojuegos nacionales, una industria sobre la que pesa una estigmatización. “Hay que entender también –señalan- que la industria tiene una necesidad muy clara de financiamiento y subvención que otras industrias del ámbito digital están viendo pero que aún escapan a los videojuegos o que solo se ven en los mismos como parte de un paquete que componen con otros sectores.”
Diego Zapico destaca que en el área de la música los indicadores relacionados con el consumo interno han tenido una caída que es mayor en el caso de los soportes físicos de música grabada que en el caso de la concurrencia de público a recitales de música en vivo. “Este descenso en el consumo –afirma- seguramente reporta, en línea con los últimos datos del INDEC, un crecimiento del desempleo en este sector de Música, si bien es difícil desagregar este dato específico por sector o subsector. Como dato saliente de esta realidad, también notamos que los consumos de contenidos musicales a través de plataformas de streaming, han crecido notablemente en estos últimos años, también en línea con el crecimiento global de esta modalidad, que no sólo centra en el acceso a los contenidos musicales, sino también a una enorme gama de productos y servicios.”
Con respecto a las artes escénicas Paula Brusca y Cristian Palacios señalan que en esa área la crisis económica general se traduce en “una merma constante del nivel de públicos y audiencias debido al encarecimiento lógico de las entradas (que sin embargo no aumentaron al nivel de la inflación).” Destacan que este último año ha sido el más asfixiante para la actividad. De enero a junio de 2019 se produjo una caída de un 9% en la cantidad de espectadores respecto de 2018 que ya había sido un año malo. La caída alcanza un 21% con respecto a 2014, el mejor de los últimos años.