En una jornada marcada por la exaltación, los inversores y especuladores se lanzaron este lunes sobre los activos argentinos para continuar lo que ellos mismos llaman “la fiesta” de los mercados.
El foco de atención recayó, en particular, sobre los bonos de deuda argentinos emitidos en dólares, cuyos precios subieron hasta casi 2% durante la jornada. El resultado fue que el riesgo país cayó a alrededor de los 570 puntos, un nivel que no registraba desde agosto 2018.
Existe una relación entre el valor de los bonos y el riesgo país: a mejor cotización del bono, menor riesgo país, que en el mundo financiero marca cuánto más por encima de la tasa de interés de los bonos de deuda de Estados Unidos le exige el mercado a un país para comprarle los suyos.
Durante largos años los bonos argentinos cotizaron a un 30% de su valor nominal con lo que el riesgo país se ubicaba por arriba de los 2000 puntos básicos (equivalentes a una tasa del 20%). Es decir, si Argentina emitía deuda en esos momentos, debía pagar algo así como un 25% anual en dólares (5% de los bonos de EE UU más los 20 puntos porcentuales de riesgo país), un nivel de interés usurario e imposible de sostener.
Las operaciones del primer lunes del año llevaron a los bonos más operados (los AL 30) a una cotización en torno del 75% de su valor nominal. Se trata, de todas maneras, de una recuperación del precio que arrancó a poco de la asunción de Javier Milei y la gestión de Luis Caputo en el Ministerio de Economía.
Tres factores influyen en este renovado apetito por los títulos de deuda argentinos. El primero, es la explícita voluntad de pago de las deudas que ha mostrado el gobierno liberticida desde el día 1 de su mandato. De hecho, el núcleo de sus medidas –la brusca devaluación del peso del 12 de diciembre de 2023 y el posterior ajuste gradual diario junto con el ajuste fiscal– tienen por sentido generar los fondos necesarios para pagarla, sea en pesos o en dólares.
En este punto conviene aclarar que el dólar barato, queja habitual de un sector de industriales y exportadores, además de analistas, no lo es solo para la producción sino también para el propio gobierno, que le resulta menos oneroso comprarlos para pagar la deuda.
El dólar barato permite, además, llevar a cabo la bicicleta financiera (carry trade en la jerga del sector) que significa que la renta obtenida en pesos supera el costo de endeudarse en dólares. Pero mantener esas condiciones implican un serio riesgo para la actividad económica, como se ve con la caída de la inversión y del consumo.
El segundo factor es que existe la convicción entre los especuladores de que todavía hay oportunidad de lograr una elevada renta apostando a los títulos de deuda de Argentina. “Aun no es tarde para involucrarse”, dijo el viernes un informe del banco de inversión JP Morgan. Agregó que todavía hay «espacio para que las valoraciones se expandan, las ganancias se recuperen y el riesgo país disminuya».
La forma más sencilla de alcanzar esa renta es que el valor del bono tenga alzas importantes en poco tiempo. Esto puede suceder esta misma semana con la posibilidad de que luego del pago de deuda, por U$S 4800 millones, este jueves, buena parte de ese dinero vaya a la recompra de otros títulos de deuda, con lo cual se sostendrá la demanda y habrá nuevas alzas de las cotizaciones.
La tercera pata es el nivel de reservas, que en definitiva es la base para el pago de la deuda en dólares. Allí, el Banco Central sigue sin lograr una mejora ya que se mantienen en terreno negativo (algunas consultoras aseguran que están en -U$S 6000 millones y otros calculan en –U$S 10.000 millones). Pero está la esperanza de que el Fondo Monetario acerque los dólares necesarios para que superar esta situación.
De esta forma se evitaría el absurdo de un Banco Central vendiéndole dólares baratos, que no tiene, al gobierno, que a su vez los compra con el superávit fiscal obtenido con un ajuste insostenible.
Los mercados soslayan por ahora esta realidad en función de la “fiesta” de la que participan. Pero cualquier alteración de la base económica de este circuito puede derivar en un escape masivo de inversores. La señal de largada no ha sonado aún.