La tensión en el mercado del dólar de la última semana y sobre todo las fuertes pérdidas de divisas por parte del Banco Central incrementaron la probabilidad de modificaciones inminentes al régimen cambiario. Ese capítulo es uno de los que venía trabando las discusiones entre el gobierno argentino y el Fondo Monetario Internacional con vistas a un nuevo programa financiero.

El directorio del organismo se reuniría el próximo martes para tratar un borrador del acuerdo que se está negociando desde principios de año con el equipo económico, de acuerdo a lo que informó la agencia Bloomberg. El hecho de que por fin haya una versión del texto, aunque no sea definitiva, alimenta los rumores de que ya se tomó una decisión sobre el tema en que las partes no podían coincidir desde hacía varios meses.

La discusión se zanjaría con un nuevo esquema que actualizaría el valor de la divisa, que desde diciembre de 2023, luego de la devaluación inicial dispuesta por el ministro de Economía Luis Caputo, subió 34% frente a una inflación del 128%. Eso hizo que la moneda argentina (un “excremento”, tal la calificación del presidente Javier Milei), fuera la más revalorizada del mundo en el último año.

En el Fondo insisten en la inconsistencia de un programa que tiene que generar divisas para pagar deudas en dólares (incluidos los U$S 42 mil millones prestados por ese mismo organismo) y que mantiene un tipo de cambio tan bajo que no genera incentivos para la entrada de billetes. Por eso exigen una paridad más alta y también el fin del “dólar blend”, el desvío hacia el mercado financiero del 20% de las divisas que generan los exportadores.

El propio Caputo alimentó la impresión de que el “crawling peg”, el ajuste de la paridad a una tasa del 1% mensual, está por desaparecer. Preguntado el último martes sobre la continuidad de esa política, respondió que “eso es parte del acuerdo y no lo puedo decir”, en el marco de una entrevista periodística que en vez de tranquilizar los ánimos de los mercados, los alteró.

Esa declaración, junto con la falta de precisiones sobre el monto del auxilio (“no lo sabemos, lo decide el directorio del Fondo”, dijo Caputo), aceleró la presión sobre los dólares del Banco Central. La entidad perdió U$S 1204 millones en las últimas seis ruedas, el CCL y MEP se fueron a $ 1300, la brecha volvió al 20% y los mercados a futuro operaron con una devaluación implícita de 28% hasta diciembre.

Las reservas brutas bajaron a U$S 26.626 millones, el punto más bajo desde septiembre pasado. Pero las de libre disponibilidad están con un color rojo cada vez más intenso: el analista financiero Christian Buteler estimó que, si se utiliza la metodología del FMI (descontar los pasivos que vencen en los próximos 12 meses), el saldo negativo es de U$S 10.616 millones.

Desde los despachos oficiales niegan una devaluación, porque temen sus efectos sobre los precios internos y la inflación. También significaría una claudicación política: sería la primera decisión fuerte que se verían obligados a tomar contra su voluntad, arrastrados por las circunstancias.

No cuándo, sino cómo

En los mercados y en círculos académicos, sin embargo, ya no se debate si es necesario un cambio, sino cómo se implementará. «La plata del Fondo no te va a permitir sostener el atraso cambiario por los siglos de los siglos, en algún momento vas a tener que corregir eso. Con el acuerdo lo vas a poder hacer de una manera más ordenada», dijo Daniel Artana, economista jefe de FIEL, en una entrevista.

Hasta los economistas más ortodoxos admiten que un sistema de flotación libre no es viable. “¿Qué hubiera pasado si Argentina hubiese flotado en diciembre de 2023? Eliminaba el cepo con una deuda por importaciones impagas de 40 mil millones de dólares y con reservas netas negativas. La gente va a comprar 40 mil millones de dólares y no los hay. ¿Qué creen que va a pasar? Hiperinflación automática”, dijo el consultor Ricardo Arriazu, exrepresentante argentino ante el FMI.

La implementación de un sistema de bandas cambiarias, en las que el Banco Central compre dólares cuando su precio perfore el piso y los venda para mantener el techo, implicaría una pulseada diaria con el mercado. Todavía se recuerda el estruendo con que se derrumbó el “paredón” de U$S 5000 millones de oferta que Federico Sturzenegger había levantado en 2018 para sostener la paridad, sin éxito.

Un informe del banco BNP Paribas hizo eje en la inutilidad de porfiar para imponer una política inviable. Sostuvo que «dado que el mercado ha comenzado a descontar un escenario de depreciación cambiaria, la respuesta óptima sería permitir que la moneda se mueva lo suficiente como para evitar que el mercado presione para tomar nuevas medidas. Es improbable que un marco de depreciación mínima, con un control más estricto del ritmo de depreciación, junto con medidas claras para levantar los controles de capital, sea una política sostenible». «

¿El cepo, las deudas o las letras?

Según el DNU 179/25, que habilita el nuevo acuerdo con el FMI y que fue convalidado por el Congreso, el gobierno aplicará el dinero del nuevo programa para rescatar letras intransferibles del Tesoro en poder del Banco Central y para cancelar vencimientos de capital con el propio Fondo hasta 2028. Pero las urgencias no se agotan en esos dos rubros.
Según el listado que elaboró la Gerencia de Estudios Económicos del Banco Provincia, en los próximos meses hay vencimientos de bonos soberanos por alrededor de U$S 4300 millones, en la segunda semana de julio; otros U$S 1900 millones de intereses al FMI y U$S 3700 millones de Bopreales, los bonos que el Banco Central colocó entre los importadores.
Las prioridades, se cree, dependerán del monto del préstamo. Desde la Casa Rosada deslizan que si el FMI otorga U$S 20.000 millones se podría levantar el cepo y abastecer la demanda reprimida. De lo contrario, habrá que conformarse con operaciones y pagos más puntuales.