Era febrero y las huelgas por el cambio climático, también nombradas Viernes por el Futuro, convocaban estudiantes de a miles. 75 mil en Bruselas, 10 mil en La Haya, 30 mil en Berlín. Del otro lado del Atlántico, en el verano de la Argentina, dos adolescentes de Almagro que acababan de egresar del secundario miraban cautivados los discursos de Greta Thunberg, la joven sueca de 16 años que comandaba las protestas. Hasta que la idea se impuso. «Vimos que no había un movimiento así ni acá ni en ningún otro país de la región. Entonces nos juntamos con otros compañeros y nos propusimos un objetivo a corto plazo. Organizar la marcha del 15 de marzo en simultáneo con las principales ciudades del mundo», recuerda Bruno Rodríguez, 19 años y cofundador, junto a Eyal Weintraub, de Jóvenes por el Clima Argentina, la última gran noticia de la resistencia ambiental en el país.
«En menos de un mes –se entusiasma Bruno– armamos toda la logística, empezamos a cobrar relevancia en redes sociales y conseguimos que fueran al Congreso 5000 manifestantes». La convocatoria superó cualquier pronóstico optimista, pero estos jóvenes –tienen entre 15 y 19 años– querían operar cambios en la realidad, aunque el campo simbólico ya estuviera conquistado.
«El mismo día de la movilización –dice Bruno–, le entregamos al presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, un petitorio con diversas exigencias y reivindicaciones como, por ejemplo, que se cumpla la ley de presupuestos mínimos ambientales, que la Argentina pueda avanzar en el cumplimento de las condiciones del Acuerdo de París y que se criminalice a las empresas que violen las leyes ambientales, como está ocurriendo con la de Bosques, con las topadoras que avanzan sin control».
Ya no iban a parar. Ellos mismos armaron gacetillas, redactaron documentos (con el puntual asesoramiento de abogados ambientalistas) y presentaron en la mesa de entrada del Senado un proyecto que incluía un plan de acción para saldar las deudas en materia ambiental. El senador y presidente de la Comisión de Ambiente y Desarrollo Sustentable, Fernando «Pino» Solanas, lo tomó, les dio participación en la discusión y, finalmente, a fines de julio, la Argentina se convirtió en el primer país de América Latina en declarar la emergencia climática y ecológica.
«Estuvimos haciendo lobby durante todo ese día en el palacio, yendo a las oficinas de todos los senadores que integraban la Comisión y exigiéndoles la firma del proyecto. Fuimos aprendiendo sobre la marcha cómo organizar nuestro movimiento, cómo presionar y cabildear para dar el primer paso a una serie de políticas públicas», remarca Bruno.
Popular y latinoamericano
Mercedes Pombo tenía 13 años cuando vio El mundo según Monsanto, el documental que denuncia los daños que provoca el uso de agrotóxicos. Hoy tiene 19, y la misma inquietud. «Este tipo de cuestiones te moviliza más cuando tenés menos edad, porque estás menos adaptado y se normalizan menos las cosas que deberían conmocionarnos», reflexiona.
Bruno y Mercedes posan para la foto, de espaldas al Congreso, junto a un grupo de compañeros que integran el colectivo ambientalista juvenil. Destacan que el activismo les interesa desde una perspectiva social y de forma sistemática. «Nuestro movimiento tiene el objetivo de resignificar al ambientalismo en la Argentina. Muchas veces la militancia que se encara sobre estos temas se basa en un enfoque individualista, en modificar las conductas individuales como, por ejemplo, los hábitos de consumo, pero nosotros apuntamos a ser un grupo de presión dentro de la política nacional e internacional. Nuestra definición ideológica es ser apartidarios y militar por un ambientalismo popular y latinoamericano», define Bruno.
Mercedes destaca la transversalidad del movimiento. La organización, cuenta, brinda charlas en colegios y universidades, y se reúnen con distintos actores sociales, como los trabajadores de la economía popular, científicos, políticos, referentes de pueblos originarios, entre otros.
El 7 de agosto, los estudiantes de General Alvear, en el sur de Mendoza, realizaron la primera huelga estudiantil masiva en la historia argentina para exigir la prohibición del fracking. Jóvenes por el Clima fue el motor de esa jornada.
«Más de 200 chicos fuimos a la ruta ese día, porque no sólo era faltar al colegio, sino también sumarse al corte que todos los miércoles realizan los Autoconvocados en Defensa del Agua. Así pudimos hacer que nuestra voz se escuchara. Hasta Greta (Thunberg) nos mandó un saludo», se ufana Fedra González, de 15 años, que se interesó por el tema ambiental y ya no lo abandonó. «Queremos que los políticos tomen conciencia y no crean que son los dueños del planeta. Algunos nos dicen por qué no van a estudiar. Justamente, luchamos contra el fracking para poder estudiar. Queremos tener futuro y salvar a nuestra generación y a las venideras».
En Alvear o frente al Congreso, en Neuquén o en Mar del Plata, las movilizaciones de jóvenes se replican, concientizando y, sobre todo, exigiéndoles conciencia ambiental a las autoridades. «Somos muy críticos de este gobierno –cierra Mercedes–: el abordaje que hacen es superficial y pregonan un ecologismo de cartón». «