La ceremonia inaugural de París 2024 recorrió el río Sena, el paisaje de una ciudad olímpica esplendorosa. Desde el puente Austerlitz hasta Trocadero, vista perfecta a la Torre Eiffel. Pero una contrainauguración ocurrió un día antes en la Plaza de la República, el lugar de las protestas parisinas. Asociaciones civiles denuncian que 12.500 personas –en su mayoría inmigrantes en situación de calle– fueron desplazadas de la ciudad. “Olimpíadas de la exclusión”, escribieron en un cartel los integrantes del colectivo Le revers de la médaille. El reverso de la medalla, el otro lado de los Juegos Olímpicos.
“Los indeseables”, tituló el diario de izquierda Liberation meses atrás. Contó las historias de inmigrantes indocumentables, personas sin hogar y trabajadoras sexuales que fueron expulsadas de París. “Otros –contó– están bajo una mayor vigilancia policial”. Son las víctimas de lo que un conjunto de organizaciones de la sociedad civil como Médicos del Mundo, Attac y la unión de sindicatos Solidaires llaman “limpieza social”.
El mes pasado, a las puertas de los Juegos Olímpicos, Le revers de la médaille publicó un informe de 79 páginas en el que detalló cómo ocurrieron estos desplazamientos. Sólo durante el período 2023-2024, el Observatorio de Desalojos de Viviendas Informales registró 138 operativos en casas marginales, asentamientos callejeros y domicilios ocupados. Se sumaron a los 122 que se produjeron entre 2022 y 2023 y a los 121 denunciados en el transcurso de 2021 a 2022. En la tapa del informe, un hombre limpia con los anillos olímpicos a un grupo de personas. “Sigue adelante –se lee– no hay nada que ver”.
París 2024 llegó en medio de tensiones políticas. Las internas y las externas. El escenario mundial cruza los Juegos, mientras el Comité Olímpico Internacional muestra una narrativa de sinergia entre el deporte y la ciudad. “Durante la última década, el movimiento olímpico ensayó nuevas formas de organizar sus competencias con una idea: desplazar los deportes de los estadios hacia el centro de las ciudades. En otras palabras, el movimiento es salir del gimnasio a la calle”, escribió Juan Bautista Paiva, doctor en comunicación, en un muy buen artículo para la revista Bordes de la Universidad de José C. Paz.
Pero la cuestión es cómo se produce esa sinergia. Qué ciudad se muestra y qué ciudad se oculta. En Saint Denis, suburbios de París, la zona del Stade de France, el aumento de los precios inmobiliarios hace imposible el acceso a viviendas sociales. Desde hace más de tres años reclaman por los espacios públicos sobre los que se montaron los Juegos Olímpicos. Huertas con décadas de desarrollo fueron corridas para la construcción de un centro de natación. “Queremos calabazas -pedían-, no más hormigón”.
La situación de los desplazados, así como la construcción de elefantes blancos, una infraestructura que cae en desuso, es el gran debate de cada megaevento, Juegos Olímpicos o Mundiales que dejan huella en países y ciudades. No es una exclusividad de París. La organización de Beijing 2008 corrió a casi un millón y medio de personas para dar paso a sus instalaciones, y para Río 2016 se calculó que 77 mil habitantes de favelas y barrios pobres tuvieron que dejar sus hogares. Londres 2012, que prometía viviendas asequibles para las clases trabajadoras, derivó no sólo en el desplazamiento sino en una gentrificación con aumento de valores inmobiliarios imposibles para los sectores populares.
Las asociaciones civiles francesas aclaran que no están en contra de los Juegos Olímpicos. Pero reclaman contra lo que consideran como promesas incumplidas: Juegos inclusivos y populares, neutros en carbono, un legado positivo. El legado, dicen, son “Juegos antisociales” que ponen en riesgo el patrimonio histórico, natural y social, y que además afectan las libertades públicas ante la multiplicación de cámaras para la videovigilancia y un despliegue masivo de fuerzas policiales. También denuncian que trabajadores indocumentados realizaron tareas en la construcción de infraestructura olímpica. Uno de ellos, al menos regularizado, murió durante la realización de las obras.
En el informe de Le revers de la médaille cuentan que llevaron propuestas al comité organizador sobre alojamientos, espacios públicos, alimentación, acceso al agua y a la salud para los sectores marginados. Pero que no tuvieron respuesta. Pidieron aportes a los principales patrocinadores de París 2024. Pero se encontraron con negativas. “Vemos que los Juegos están cambiando profundamente la vida de los franceses, sin que se entregue el legado prometido –publicaron días atrás en Liberation-. Surge entonces una pregunta: ¿quién se beneficia de los Juegos?”. El espíritu olímpico también tiene sus excluidos.