Las elecciones legislativas anticipadas convocadas por Emmanuel Macron, luego de la debacle electoral en la contienda europea, se convirtió en un resultado preocupante para amplios sectores de la sociedad francesa. El triunfo con más de un 33% de los sufragios de la agrupación de ultra-derecha xenófoba Rassemblement National (RN) encabezada por joven candidato, Jordan Bardella, delfín de Marine Le Pen, seguido por la segunda fuerza el Nuevo Frente Popular convocado por Jean Luc Mélanchon de la Izquierda Insumisa, con más del 28% de los votos, desplazó al tercer lugar al oficialismo de Centro Derecha del actual presidente, lo que derivó en una crisis de gran magnitud.

Esta derrota de las políticas neoliberales de sesgo autoritario, se enmarcan en un contexto de crisis de globalización capitalista, que no sólo provoca enfrentamientos con el mundo del trabajo, principal víctima de la marea precarizante, que gradualmente fue desmejorando las condiciones de vida, sino que produjo, desde hace unos años, el crecimiento de la oposición de derechas. En una suerte de metamorfosis cultural de un sentido común identitáreo, que coloca erróneamente en el lugar de las causas, la pauperización y la pérdida de poder adquisitivo de los salarios, a un enemigo foráneo, la migración venida más allá del “Espacio Schengen”.

Sucede como efecto necesario de la instalación del imaginario de la “Europa Fortaleza”, por las clases dirigentes. La extensión del ideario xenófobo, acuñado históricamente por la ultra-derecha, hoy es adoptado por el ciudadano medio. En sintonía con la frase “primero los franceses”, denostando no sólo a la nueva migración de África y Asia, sino a los franceses de nacimiento, pero descendientes de padres magrebíes o subsaharianos.

Ante la crisis de la Europa de la globalización neoliberal, tras la debacle del “degaulismo” en su momento y del desgastado Partido Socialista en su giro social-liberal, la emergencia del extremo centro se referenció en el vertiginoso liderazgo de Macron, paradigma de la Europa de la globalización neoliberal.

A una semana de la debacle legislativa, en el ballotage se define con quien va a cohabitar el presidente Macron el resto de su mandato. Si con el protegido de Marine Le Pen, Jordan Bardella o con alguien a la izquierda del propio mandatario, quien forme parte de los acuerdos del Frente Electoral Republicano, construido recientemente como “Cordón Sanitario”, ante el  devenir del crecimiento de la ultra-derecha.

Pero lo que se define este domingo no sólo es la elección del Primer Ministro, para una nueva cohabitación. En la historia de la V República, en tres ocasiones el Poder Ejecutivo ha estado dividido entre un presidente y un primer ministro de signo político diferente. Al socialista François Mitterrand le tocaron dos “cohabitaciones” (1986-1988 y 1993-1995). Su sucesor, el conservador Jaques Chirac sufrió la cohabitación más larga hasta hora (1997-2002) con el socialista Lionel Jospin al frente de un Ejecutivo de izquierdas.

Esa suerte de ”Cordón Sanitario” ante el triunfo de la ultra-derecha, se conformó en estos días  como la opción republicana heredera de las consignas históricas de Libertad, Igualdad y Fraternidad, enfrentada a un Partido del Orden Autoritario, identitario y xenófobo, que rememora la Francia autoritaria de Vichy.

Seguramente, para este frente Republicano, su principal logro en caso de vencer, habrá sido haber evitado la extensión de las fuerzas  de derecha extrema autoritaria, con el riesgo de pérdida de derechos históricos tales como la huelga, el derecho de expresión y la posibilidad cierta de consolidación de un Estado autoritario y xenófobo, con políticas sectarias ante las minorías tanto sociales de migrantes y sexuales, en un escenario donde las preocupaciones de la ciudadanía son los salarios, los precios de la energía, la sanidad, la vivienda y el deterioro de los servicios públicos sobre todo en las zonas rurales y suburbanas.    

La cohabitación con un candidato a la izquierda de Macron, encabezando el frente electoral republicano, tras el ballotage seguramente será un territorio de disputa entre la moderación de los socialistas y verdes, junto a los partidarios de Macron y los intentos de profundización de una democracia social por parte de las fuerzas de izquierda, encabezadas por la Francia Insumisa.