La fiesta continúa. Son las doce de la noche del 18 de septiembre, el que fue uno de los días más esperados por los hinchas de Atlético Tucumán: el partido ante Gremio de Brasil, por los cuartos de final de la Copa Libertadores de América. Atlético perdió por 2 a 0 en un partido peleado que arrancó con toda la fuerza decana y en el que el equipo tuvo grandes momentos a pesar de no poder ante el último campeón.
El silencio que reinó apenas había terminado el partido se terminó abruptamente. Los hinchas de la popular que salieron por calle Bolivia recuperaron los cánticos y el espíritu festivo con el que había comenzado la jornada al mediodía del martes.
“Vamos a hacer lo posible por viajar”, dice un grupo de chicos que vienen acompañando al equipo en todas las aventuras. Según cuentan, empezaron a hacer cálculos hace mucho aunque las oscilaciones económicas del país les generaban algunas dudas.
A cinco cuadras de la cancha, si algún desvelado no se enteró el resultado del partido, podría pensar que Atlético goleó a Gremio. Los autos y las motos salen en caravana a festejar esta nueva instancia dentro de la Copa de Libertadores, el sueño acariciado por todo hincha.
La del martes fue una jornada larga para los decanos. A las 10 había comenzado la venta de entradas para no socios, a esa hora las filas para comprarlas tenían al menos dos cuadras de decanos, mientras ya se había instalado toda la artillería marketinera además de la gastronómica.
Desde las seis de la tarde, en los alrededores comenzaron a llegar las bandas de hinchas que se instalan en las esquinas de Villa 9 de Julio, donde está la cancha decana, para ponerle calor a la previa.
“Nunca imaginamos vivir esto”, dice un hombre de unos 60 años entre lágrimas. Se lo dice a un brasileño que espera por un choripán “de los picantes”, comenta como puede en portugués. “Gracias por venir a Tucumán, viejo”, agrega el señor. Con lágrimas en los ojos, expresa a Tiempo: “Cuando uno es chico sueña con esto, qué iba a imaginarme a esta edad vea a Atlético en la Libertadores jugando como juega. No doy más de la ansiedad”.
En una de las esquinas que está frente a una de las entradas de la popular, vive Matías. Hace tres meses se mudó ahí. De adentro de la casa, que a veces provee de hielo para quien se lo pida y que vaya a la cancha, la música estalla y a medida que pasan los hinchas se detienen a bailar unas cumbias o cuartetos y siguen la fila hacia el ingreso. “Después nosotros nos vamos a la cancha”, dice Matías. “Hasta acá es un sueño cumplido. Estamos felices pero queremos llegar a la final”.
La venta de los alrededores está totalmente aceitada entre los comerciantes. “Y sí, hay para que ganemos todos”, dice una chica que ofrece sólo choripanes pero invita a comprar las bebidas en el puesto de al lado “que las tiene bien fresquitas”.
Por uno de los pasajes, se estaciona el micro con los jugadores de Gremio. Llegan silenciosos. “Vinimos 500”, dice en un cálculo claramente errado uno de los brasileños que llegó a Tucumán. En portugués y con ganas de aprender castellano, el chico cuenta que por cuestiones laborales llegó a la provincia en avión con cuatro amigos más pero que el resto hizo el viaje en micro. “Les deseo suerte. Es un equipo fuerte”, agrega.
La mística decana es gigante e imparable. A las 20.30 la cancha está que estalla. Falta casi una hora pero las tribunas no dan más, explotan de alegría y ansiedad.
A las 21.45 el equipo sale a la cancha. Fuegos artificiales, gritos y un sueño por comenzar. El recibimiento a los jugadores una vez más fue deslumbrante. “Dale dé, Dale dé” fue el grito unánime en la José Fierro apenas puso el pie en la cancha que no tuvo ni un minuto de silencio
Los dos goles de Gremio no apaciguaron la euforia. El final del partido fue tan aplaudido y celebrado como el comienzo. Minutos de fuegos artificiales, de aplausos cerrados y por supuesto de insultos al árbitro Wilmar Roldán. “Falta una vuelta”, coinciden en todas las esquinas a la salida para nada silenciosa de la hinchada. Algunos preparan el viaje otros ya piensan en organizar el encuentro para la revancha.
La alegría no es sólo brasileña, también es tucumana y es celeste y blanco.