Las protestas de los chalecos amarillos contra Emmanuel Macron derivaron ayer en enfrentamientos con la policía en París, con coches y barricadas en llamas, y en escaramuzas en varias ciudades del país, a pesar de casi mil detenciones en toda Francia. Al cierre de la violenta jornada, el primer ministro, Edouard Philippe, llamó a reanudar el diálogo con el movimiento y prometió que el presidente Emmanuel Macron anunciará «medidas».

En París, epicentro de las protestas, entraron en acción por primera vez en la historia de la ciudad los vehículos blindados de la gendarmería para apagar barricadas en la cuarta jornada de manifestaciones de los chalecos amarillos, llamados así por las prendas fluorescentes que visten. Se vivieron escenas de violencia urbana similares a las de hace una semana pero de menor alcance.

Esta ola de manifestaciones comenzó el 17 de noviembre en oposición a un aumento de los impuestos a los combustibles. Macron cedió anulando la medida, que formaba parte de un plan para combatir el cambio climático, y congeló los precios del gas y la electricidad durante los próximos meses.

Pero la medida no bastó para aplacar la ira de los chalecos amarillos, un movimiento heterogéneo y sin líder, que ahora reclaman al gobierno que baje los impuestos y suba el salario mínimo y las jubilaciones.

Sin embargo, ayer las demandas fueron más allá. «¡Macron dimisión!», ¡hay dinero en las arcas de la patronal», gritaban en París los manifestantes llegados de toda Francia para «hacerse oír más», en una ciudad cuyos lugares turísticos estaban tomados literalmente por la policía.

«Quieren que nos dispersemos pero nos encierran en los Campos» Elíseos, protestaban envueltos en el humo de gases lacrimógenos lanzados por la policía cerca de esta famosa avenida.

Las fuerzas de seguridad intentaban impedir a los manifestantes salir de los Campos Elíseos por una calle paralela cercana al Arco del Triunfo. «¡Queremos más, nos gusta!», gritaban desafiantes algunos ante las bombas de gas lacrimógeno. Otros lanzaban proyectiles y petardos. «¡Macron, vamos a buscarte a casa!», entonaban otros. En la vitrina de un banco se lee: «Macron ladrón».

«Es como una jaula a cielo abierto», denuncia un treintañero de un suburbio de París. «Nos gustaría ir al Elíseo (casa de gobierno) pero no sé si llegaremos», comenta Fabien Simon, de 35 años.

En la zona de los Campos Elíseos, los manifestantes intentaron prender fuego a la fachada de un centro comercial de lujo, quemaron coches y lanzaron proyectiles a las fuerzas de seguridad. En algunos lugares se elevaban humaredas negras.

Denis, de 30 años, llegó a París desde Caen (noroeste). «Hago esto por el futuro de mi hijo, no puedo permitir que viva en un país en el que otros se enriquecen a nuestra costa», dijo a la Afp.

Tim Viteau, un desempleado de 29 años, participó en las manifestaciones por tercer sábado consecutivo. Él y su pareja se vieron obligados a volver a casa de sus padres porque no podían pagar el alquiler. «¿Cómo vamos a tener hijos? Yo también quiero niños».

Los disturbios se extendieron a otros lugares turísticos o céntricos de la capital, pese a un despliegue de seguridad imponente, con 8000 policías, de los casi 90 mil movilizados en todo el país.

La Torre Eiffel, el museo del Louvre y numerosas tiendas estuvieron cerrados, algo inaudito en el período prenavideño.

Cerca de mil personas fueron detenidas en todo el país, entre ellas 651 en París por llevar consigo máscaras, martillos o adoquines, según el secretario de Estado del Interior, Laurent Núñez. Algunas fueron arrestadas a «título preventivo» durante la semana.

Aunque la calma prevaleció por la mañana en el resto del país, por la tarde comenzaron los enfrentamientos en algunas ciudades de provincias. En Burdeos (suroeste) una marcha de chalecos amarillos degeneró al final del recorrido con el lanzamiento de cócteles Molotov por parte de los manifestantes. Las fuerzas del orden cargaron varias veces con gases lacrimógenos contra los alborotadores que incendiaron barricadas y lanzaban adoquines.

La violencia también se hizo presente en Lyon (este) Saint-Etienne (centro), Marsella y Toulouse (ambas en el sur). Varias carreteras y autopistas estaban bloqueadas en todo el país y la frontera franco-española, y los chalecos amarillos montaron una barricada selectiva que bloqueaba el paso de los camiones procedentes de España.

Muchos de los «chalecos amarillos» se manifiestan sin violencia. Los más radicalizados y sobre todo miembros de grupos de extrema derecha y extrema izquierda irrumpen en las protestas y se enfrentan a la policía.  «Que destruyan los bancos, las multinacionales, no me importa, pero los pequeños comercios, es algo totalmente estúpido», consideraba Anthony, un manifestante de 23 años. «Es absurdo», añade su pareja, enfadada con aquellos que vienen «sólo a destruir» y desacreditan el movimiento.

El presidente estadounidense Donald Trump echó leña al fuego. «El Acuerdo de París no está funcionando muy bien para París. Protestas y disturbios por toda Francia», escribió en un tuit. «La gente no quiere pagar grandes sumas de dinero, muchas a países del tercer mundo, para tal vez proteger el ambiente», siguió en un tuit publicado mientras se desarrolla en Polonia la 24ª Conferencia sobre Clima de la ONU.

Tras llamar al diálogo, el primer ministro Philippe dijo que «el presidente hablará y propondrá medidas» que «espero permitan a toda la Nación francesa reunirse y estar a la altura de los desafíos que ya están aquí y que seguirán planteándose en los años que vienen», apuntó. Philippe expresó también su «admiración» por las fuerzas del orden que «hicieron respetar la ley frente a individuos que no vinieron a expresar sus opiniones, sino a menudo para enfrentarse, provocar y a veces saquear».