El cuarteto de músicos del Titanic seguía tocando, aparentemente imperturbable, mientras el barco, destrozado y a la deriva, daba sus últimos suspiros antes de hundirse en las heladas aguas del Atlántico norte. Sin responsabilidad por ese infortunado desenlace y fuera de la realidad, al menos había una actitud altruista en ellos, la de entregar las más bellas melodías a todos mientras afrontaban sus pocos minutos de vida. Un gesto poético. En cambio, Milei y su tripulación de ministros, asesores y compinches expertos en grandes fracasos y propiciadores de estropicios económicos (Sturzenegger, Caputo, Espert), nos regalaron esa foto increíble y pavorosa el jueves por la noche. Todos sonrientes y desafiantes, con gritos de guerra “anti déficit” y prometiendo el veto furioso a un miserable aumento a los jubilados, mientras simulan desinterés ante la sucesión de derrotas legislativas y las fracturas expuestas entre sus propias filas.
Podrían haber regalado rostros adustos y preocupados. Pero no. Son capitanes metidos en una nave casi destruida, y que en este gélido invierno sólo tiene en el horizonte más témpanos, pero orgullosamente se autoperciben como exitosos responsables de un yate de lujo bien direccionado hacia un destino venturoso. El siempre sonriente Adorni (ver Jim Carrey en “Tonto y Retonto”) completa el cuadro, listo para negar ante los medios lo evidente a simple vista: que el buque está escorado y en peligro, pletórico de porcentajes de pobreza e indigencia vergonzantes, salarios degradados, despidos en masa, recibos de jubilación de indigencia, tarifas de servicios públicos con incrementos siderales, aumentos exponenciales de los alquileres habitacionales, universidades y un sistema de ciencia y técnica arrasados en su financiamiento. La expectativa está situada en mantener las encuestas aparentemente favorables, que indicarían que todavía habría demasiados que “sí la ven”, aunque con esperanzas cada vez más enmohecidas.
Más aún, el gobierno de la extrema derecha y sus voceros periodísticos festejan la “conquista” del 4% de inflación mensual y la baja del déficit fiscal. No hace falta ser muy avispado para entender el contexto general de este “logro”, pues lo viven la casi totalidad de habitantes, con excepción de la timba financiera, tenedores de bonos y acreedores de la deuda. Hay una recesión brutal inducida y sólo equiparable a los momentos de la cuarentena en plena pandemia, que profundiza la ya existente en 2023. Los neoliberales al mando ni siquiera pudieron cumplir el tan declamado freno a la emisión monetaria, y claro que ni querrían evocar las humoradas acerca de la dolarización o el cierre de un BCRA, al frente del cual pusieron a uno de los suyos. La baja inflacionaria sólo es artificialmente sostenida por el persistente atraso cambiario que, a modo de resorte comprimido, luego despegará en algún momento próximo con un salto devaluatorio: también opera la motosierra oxidada y, sobre todo, la licuadora y la bicicleta loca que posterga a un futuro, cada vez menos administrable, las obligaciones de pago y los inevitables reacomodamientos de precios y haberes.
La receta en aplicación es bien vintage. La parálisis productiva sigue desplomando la demanda y el consumo, con caídas récords, dado el atraso salarial. En río revuelto, el capital aprovecha la situación, dure lo que dure, para aumentar sus ganancias a costa de los trabajadores. Como analicé en otra nota, se expande el recurso a los Procedimientos Preventivos de Crisis, que permite a las patronales proceder a masivos despidos, suspensiones o retiros voluntarios. Entre muchos otros ejemplos, el complejo automotriz es testigo de esto. Volkswagen, en Pacheco, puso en práctica estas medidas, sin que el sindicato parezca hacer demasiado, haciendo inevitable una reacción sólo por la base. En la industria del neumático los bravos obreros del Sutna se siguen organizando contra la ola de centenares de despidos en FATE en San Fernando y Bridgestone de Llavallol. Se prepara allí una gran confrontación de la que todo el movimiento obrero debe estar atento. En toda la geografía laboral cunden los salarios degradados y la amenaza de la desocupación, mientras el mundo Pymes cruje en el quebranto.
No se trata sólo de una catástrofe reservada al terreno social y productivo. Véase la situación de las universidades públicas, donde los trabajadores docentes y no docentes se encuentran en un plan de lucha desde hace dos semanas (ignorado por los medios hegemónicos) y se preparan para una nueva gran concentración nacional. Exigen la apertura de las negociaciones paritarias para recuperar un salario que en los últimos meses fue pulverizado y que en varios casos quedó por debajo de la línea de pobreza. También reclaman por los haberes de jubilados, contra el impuesto a las ganancias y por el sostén de los fondos para investigación. Adviértase, asimismo, la notable desinversión e incumplimiento en el sistema científico y tecnológico que se está cometiendo, con un ajuste que incluye: pauperización salarial, suspensiones de subsidios para proyectos, recortes de becas, postergaciones de efectivización de investigadores concursados en Conicet y generalización de la precarización laboral. “Asistimos a un proceso de ajuste y destrucción de nuestras capacidades científicas y tecnológicas que no tiene precedentes desde la recuperación de la vida democrática en nuestro país”, dijo un comunicado con 6500 firmantes de la Red de Autoridades de Institutos de Ciencia y Tecnología (Raicyt).
Los libertarios prometen más daño, a eso vinieron. A intentar alterar la correlación de fuerza entre las clases y a propinar una derrota histórica a los trabajadores. Sus mayores proezas, hasta el momento, son las confiscaciones de salarios y jubilaciones, la desocupación creciente, el ajuste en las condiciones mínimas para la reproducción social de la población (salud, educación, vivienda), la deseada contrarreforma laboral atisbada en la Ley Bases y las distópicas enunciaciones del Pacto de Mayo. El freno a todo este desastre presente y por venir debe surgir de las grandes masas afectadas por este programa ultra reaccionario. Es claro que no provendrá de una oposición peronista o radical que parece pedir disculpas y abrir negociaciones cuando le vota algo adverso en el Parlamento a esta gestión derechista. «