El actor protagónico saltó al escenario con una letra disruptiva. Lo llamó estruendosa y teatralmente, el “Día de la liberación”. Cartelón en mano anunció, fiel a su estilo: “Firmaré una histórica orden ejecutiva que instituye aranceles recíprocos a países de todo el mundo. Recíprocos: ellos nos lo hacen a nosotros, y nosotros se lo hacemos a ellos”.
No puede ser catalogado de sorpresivo. Donald Trump siempre dijo que esta vez saldría a romper todo. Tal vez porque en su primera estadía en la Casa Blanca no le fue tan bien. Desde su polémico gabinete, muchas de las medidas tomadas hasta aquí y, ahora, esta patada al tablero económico mundial. Lo dio incluso ante el creciente recelo de muchos de sus colegas republicano. Incluso ante el 60% de los estadounidenses, según los primeros sondeos, que creen saldrán perjudicados.
A las pocas horas, se vieron las primeras consecuencias en los mercados. Para la mayoría resultó un nuevo “viernes negro”, de los peores días en muchos años, pandemia incluida. Un par de ejemplos gráficos: muy cerca de la Casa Blanca, Wall Street registró la peor caída en la última década; del otro lado del Atlántico, un espejo de lo ocurrido en Europa es España: el Ibex 35 cedió un 5,83% en su peor día desde 1992. Los bancos españoles perdieron 22.730 millones de euros de capitalización en una jornada de pánico. En un día, una cifra mayor que aquella por la que el gobierno argentino se prosterna ante el FMI. El secretario del Tesoro de EE UU, Scott Bessent, relacionó la caída de los mercados con el anuncio de DeepSeek, la IA china.
¿Qué pretende Trump? ¿Es locura, improvisación, un disparate de un enajenado en estado puro? ¿O lo hace exprofeso, para apretar y negociar, en el camino de una estrategia económica arriesgada, al límite, que lo puede lanzar al abismo? ¿EE UU toma esta medida porque está perdiendo por varios cuerpos la carrera hegemónica? O como dijo hace unas horas, el propio Bessent: que el “escenario soñado” es que lleguen a un acuerdo en el que China consuma más y fabrique menos y EE UU consuma menos y produzca más.
En lo que coinciden diversos analistas internacionales es en que estamos en presencia de un cambio en el sistema económico mundial. Hasta arriesgan en predecir el fin de la globalización establecida, a partir de lo que se percibe como un colapso de la estrategia imperante de desarrollo. El estadounidense Paul Krudman hace unas horas, mostró gráficos que muestran cómo Trump provocó un descalabro mundial al llevar los aranceles al modo de fines de los años ’20 del siglo XX cuando devino la gran depresión.
Dato concreto: de buenas a primeras, los países deben repensar sus estrategias de exportación e importación y millones de empresas deben replantear sus planes de negocios, exportación, mano de obra, materia prima, y otros ítems, para competir en el flamante escenario.
Trump cumplió su promesa: rompió con las reglas de organización mundial del comercio. Trastoca el orden global que empezó tras la Segunda Guerra, que se reacomodó primero con la guerra fría y luego aún más con de la caída del Muro. Diversos factores, incluso la pandemia, hicieron el resto. ¿Qué pasará ahora? Al menos en lo inmediato, empieza la primera semana con la vigencia de los aranaceles. Se descuenta que las bolsas del mundo sufrirán otro shock brutal, a la vez que arranca el período de represalias. A ese tire y afloje, como se esperaba, la respuesta de China fue rápida y contundente. Xi Jinping tiene un estilo mucho menos extrovertido y hollywoodense que Trump, pero tampoco se va con chiquitas: arremetió con la imposición de aranceles de 34% a la importación de todos los productos de EE UU, para compensar la balanza. Vos ponés el 34%, yo también.
No hay que soslayar que, si bien, EE UU no dejó títere con cabeza y sentenció con impuestos a los enemigos y a los amigos también (no sólo los arrodillados como el gobierno argentino o el salvadoreño, un 10% igual que a Brasil, por caso), el bombazo apunta a impactar directamente a la economía del este asiático, con China a la cabeza, es decir, al prominente principal polo de riqueza mundial. En una hora de la historia en que el capitalismo occidental, tal como se entendió hasta ahora, está en entredicho, su líder optó por patear el tablero. Ese tablero en el que los BRICS pisan cada vez más fuerte con una postura contrapuesta de construcción, tanto en el aspecto económico como político. Claro, siempre baja la insoslayable influencia del Gigante Asiático. «