En la última película de Nanni Moretti hay nostalgia y también algo de esperanza. El título que le pusieron en castellano es Lo mejor está por venir, pero el italiano, el original, es poéticamente más poderoso: Il sol dell´avvenire. El sol del futuro. El paso del tiempo está ahí: el cine que se perdió, el cine que nace, los debates éticos, los hijos que crecen y el amor que se seca.
Aunque su apellido no suene como Moretti, el otro italiano que nos muestra el paso del tiempo es Jannik Sinner, el nombre de una nueva época en el tenis. Con 22 años, a pesar de haber caído en las semifinales de Roland Garros frente al español Carlos Alcaraz, este lunes será el nuevo número uno del mundo. El primer italiano en llegar a ese lugar nació en San Candido, en la región de Trentino-Aldigio, al norte del país, zona de frontera con Austria. Y con fuerte influencia alemana, lo que explica su apellido.
Sinner y Alcaraz son los tenistas del tiempo que viene, el que se abre después de dos décadas que estuvieron dominadas por lo extraordinario: la perfección de Roger Federer, el imperialismo de Rafael Nadal y la gracia de Novak Djokovic. Federer ya no está y Nadal se despide lentamente. Djokovic sigue vigente, pero su última lesión en la rodilla le impidió continuar en Roland Garros y tuvo que cederle el cetro a Sinner.
La aceleración de Sinner fue tan fuerte que comenzó ganando su primer Grand Slam en Australia, siguió con el asalto al segundo lugar después de ganar en Miami, hasta hacer cumbre por la lesión de Djokovic, que sin embargo ya avisó que no piensa jubilarse. Pero todo está en transición.
Una muestra de esta transición en marcha la entrega la final de este Roland Garros: por primera vez en veinte años sin ninguno de los tres tenistas que dominaron la escena y los récords. La última sin que jugara al menos uno de ellos había sido entre dos argentinos. Aquella vez, en 2004, el presagio indicaba que Guillermo Coria ganaría el primer Grand Slam de muchos. Que sería el número uno. Gastón Gaudio dobló los rieles de ese camino en una final cargada de dramatismo. No sabemos qué hubiera pasado si ganaba Coria, que llegó a tener dos match point, porque lo que siguió fue el reinado de Nadal en París, sus catorce títulos, lo que impide el ejercicio de cualquier ucronía.
La época que se apaga es la de los súper atletas. Como Nadal, como Federer, como Messi, como LeBron James. Deportistas que rompieron todo y que pusieron a prueba nuestra capacidad de asombro. ¿Qué sigue después de todo eso? ¿Cómo volver a asombrarse? La tentación es precisamente caer en la nostalgia. Pero la aparición de los nuevos jugadores no dan tiempo para eso.
A Sinner y Alcaraz le presentan batalla otros tenistas mayores, de otra edad, como Daniil Medvedev y Alexander Zverev. El italiano, aunque tiene sus duelos con el ruso, construye su rivalidad con el español, el que le ganó en semifinales de Roland Garros. Sinner es el que asoma. En Atractores extraños, un bellísimo libro de Franco Bronzini que acaba de publicar editorial Mansalva, el autor ve a Sinner mucho antes de que ganara el primer Grand Slam y asaltara la cima del ranking. “Está llamado a ser el mejor tenista italiano de todos los tiempos, por encima de Pietrangeli, Panatta y Fognini”, escribe Franco.
“Lejos de la impostación de los súper atletas -sigue el texto sobre Sinner-, es sin embargo poseedor de una capacidad motriz fuera de lo normal y la cabeza de los grandes deportistas, pero siempre un chico de montaña. Fue campeón infantil de esquí, pero su pasión es el tenis, y por eso bajó de las montañas y se radicó cerca del mar. Para seguir su pasión. Está llamado a ser un fenómeno. En el deporte solo se tiene la confirmación de las expectativas con el transcurrir del tiempo, siempre a tiro de una lesión que termine con una promesa”.
En Atractores extraños, Franco Bronzini va de Sinner a Ivan Lendl y John McEnroe, de Miguel Jordan a Uby Sacco, todos ellos mezclados con Frank Zappa, Kate Moss y David Bowie. “Ve el mundo a partir de detalles y anécdotas para crear un mapa, un escenario de lo contemporáneo y de la historia de las últimas décadas”, escribe el editor Damián Tabarovsky en la contratapa del libro. Porque también ver a los deportistas de nuestra época es ver al mundo que habitamos. Sin nostalgia, con lo que nos tocó, nos toca y nos tocará, intentando pensar en que lo mejor está por venir.