“Entrego mi cabeza porque no estoy dispuesto a presentarme de rodillas ante ningún tecnócrata mesiánico.” Corría el año 1995 cuando el ex gobernador de Córdoba, Eduardo Angeloz, cedió en el último round de la pelea que encabezó el entonces ministro de Economía de Carlos Saúl Menem, Domingo Felipe Cavallo, contra las provincias. Veintinueve años después, bajo un gobierno de extracto peronista, el joven heredero del cordobesismo reutiliza la metáfora anatómica y se pone al frente de una pelea que promete ser larga y escabrosa. “Córdoba no se arrodilla”, vaticina su gobernador.
Desde la caída de la Ley Ómnibus, Martín Llaryora es, junto a su par santafesino Maximiliano Pullaro, el enemigo declarado del gobierno nacional. El presidente no sólo no oculta su enojo con los gobernadores, a quienes apunta como principales responsables de su debacle legislativa, sino que además decidió castigar a las provincias con la quita del subsidio al transporte público y la eliminación de los fondos para el incentivo docente.
El cordobés fue el primero en diferenciarse del liberatario y adelantó que en su provincia se mantendrán todas las tarifas diferenciales vigentes. «No cuenten conmigo para entregar a Córdoba, a los trabajadores y a la región productiva de la Argentina», declaró durante su raid mediático. El plan del gobernador imita a la perfección el de sus padres políticos: los intereses de la provincia primero, el resto después se arregla.
La “Cataluña argentina” -como calificó Patricia Bullrich a la provincia mediterránea que en 2015 y 2023 le dio los votos ganadores a dos de los tres gobiernos en lo que ocupó una banca ministerial- no es inexperta en la disputa con el estado nacional. En el Panal aún recuerdan las acaloradas riñas que protagonizaron Juan Schiaretti y José Manuel de la Sota contra las gestiones de Néstor y Cristina Fernández de Kirchner. Y si bien encuentran algunas similitudes, para nada se atreven a comparar las situaciones.
“Néstor y Cristina hicieron lo suyo, pero no eran tontos. Tenían cintura y todas sus decisiones estaban acompañadas por un marco político. Este tipo es un loco. No decide políticamente. Todo es por impulso. No te podes meter con todos los gobernadores sin esperar que haya reacción”, dijo a Tiempo un experimentado armador cordobés que lee con preocupación la situación nacional y los modos que adoptó el presidente.
En Córdoba preocupa la volatilidad del libertario. La difusión de listas con los nombres de los opositores que votaron contra la Ley Bases prendió las alertas en casa de gobierno y, si bien Llaryora salió a repudiar este mecanismo al que calificó como fascista y advirtió que el interior no se arrodillará ante Nación, la imposibilidad de predecir a Javier Milei obligó al gobernador a bajar la intensidad de su discurso.
«Creo que es un momento para consensos, creo que es un momento para evitar agravios que no tienen sentido, sino que es un momento para dialogar y que en conjunto podamos sacar la Argentina adelante”, dijo el sanfrancisqueño en una declaración conciliadora. La misma actitud se vio reflejada en su vice, Myrian Prunotto, quien rechazó sumar su firma a un duro comunicado que encabezó su par bonaerense, Verónica Magario, contra las políticas económicas que adoptó el ejecutivo. El operativo para calmar las aguas se puso en marcha.
El plan del cordobés es mantener a rajatabla el modelo de gestión que caracteriza a la provincia para hacer frente a las políticas que implementará el Ejecutivo, mientras busca capitalizar el reconocimiento que le dará ser uno de los líderes de la región centro, a la que le fortalecerá el músculo para dar la pelea por los recursos provinciales. “Queremos hacer una especie de liga de gobernadores”, resumió ante este medio un colaborador del mandatario.
Llaryora sabe que Axel Kicillof buscará, como él, comandar la nueva etapa del peronismo por lo que apuntará a levantar su perfil y posicionarse, al igual que sus antecesores, como una opción federal lista para asumir la gestión cuando sea necesario. Para eso el heredero del cordobesismo inició la construcción de un nuevo armado en el que confluirán partidos de todo el arco político y donde la unión con los nuevos doce gobernadores -a quien un asesor del cordobés califica como “los apóstoles”- será su base de sustento.
Esta semana el peronista sumó a su gabinete a dos ex intendentes radicales Luis Azar y Daniel Salibi, dirigentes que trabajaron para la candidatura a gobernador de su coterráneo Rodrigo de Loredo. Los boina blanca se suman a la conquista del diputado Oscar Agost Carreño, presidente del PRO, en Córdoba, quien se sumó a la bancada Hacemos Coalición Federal que integran los siete diputados que acompañaron a Schiaretti en su carrera nacional.
En este marco, este jueves intendentes cordobeses participarán de una cumbre en el anexo de la Cámara de Diputados con legisladores en donde plantearán su preocupación frente al avance de las políticas del libertario. Este será el primer gran movimiento del gobernador, quién moverá sus fichas nacionales desde la provincia a la espera de las próximas definiciones frente a la posible alianza entre La Libertad Avanza y el PRO.
Fiel a sus predecesores, Llaryora continuará ofreciendo gobernabilidad pero no se involucrará en ningún espacio que abogue por la profundización de la grieta. “En algunas cosas los bancamos, pero hay banderas que no se pueden bajar. No somos la Cataluña argentina, pero tenemos poder propio”, sintetizó a Tiempo un alfil del gobernador.