Decir que con Pistas Liliana Vitale se convirtió en cantante es, sin dudas, una exageración. Sin embargo, algo de eso hay. “Como lugar en la cancha, nunca estuve ahí”, asegura acerca de esta nueva experiencia. “Siempre mi canto se dio a partir de lo que sucedía entre el piano y yo. En algunos momentos, igual que ahora, sí trabajé con guitarristas, por ejemplo, con Sergio Ávalos. Pero esta propuesta de que alguien venga a tocar el piano y yo sólo cante, bueno…”, dice la intérprete cuya tarea, en su flamante álbum registrado en vivo tanto en sonido como en imagen, está acompañada por Alejandro Manzoni en piano, Facundo Guevara en percusión y Guido Martinez en contrabajo.
“La historia de mi vida es la liberación de la voz. O sea, liberarse de los estereotipos y también de haberlos comprado, de haberme alterado, de haber cambiado, mentido. Pero cantar sin tocar un instrumento es un lenguaje distinto; antes estaba con las manos en el piano. Ahora el cuerpo puede abrirse, gritar: esas situaciones en donde ambas cosas suceden están geniales”
También se puede decir que el muy buen trabajo de Pistas tiene varias literalidades. La primera es que se trata de temas surgidos del ciclo que el año pasado hizo Vitale en Pista Urbana, el club de San Telmo en el que recreó canciones de varios autores, algunos que ya había visitado de otras maneras a lo largo de su trayectoria, y otros que aborda por primera vez. “Hay un buscador en una, que se activa cuando llega a algo que llama la atención”, cuenta sobre la selección de los diez temas que integran el disco. “Es una especie de agradecimiento por aquello de lo que cada una de esas canciones me salvó. Así se eligen los temas: vienen como a salvarte la vida. Y aparecen en el cotidiano canciones que son incluso de los alumnos, porque -por ejemplo- El corazón es el lugar, de Pablo Dacal, la escuché en una clase. Y a mí me resonó.”
Otra literalidad es que el ciclo, el álbum y su próxima presentación en Café Berlín, ofrecen indicios de nuevas búsquedas. “El disco se fue armando durante el año pasado. Ya había en mi torrente sanguíneo unas cuantas de estas canciones, a partir del móvil de un texto de (Julio) Cortázar llamado Me caigo y me levanto. Por eso el espectáculo se llamó así también, Me caigo y me levanto. Era un poco la pregunta acerca de la salud y la enfermedad, pero no tenía que ver con la pandemia. Ese texto lo tengo grabado y filmado desde hace unos cuantos años, salió en 2013. Y empezó a pasar otra cosa y empezaron a surgir temas, poemas, y esta necesidad de darle un volantazo al presente”.
Una búsqueda artística y personal
-¿Qué sería “darle un volantazo al presente”?
-Vivir en tiempo y espacio. Estar ubicada más allá de la generación a la que pertenezco dentro de la historia. Al dar clases me conecto todo el tiempo con lo que pasa, y la verdad es que soy todo lo contrario de lo conservador. Cada cosa nueva, digo: ¿a ver qué es esto?
-Incluso pese al riesgo de la desilusión.
-La desilusión está buenísima, porque era una ilusión. Prefiero ver y celebrar eso, porque hay más que si se concreta mi ilusión. Voy a lo que me llama la atención: un timbre de voz, la manera de llevar un groove, un texto. Pero sobre todo, la voz. Es lo que atraviesa mi vida, mis búsquedas, y los encuentros, y las despedidas y todo. El afán de encontrarle una vez más una salida a la voz, habiendo atravesado un montón de cosas con mi propia voz y las de otros, porque creo que esto también es una historia propia y colectiva: estar en el camino de pensar qué más tiene la voz para soltar, liberar, cómo se cura; hay una metáfora enorme en el sonido que uno emite. Por eso, además de temas que hicimos en Pista Urbana, eran también temas como pistas, como planos del tesoro.
Esos tesoros son: “Fe” (Palo Pandolfo); “Vamos a levantarnos para ver las flores del jardín” (Edgardo Cardozo); “Por eso el canto” (Nora Benaglia); “A pique” (Juan Quintero), “Vero Vero” (Liliana Vitale), “El corazón es el lugar” (de Pablo Dacal, con arreglos de Liliana Vitale y Guido Martínez); “Reverdecer” (Perotá Chingó), “Lo peor” (Ezequiel Borra); “El marco” (un texto de Georgina Hassan, con música de Liliana Vitale y Alejandro Manzoni); y “Mi amor” (Florencia Ruiz). Tan colectiva siente la historia la cantante, que dice que quiere agradecer especialmente a su hermano. “Todo esto se realizó en tiempo y forma porque Lito es un hacedor, un capo en concretar cosas, y en decir: es ahora, tenemos el piano afuera, hagámoslo (porque el disco es un registro tomado en vivo, pero no directo de los shows). Yo, que soy más demorona, quizás hubiera esperado. Esto de haberlo realizado se lo agradezco muchísimo a mi hermano, que es un groso en generar acciones y trabajo para todos y todas. Es ese corazón de oro y esa generosidad puesta a toda prueba”.
Y pese a todo, Pistas es un disco a escuchar en vivo. “Vayan a Café Berlín. Y después vamos a estar en Paraná, en Santa Fe, quiero ir a Córdoba. Y me dan muchas ganas, porque a veces no me dan tantas (risas), pero me gustaría compartir esta celebración, porque hay temas de otros tiempos de (Alberto) Muñoz, temas uruguayos que hice en los años ’80 y canciones que también suenan con el grupo. Y ahí se siente mejor cómo es y también cómo cambia la búsqueda de ese elemento que te constituye, eso que te hace hoy”.
Liliana Vitale en vivo
Presenta su álbum Pistas. Con Facundo Guevara (percusión), Guido Martinez (contrabajo) y Alejandro Manzoni (piano). Domingo 16 de Abril a las 20 en Café Berlín, Av. San Martín 6656.