Ante la inminente llegada de Javier Milei a San Miguel de Tucumán para participar del acto por el 9 de julio, el Municipio intentó desalojar una histórica feria de libros usados que funciona hace 33 años en un predio lindante a la Casa Histórica por cuestiones estéticas: para que el presidente vea la esquina «limpia».

“Rompieron el candado de dos kioscos, sacaron los libros y los tiraron a un camión”, cuenta a Tiempo Alberto Aguirre, uno de los feriantes históricos. El desalojo fue frenado por la intervención de los mismos feriantes, quienes no habían sido apercibidos de manera previa. Cuando la empresa privada de recolección de basura 9 de Julio, por órdenes del Municipio, comenzó a tirar los libros a la basura, los trabajadores se comunicaron con un abogado e hicieron la denuncia policial.

“El abogado nos dijo que eso que estaban haciendo era daño y robo, al haber violentado kioscos y romper candados ya que se trata de propiedad privada y además que quien lo estaba haciendo era una empresa tercerizada”, cuenta.

A las pocas horas, los hechos trascendieron a los medios locales, entonces las autoridades municipales se comunicaron con los feriantes, quienes durante este viernes serán recibidos por el presidente del Concejo Deliberante, mediante gestiones realizadas por el concejal Gastón Gómez (Libres del Sur).

Las fotografías que circularon del hecho forman un paisaje triste del momento político que vive el país: decenas de libros arrojados con descuido a la caja de un camión por la empresa tercerizada 9 de Julio que recolecta los residuos urbanos en la ciudad. Un descarte de libros en el nombre de la Independencia.

Libreros desde hace mas de 40 años

Aguirre cuenta que la feria de libros usados existe desde hace más de 40 años, “se creó en 1976, la época dura” y que fue trasladada varias veces hasta que en 1991, cuando Tucumán se encontraba bajo intervención federal, les fue otorgada la autorización para funcionar en el predio lindante a la Casa Histórica que pertenece a la nación.

“El interventor Chiche Aráoz y el ministro de Gobierno Troncoso nos dijeron ‘busquen un predio y vemos cómo arreglamos’ y esto era todo monte. Cuando tomamos posesión, sacamos 15 contenedores con basura, limpiamos el predio y aquí funcionamos desde hace 33 años”, recuerda.

Posteriormente, la intendencia les pidió que aceptaran que la feria se ampliara a otro tipo de emprendimientos. “El entonces intendente Amaya nos dijo que sabía que teníamos la posesión y nos contó que esta gente quería trabajar en el predio, nosotros también somos trabajadores, humildes, libreros y aceptamos que venga la feria de emprendedores en la plaza sur, ahí se dividió en dos el predio”, expresa.

Los libreros de la Casa Histórica son 14 y, dice Alberto, no solo se puede encontrar cualquier tipo de libro allí, sino que también hacen las veces de guías turísticos por el lugar en el que están emplazados. Pero además, tienen que rebuscarse para vivir porque no alcanza.

Por día se venden algo así como diez libros, entonces si yo vendo alguno, otros compañeros no venden nada y tienen que salir a rebuscarse porque nosotros somos vendedores. Esta feria nació de los que trabajamos vendiendo en la calle, ninguno tuvimos la suerte de trabajar en el estado o en una empresa, somos trabajadores que vivimos al día”, comenta. Además de libros, Alberto vende sombreros y ponchos en festivales folklóricos del norte.

La estética trabajadora no alcanza

La afluencia de turistas, sobre todo jubilados, en la zona de la Casa Histórica, hace que la feria sea uno de los destinos más visitados por ellos, sobre todo cuando las oficinas de Turismo cierran. Por eso, explica Alberto, ellos han dispuesto mesas y sillas para exhibir los libros, prestarlos y vender. Son esas costumbres las que no se condicen con la estética que espera darle el Municipio al presidente de la Nación.

“Siempre vienen, faltando un mes o 20 días para el 9 de julio y de ningún gobierno tuvimos ayuda, mejoramiento, nosotros estamos dispuestos a pagar las mejoras, no queremos que nos regalen nada, queremos diálogo”, asegura. Aguirre aclara que los feriantes son gente trabajadora, humilde, «pero que también tenemos cultura”.

Nos dijeron que tenían que cambiar la parte estética, que no podíamos tener mesas y sillas pero acá vienen turistas, gente mayor, y nosotros les ponemos los libros y dejamos que se sienten, a los turistas hay que tratarlos bien, también a los jubilados que vienen a conocer Tucumán y a veces no les alcanza para comprar un libro”, expresa.

“Los libros no estaban mojados ni a la intemperie”

Desde el Municipio, Carolina Oliver, subsecretaria de Relaciones Institucionales, declaró a La Gaceta que no se trató de un intento de desalojo. “Lo que se hizo es parte de un trabajo que comenzó hace dos meses, cuyo objetivo es poner en valor la plaza junto a la Casa Histórica y la plaza de los Congresales”. Asimismo, manifestó que el operativo incluía un proceso de empadronamiento de los comerciantes y artesanos que operan en la zona.

Iniciamos el empadronamiento hace dos meses, y hasta la fecha hemos registrado a tres libreros, quienes eran los únicos en condiciones de operar legalmente. El resto eran puestos abandonados y en mal estado, con material acumulado, libros mojados y rotos, y basura esparcida por todas partes”, aseveró.

Sobre los libros, aseguró que “estaban mojados, rotos y a la intemperie. Cualquiera que considere que son de su propiedad y que tienen algún valor puede reclamarlos sin problemas”.

Consultado por estos dichos, Aguirre enfatizó “no es como dice la subsecretaria, hay imágenes de cómo tiraron los libros arriba de un camión. Los libros no pueden ser basura, son cultura y no estaban mojados ni a la intemperie. ¿Cómo es que el Municipio contrata a una empresa privada para que haga esto?”.

Y acota que los feriantes no quieren confrontar, cuenta que presentaron sucesivos proyectos de ordenanzas para mejorar el predio en gestiones anteriores, que no quieren que les regalen nada. Que lo único que quieren es trabajar.