A veces, los libros infantiles no son valorados como merecen, como si realizar una obra de calidad literaria destinada a los lectores más pequeños no demandara un trabajo igual de arduo. Como si en ellos hubiera menos arte. Para desmentirlo presentamos tres libros para chicos que ameritan ser abordados con la misma seriedad que una novela de Murakami o de Paul Auster.

Se trata de Mientras tanto en la Tierra (Fondo de Cultura Económica), Peque y Lolo (Pípala) y El día en que la Tierra y la Luna se pelearon (Limonero). Cada uno propone un viaje, que quizás no sean más que etapas dentro de un único y gran itinerario por distintos aspectos de la naturaleza humana.

Viajar en libros

El título de El día que la Tierra y la Luna se pelearon es elocuente. Escrito por el irlandés David Duff e ilustrado por la italiana Noemí Viola, el libro imagina que luego de una discusión el satélite plateado decide separarse de su eterna compañera después de 4,5 mil millones de años. En busca de destinos más cálidos, parte rumbo al sol y en el camino conoce a Venus y Mercurio. Sin embargo, por una u otra razón con ninguno de ellos se siente cómoda.

Lo mismo le pasa cuando enfila hacia el lado opuesto del sistema solar y se cruza con el resto de los planetas hasta llegar al distante Plutón. La travesía le permite a la Luna revalorar su vínculo y volver a pasar el rato con su amiga de toda la vida. Los dibujos del libro, coloreados a marcador, remiten a los que los chicos realizan en sus cuadernos escolares. Las dos últimas páginas compilan una serie de datos que le aportan a los lectores algunos conocimientos sobre astronomía, física y química, equilibrando lo poético y lo didáctico.

El mismo itinerario es el que propone Mientras tanto en la Tierra, del norirlandés Oliver Jeffers. Solo que acá los que recorren el sistema solar son un padre y sus dos hijos a bordo del coche familiar. Un viaje que no estaba planificado, sino que cuando el padre ve a los dos chicos peleando en el asiento trasero decide embarcarse en un paseo educativo. Como el trayecto es realizado a una velocidad automovilística de 60 Km/h, completarlo demanda miles de años. Tiempo que el adulto aprovecha para ir hacia atrás en la historia y realizar un recuento de los distintos conflictos que los humanos mantienen desde su origen.

“Siempre pensamos que la Tierra es tan grande que es mejor dividirla en partes más pequeñas. Parece que los humanos siempre peleamos por el territorio”, explica el papá a sus hijos. La Segunda Guerra Mundial coincide con la llegada a Venus, el viaje a Mercurio con la explotación europea de África y el paso por el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter con la llegada española a América. Y así hasta la Era de Hielo en Plutón. Con astucia y a partir de sus bellísimas ilustraciones, Jeffers combina la astronomía con la historia para realizar un abordaje filosófico, casi hobbesiano, del ser humano.

De los tres libros, Peque y Lolo es el que propone el relato en apariencia más inocente, más naif, pero también el más profundo y poético. Escrito e ilustrado por la británica Roisin Swales, retrata la amistad entre una ardilla y una tortuga que se sienten insuperables. Hacen todo juntas: trepan, comen, juegan, corren. Hasta que un día algo cambia: Lolo, la tortuga, ya no quiere hacer nada y desaparece dentro de su caparazón. Y a pesar de los esfuerzos de Peque, no hay nada que la convenza de volver a salir. Hasta que un abrazo rompe el “hechizo”.

Ya desde la dedicatoria de la autora a su abuela (“Fuimos un equipazo”, dice), es posible pensar que no se trata solo de una historia acerca del valor de la amistad, sino sobre la pérdida, incluso sobre el duelo. Así y todo, no hay en su desarrollo una mirada melancólica ni oscura. Por el contrario, Peque y Lolo se aferra con una ternura conmovedora al valor del afecto contenido en un abrazo que a veces, como lo expresa la misma dedicatoria en tiempo pasado, solo se puede dar a través de la memoria.

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