El calor del año electoral ya se hace sentir desde enero. Las campañas, alianzas, y nombres, suelen comenzar por el retador. Los oficialismos, confiando en la continuidad del envión inicial, esperan. Sin embargo, esta vez la danza de nombres, los globos de ensayo, saltos de tranquera, con el inevitable resentimiento del abandonado, y las alianzas veraniegas, arrancaron del lado del oficialismo. Resulta muy sugestivo, sobre todo viniendo de un gobierno que reniega de la política, intentando afirmarse sobre el concepto de negación de los otros, al punto de autodefinirse como “el mejor de la historia argentina”. 

Existen varios temas confluyentes que conjugan las contradicciones entre objetivos ambiciosos, como las reformas estructurales, ahora llamadas “reformas verdaderas”, y las debilidades de una economía que se presenta como exitosa, celebrada por las corporaciones empresarias locales y extranjeras, pero que en lo relacionado con la vida de la ciudadanía, en términos sociales, ha generado una caída vertical del nivel de vida de las mayorías. 

Recordemos que gobierna un partido que salió tercero en las elecciones generales. Para ganar el balotaje debió negociar a cielo abierto con la representación más fidedigna de la casta política y corporativa: Mauricio Macri. La Libertad Avanza no tenía estructura partidaria. Un año después intenta crearla a los manotazos, y recibiendo a garrochistas que abandonan la nave quebrada. Necesita armar listas competitivas, y no trepida en caranchearle al PRO. Una pelea de derechas y ultraderechas. 

Para este 2025 el gobierno se propone llevar a cabo importantes reformas como la laboral, la previsional y la tributaria. Si el primer año lo quieren presentar como el de la transición, la estabilización, la “motosierra y licuadora”; para el segundo ya anunciaron “reformas verdaderas” y “motosierra profunda”. A diferencia de 2023, ahora los votantes han tenido la oportunidad de experimentar la motosierra en su propia carne. El ajuste no tocó a la verdadera casta, el capital monopólico, sino que recayó sobre los trabajadores, jubilados, estudiantes, el sector de la salud, la cultura y las pymes. Se diseñó una economía que premia al mundo financiero y especulativo, y al extractivismo, mientras la producción y el empleo sufren una verdadera mutilación, ya sea en las manufacturas, el agro y los servicios.  

La economía para los trabajadores y clases medias está en franca declinación, de aquí que resulte cada vez más difícil sostener el relato triunfalista ante el electorado. Por eso desempolvaron las antiguas promesas de la dolarización, que habían pasado al olvido, y ni sus votantes reclamaban. A partir de fines de febrero se permitirá la competencia de monedas, con precios exhibidos en dólares y pagos en dicha divisa. Esta medida también denota un apuro palpable. La convertibilidad en los noventas funcionaba con dólares que entraban por endeudamiento y el remate de los grandes activos del Estado. Ahora quieren dolarizar sin dólares, pues todavía las reservas netas del Banco Central son negativas. No pueden esperar. Están apremiados. 

Otra medida tomada de urgencia fue la reducción de la tasa de devaluación mensual del 2% al 1%. Milei había dicho que lo iba a hacer cuando la inflación llegara a 2,5%, fue de 2,7% y lo hizo igual. Son indicios de que hay un apuro evidente. Temen que se les derrita el helado de la libertad antes de tiempo. 

Evaluando la situación real de la economía, la producción, el empleo y la inflación, entenderemos mejor cómo le aprieta el zapato al proyecto de LLA. 

La actividad acumula hasta octubre (último dato disponible) una caída del 2,7%, a pesar de la incidencia positiva del sector agrícola contrastante con la sequía del año pasado. Durante el tercer trimestre de 2024 se registraron caídas significativas en la inversión (-16,8%), en gran parte como consecuencia del pobre desempeño en la actividad de la construcción pública y privada. También se redujeron el Consumo Privado (-3,2%) por la caída de los ingresos reales de la población y el Consumo Público (-4%) por la fuerte reducción del gasto fiscal. Según la consultora Scentia, el consumo masivo en diciembre 2024 fue el peor en dos décadas. Bajó 18% respecto a diciembre del año anterior, y tuvo una contracción de 13,9% en doce meses. Debemos remitirnos a la crisis de 2002 para encontrar un guarismo peor en el consumo. Dicho sea de paso, ese año fue la crisis de la salida de la convertibilidad, y ahora están los mismos burócratas queriendo hacer las mismas cosas o peores. 

El único incremento en la actividad vino por el lado de las exportaciones (+20,1%) dada la mayor oferta de granos y energía. Del análisis sectorial, también durante el tercer trimestre 2024, surge que tanto la actividad industrial como comercial se redujeron un 6% interanual y la construcción un 15%. Caídas que no fueron compensadas por el buen desempeño del agro: 13,2% y la mayor producción de petróleo: 6,6%. 

Las cifras de empleo reflejan esta realidad sombría. A pesar de la fuerte caída mensual de los trabajadores monotributistas en octubre pasado (último dato disponible) y la suba de trabajadores registrados ese mes, estas variaciones no lograron revertir la tendencia vigente desde la asunción de la gestión de Milei. Durante su ascenso a la presidencia hasta ahora se perdieron casi 100.000 trabajadores registrados.  

Por su parte, el Índice de Precios al Consumidor del mes de diciembre registró un alza mensual del 2,7% en su nivel general, cerrando el año 2024 con una inflación anual del 117,8%. A diferencia de lo manifestado por los funcionarios de gobierno, no se puede considerar esta moderación de la inflación como un logro, ya que se obtuvo a costa de menor actividad, menor empleo y menores ingresos, o sea de una severa recesión. Además, al interior del indicador se observa que los precios de los servicios -principalmente los “regulados”, en cuya variación tiene una importante injerencia el gobierno- crecieron por encima del promedio. Tal es el caso del ítem “Vivienda, agua, electricidad y otros combustibles” que mostró un crecimiento mensual del 5,3% y acumulado durante todo el año del 248%. El rubro Comunicaciones, que también orbita dentro de precios regulados, reflejó un incremento mensual del 5% y un acumulado del 186,4%. Estos aumentos son la consecuencia de la política de quita de subsidios a las tarifas de servicios públicos implementada por la gestión mileísta. Por su parte, la inflación núcleo, que comenzaron a medirla los liberales en el gobierno de Macri, diciendo que es la que realmente importa, dio 3,2% en diciembre, cuando el mes anterior había sido 2,7%. 

Ante la evidencia inapelable del deterioro del mercado interno y de las condiciones de vida de la ciudadanía, el gobierno, con el apoyo del poder económico y mediático, sostiene su narrativa triunfalista. Dirán que lo mejor está por venir, siempre y cuando el pueblo y los parlamentarios se allanen a las “reformas verdaderas”. Como advirtió el Papa Francisco, en las próximas elecciones habrá que desenmascarar a estos “flautistas de Hamelin”. «