No hay censura previa en la Argentina. El Estado no interfiere en los contenidos que publican los medios de comunicación. La Constitución Nacional, en su artículo 14, protege la libertad de prensa, y en otros impide que se dicten leyes que la restrinjan o que afecten el secreto de las fuentes periodísticas. Cuando la ONU instituyó el 3 de mayo, hoy, como Día Mundial de la Libertad de Prensa, explicó que así fomentaba la idea de que “una prensa libre, pluralista e independiente es un componente esencial de toda sociedad democrática”. Difícil no acordar con ese postulado: la libertad de expresión es uno de los pilares más sólidos de la democracia, y junto a ella, el ejercicio sin restricciones de la tarea periodística.
¿Qué hacemos los periodistas con eso? Podemos buscar la verdad. O podemos, por el contrario, disfrazarla, ocultarla. Podemos defender los intereses de las grandes mayorías. O los de un reducido núcleo de poder económico. La libertad de prensa y la honestidad intelectual de los periodistas parecen parte de la misma cosa pero, cuando una no acompaña a la otra, lo jurídico y lo ético se bifurcan por caminos irreconciliables. La farsesca dicotomía entre prensa “independiente” y periodismo “militante” ha buscado acallar esa evidencia: que todo se milita, los derechos de los trabajadores, como hacemos algunos medios, o los privilegios de quienes los esquilman, como hacen otros. Ahora bien: defender a estos últimos y que no se note obliga muchas veces a torcer la realidad. Incluso mentir. Y todo atravesado por la pelea que dan los periodistas dentro de los medios contra el pensamiento único que, en función de sus propios intereses, suelen imponer sus dueños.
Libertad y honestidad, entonces, no siempre juntas, y en estos días muy lejos una de la otra en las páginas y las pantallas del conglomerado de medios corporativos dispuesto a aguijonear las peores paranoias de los lectores, soliviantándolos en sus balcones, para condicionar a un gobierno que, con sus errores (de gestión, sobre todo de apreciación) y en medio de una crisis sanitaria (y financiera) sin precedentes, no podría calificarse sino de progresista.
Sintomática de esta ya paroxística tensión entre libertad y honestidad fue la tapa de ayer de un “conocido matutino”. Una jueza asegura que “en medio de la ofensiva para favorecer la excarcelación de presos comunes, que complica al presidente”, fueron liberados 176 violadores. Luego se desdice. El medio no chequea la información, no la confirma, pero igual la pone en tapa. Concede al lector el beneficio de la duda –algo nada habitual– y titula entre signos de interrogación. ¿Soltaron a 176 agresores sexuales? No. Poco importa.
Libertad y honestidad. ¿Qué hacemos con eso los periodistas de medios autogestionados y cooperativos? Este domingo, para honrar la efeméride, te contamos, entre otras cosas, cuál es la compleja situación de los trabajadores de prensa de medios privados, en un contexto de recortes y aprietes que dificultan el ejercicio periodístico en medio de la pandemia, y seguimos reivindicando nuestra tarea profesional, verdaderamente libre, sin otro compromiso que el que tenemos con los lectores.