La miseria se puede planificar desde el Estado. Rodolfo Walsh lo denunciaba en la Carta abierta a la Junta Militar que publicó el 24 de marzo de 1977, la que le costó la vida. Sin memoria de aquel proceso que tenía sus bases en el hambre del pueblo mientras era defendido con la represión de las fuerzas armadas, hoy las políticas neoliberales de Javier Milei recrean un escenario de crueldad. La caída del salario real, alta inflación, desempleo, desregulaciones, ataque a diferentes colectivos y al sistema público, violencia institucional contra aquellos que quieran protestar.
Hoy una idea se erige como base del gobierno: sacar al Estado de la escena. Se quita asistencias, programas, financiamiento, controles. Se va del territorio. Y cuando eso pasa, otros entran a remplazarlo. En los barrios vulnerables esa figura la encarna el mundo narco, al cual el gobierno dice combatir.
De esa contradicción habla Leonardo Silio, sacerdote del movimiento de Curas Villeros –encabezado hace cinco décadas por el padre Carlos Mugica, asesinado por la Triple A–. Trabaja en 15 barrios populares de Moreno sur, en el Conurbano. Ahí donde la realidad cruje y se desangra. «Desde la pandemia venimos trabajando fuertemente con todo lo que es alimentario, teníamos algunos merenderos pero tuvimos que transformarlos en comedores, en ollas populares. En los últimos meses se agrandaron muchísimo, hoy en la parroquia San Martín de Porres tenemos siete comedores donde todos los días comen 2500 personas, en su gran mayoría niños, niñas y adolescentes que están en edad escolar. Vienen antes de ir a la escuela porque si no van con el estómago vacío, eso nos duele muchísimo».
–¿Qué cambió en los comedores con el gobierno de Milei?
–La olla ha sido fundamental para las familias de nuestros barrios desde diciembre. Antes, la gente venía a la olla y se ahorraba un peso para poder ir al médico o comprarse el remedio. Hoy viene porque si no no come, ya ni toma el remedio, ni puede viajar. Nuestra estructura de comedores funciona a la mañana y a la tarde. Nos damos cuenta que antes la olla paliaba una de las comidas del día pero ahora la gente está yendo a la mañana y a la tarde porque ya no tienen ni para la mañana ni para la tarde. Hoy, la olla popular es prácticamente todo el plan alimentario de muchas familias de nuestros barrios. Tuvimos que ir bajando cosas de nuestras ollas debido al aumento de los alimentos. Eso es un riesgo para nuestras familias. Frente a la falta de recursos que tenemos también nos preocupa la calidad de los nutrientes.
–¿Qué pasó con los fondos estatales que recibían los comedores?
–No han sido actualizados a la inflación, lo poco que hemos recibido se termina rápido. La demanda de fondos es constante y la calidad alimentaria ha bajado muchísimo.
–¿Cuál es el impacto que se vive en los barrios populares por la retirada del Estado?
–Vamos notando día a día esa desilusión, ese vacío en nuestros vecinos más humildes que lamentablemente están acostumbrados a sufrir pero cuando el sufrimiento se acrecienta genera un estado de desesperación, de abandono. No se sienten como una parte fundamental de nuestra patria. Y nuestros pobres lo son. Ellos sostienen y acompañan muchas estructuras de nuestra sociedad, y en los planes políticos y económicos están totalmente descartados.
–¿Cómo opera el narcotráfico ante la ausencia del Estado?
–Es una regla de tres simple: cuando desaparece el Estado, aparecen otras cosas en el barrio y no son justamente buenas. Por eso desde el equipo de Curas Villeros siempre bregamos por una presencia inteligente del Estado, nos parece importante porque frente a su ausencia empiezan a crecer otras fuerzas. La del narcotráfico impacta mucho en los adolescentes y niños del barrio. Ellos, fácilmente, entran en el comercio de la droga para tener ese dinero que no pueden alcanzar de otra forma. Nos encontramos con que muchísimos chicos han abandonado la escuela porque se encuentran inmersos en este flagelo tan dramático.
–¿Cómo se vincula el narcotráfico y la cobertura de necesidades básicas en los barrios populares?
–Hay muchas realidades en diferentes barrios con dinámicas muy distintas. Sabemos de muchos espacios donde la persona que tiene el dinero es la persona que maneja el barrio. Cuando desaparece el Estado, también aparece el pudiente (en el caso del barrio es el narco), para sostener una olla popular, una escuela, un jardín, un montón de cosas. Esa persona que está ganando dinero ilícitamente y haciendo mal a tantas familias, termina siendo el héroe del barrio. Ya desde la pandemia se venía profundizando el problema, sobre todo en nuestros jóvenes. A los hogares de Cristo se acercan cada vez más pibes y pibas de 16 o 17 años a pedir ayuda, con un camino de varios años en las adicciones.
–¿Qué tiene que suceder desde lo político para que mejore la calidad de vida de las personas de los barrios populares?
–Primero hay que mirarlas. Tenemos que hacernos cargo y mirar a esas personas que están sufriendo en los barrios. No concentrarnos solo en un plan económico y que esas personas sean lo que quede al costado del camino. Eso es lo que los obispos plantearon el otro día en la visita al presidente. No hay que olvidarse de que existen los pobres y por más que no los miremos, que no nos interesen o les saquemos el Estado, ellos van a seguir estando. Despreciar a los pobres es una forma de agravio. Por eso es fundamental que el Estado vuelva a mirar y hacerse cargo de los descartados de nuestra patria.
Padres y madres afuera, infancias en soledad
El cura villero de Moreno, Leonardo Silio, alerta sobre el impacto del plan económico en la vida de las niñeces pobres. La motosierra de Milei no solo afecta los platos de comida, fomenta el avance del narcotráfico y el abandono escolar. Además, debido a la hiperinflación, las infancias crecen sin cuidados ya que sus padres deben permanecer más horas en sus puestos de trabajo y no pueden pagar para que alguien más los cuide.
“Muchos niños están solos en sus casas porque sus padres están trabajando, vienen al comedor que es parte de su vida diaria. Pasan gran tiempo solos o al cuidado de otros hermanos mayores que tal vez tienen 13 o 14 años. Eso nos preocupa, es un riesgo muy grande para nuestras niñeces que se encuentren vulnerables cuando sus padres no están en casa”, expresa Silio.
Al respecto, pondera el trabajo articulado que realizan con los centros socioeducativos de la provincia de Buenos Aires. Allí, mañana y tarde, funciona el apoyo escolar donde los niños que están solos pueden acudir para hacer las tareas y
recibir acompañamiento.
“Se han están transformado en una herramienta fundamental para acompañar a los niños, sobre todo porque vemos que los padres vuelven muy tarde a sus casas”, resalta.
El ejercicio de la memoria
“Sabemos adónde nos lleva y ya nos llevó este neoliberalismo: a más pobreza. Sabemos cómo quedó nuestra Argentina después de la dictadura militar y cómo ha quedado el Estado. También fue una devastación para toda la clase media”, dice el cura villero Leonardo Silio.
Por eso, el ejercicio de la memoria es un punto fundamental: “Este plan ya lo hemos vivido y hemos visto como nos ha devastado como sociedad y también nos ha enfrentado, creo que tenemos que evitar que vuelva a pasarle a nuestra patria, que la profundización de este proyecto no nos lleve a seguir enfrentándonos los unos con los otros”.