Editó casi 45 discos y otros tantos libros, su carrera supera las cuatro décadas, y su relación directa con el público argentino lleva más de tres y lo elevó al plano de visitante crónico. Pero el legado de Leo Maslíah trasciende los asuntos de la contabilidad. El compositor, cantante y pianista uruguayo se transformó casi en un género en sí mismo. En una marca registrada que articula una vocación inclaudicable de hacer, su pasión por poner en diálogo lo erudito y lo popular, el humor y lo muy serio, la angustia del ser y el sinsentido de la vida. Ese Maslíah que es inconfundible, inimitable e ignífugo vuelve a la Argentina.
El creador de clásicos como «Zanguango», «Biromes y servilletas» y «Corriente alterna» –entre otros– se presentará ante un público fiel que siempre lo reclama el 18, 19 y 20 de enero en Café Vinilo. El encuentro se producirá en el marco del Ciclo Uruguayos, y Maslíah hará lo que mejor sabe hacer: sorprender: «Voy a estar solo con el piano, tocando, cantando y contando. Voy a tocar cosas nuevas y usadas», aclara y oscurece el músico, fiel a su zigzagueante y escueto estilo.
Maslíah construyó una obra prolífica y singularísima circulando entre las grietas de una industria no muy afín a expresiones que sólo se rigen por sus propias pulsiones. Una de sus claves es su voracidad creativa, esa misma que en breve lo tendrá grabando el disco Cine mudo. «Consiste mayoritariamente en material que compuse para musicalizar películas mudas –adelanta–. Una uruguaya de 1929 y una de Buster Keaton».
El cantante, pianista y compositor siempre supo encontrar sus espacios de desarrollo, pero para lograrlo es necesario estar al tanto de las camaleónicas reglas de juego de la industria musical. ¿Las plataformas de streaming e Internet les dan más posibilidades a los músicos contemporáneos o los someten a condiciones más leoninas? «Creo que se da de todo. Hay ventajas y desventajas, la mayoría de los intérpretes y autores obtienen poco o nada por su trabajo, pero eso no es muy distinto de lo que pasaba antes. Hay quizá mayor circulación de las grabaciones, pero eso hay que contextualizarlo en un marco diferente, la gente que escucha en gran parte no es la misma de antes y la que es la misma igual está cambiada, modelada por las nuevas formas de vida», señala.
La naturaleza inconformista de Maslíah hace que no encaje en ninguna etiqueta. Un logro artístico y, muchas veces, una dificultad para llegar a potenciales oyentes que suelen demandar definiciones rápidas. El uruguayo funciona, musicalmente, como un des-generado. Trasciende y dialoga con múltiples géneros y estilos hasta llegar a creaciones personalísimas. Otro de sus rasgos distintivos es su humor punzante. El músico uruguayo es reconocido y festejado por su ironía, pero esas letras saladas –dirían los uruguayos– que encienden risas y a veces carcajadas son cosa seria y dicen mucho más de lo que los distraídos suponen. Aunque a él le preocupa que ese ingrediente –que de ninguna manera es omnipresente o determinante– condicione el acercamiento de actuales o potenciales oyentes. Maslíah, en todo caso, podría definirse como un incómodo perpetuo, un personaje que no termina de encajar en ningún casillero, no se preocupa por hacerlo y –mientras tanto– no deja de hacer.
Los músicos uruguayos tienen coincidencias y diferencias, como todos los humanos. Pero parecen ejercer con bastante convicción cierta conciencia artística que hace que, al menos públicamente, se reúnan y apoyen para potenciar espacios y experiencias. En este punto, Maslíah no es la excepción a la regla, pero tampoco se pierde en la condescendencia: «Es muy honroso para mí participar en este ciclo de tan gran nivel en el resto de la programación. Pero en cuanto a la escena uruguaya, en estos momentos está bastante mal, una cantidad de músicos –jóvenes y viejos– que componen o interpretan cosas muy valorables son ignorados y la mayoría de la gente escucha idioteces». «
Ciclo uruguayos.
Fernando Cabrea 13 de enero. Leo Maslíah, 18, 19 y 20. Hugo Fattoruso & Daniel Maza, 24 y 25. Siempre a las 21, en Café Vinilo, Gorriti 3780.