Desafiar los mandatos sociales de una época, sobre todo cuando se es mujer, tiene su precio. Lola Mora (1866-1936) no sólo se dedicó apasionadamente a un arte considerado masculino como la escultura, sino que, además, se casó con hombre al que le llevaba casi 20 años, Luis Hernández Otero. Infructuosamente, además, quiso ser madre después de los 40. Su matrimonio culminó en separación, sumando un elemento más a sus variadas desdichas.

A su atrevimiento de dedicarse a un arte “de hombres”, se sumó la desnudez de muchas de sus piezas escultóricas que ofendieron a una sociedad pacata e hipócrita cuyos prejuicios la empujaron no sólo a desconocer su inusual talento, sino incluso a atentar contra alguna de sus creaciones.

Su vida transcurrió entre Argentina, donde nació, -hoy Tucumán y Salta se disputan su origen- e Italia donde llegó a los 30 años con una beca para continuar su formación. Si bien conoció momentos de esplendor en que se le hicieron muchos encargos de esculturas para emplazar en el espacio público, murió pobre y enferma en la casa de sus sobrinas.

Con estos elementos el dramaturgo Carlos Vittorello escribió Lola Mora, un ángel audaz, obra que con dirección de Leandra Rodríguez  e interpretaciones de María Marchi, Hugo Cosiansi y Junior Pisanú puede verse en el teatro Payró.

En diálogo con Tiempo Argentino su directora habló sobre los desafíos que implicó poner en escena los días finales de esta mujer que conocemos, sobre todo, por La fuente de las Nereidas, pero de la que la mayoría seguimos ignorando la real magnitud de su talento.

Foto: Prensa

-¿De qué forma llegó a vos el texto de Carlos Vittorello Lola Mora, un ángel audaz y cómo decidiste llevarlo a escena?

-En realidad, le llegó a la actriz protagónica, María Marchi. Ella y Carlos Vittorello se conocen desde hace tiempo. La obra fue escrita durante la pandemia y le llegó a María apenas terminó el aislamiento. Vittorello le pidió que la hiciera, pero ella estaba montando un espectáculo  que tenía pendiente y del que yo hice el diseño de iluminación. La conocí a María en ese momento. Al final de la temporada, luego de volver a hablar con Carlos, ella me ofrece la dirección, yo la veo a ella perfectamente como Lola Mora y así se armó el proyecto.

-¿Cómo fue el proceso entre lo que imaginabas acerca de la puesta de la obra y su concreción?

– Ese aire extraño, negro, entre lo que es el texto y lo que luego se produce como espectáculo es lo más hermoso de la dirección.  Lo que más me gusta del teatro es descubrir esa zona. ¿Por qué digo “descubrir”? Porque es encontrar lo no visto, lo no dicho, lo no abordado. Siempre hay una zona que se trabajó poco o de la que sabemos poco y, en este sentido, esa ignorancia misma es muchas veces un incentivo.

-¿Cuál fue tu primera impresión frente al texto?

– Lo primero que me pasó cuando me enfrenté al personaje de Lola fue asumir que no sé nada de su trabajo, de su derrotero. El texto, que es ficcional, nos trae mucha información real, pero a mí me faltaba saber con certeza un montón de cosas antes de abordarlo. Eso desembocó en una investigación sobre el entorno posible de Lola, más allá de ella como personaje central. Creo que eso tiene que ver con mi formación profesional en diseño que tiene mucho que ver con las materialidades que se apoyan en el entorno. Entrar en el mundo y la época de esta mujer extraordinaria fue mi primer objetivo.  Al mismo tiempo, el autor plantea en el texto situaciones domésticas, cotidianas,  que nos tocan a todos. No son sólo de Lola Mora, son de cualquiera de nosotros. Lo interesan es estar viendo escenas cotidianas y recordar cada tanto que se trata de Lola Mora.

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-Pero antes de conocer su entorno y más de su vida ya  sabías que era una mujer que rompió con los cánones de su época. ¿Eso te hizo aceptar la dirección?

-Sí, por supuesto.  En el momento en que me convocan y escucho el nombre de Lola Mora se me partió la cabeza. Acepté  y tuve la necesidad de saber más. Ella es paradigmática, un prócer. Además, abordar una biografía es seductor porque los límites de la ficción siempre son hermosos y en la obra hay cruces entre la ficción y la biografía.  Además, como lectora o consumidora de arte literario o teatral, sé que siempre a través de la obra llegamos a los artistas que la hacen. Y esto sucede también en este caso. Dentro de la obra teatral está la obra de Lola. Aunque no se la vea está sobrevolando todo el tiempo. Aún me sigue llegando información sobre ella. Su biografía no está completa, entonces me llega información por otros lados, por dichos, por gente que ha conocido a personas cercanas a ella.

-Sí, yo no sabía, por ejemplo, que había sido urbanista y que participó del diseño del primer subterráneo.

-Sí, y también del Tren de las nubes y eso no lo asociamos con Lola Mora. Sin embargo, ahora que te lo digo, me doy cuenta de que su obra se mira entre las nubes  porque uno está abajo, la obra está arriba y el fondo es el cielo.

Quizá trascendió más la Fuente de las Nereidas por el escándalo que produjo en su época.

-Sí, el escándalo es lo que más trascendió y la crucifixión, la estigmatización permanente por lo que era y por lo que no era. Ella no era feminista, por ejemplo, era  una mujer sola que hacía lo que podía para llevar adelante su proyecto delirante y no estaba sumada a ningún movimiento de la época. También por eso se la estigmatiza. Por eso está sola en el pasado, porque no fue una luchadora del conjunto, pero fue una gran luchadora de todos modos.

-¿Qué desafíos te planteó la obra?

-Uno de los mayores desafíos fue esta contradicción de la que estamos hablando: nuestra necesidad de  una defensa colectiva de género en nuestra contemporaneidad con un personaje  que era solitario. Sin embargo, yo me siento identificada con ella en algún punto y creo que todas nos podemos sentir identificadas en aspectos diversos. En mi caso, la identificación tiene que ver con el hecho de haber abordado muchas veces roles considerados masculinos porque nunca me lo cuestioné. Los varones, sobre todo los más grandes, te hacen pagar un derecho de piso, pero me gané el lugar y, al ganarlo, me lo tuvieron que reconocer. Creo que el mayor punto de contacto con Lola es el de naturalizar el deseo  sin que importen las categorizaciones que nos asignen, los calificativos, las estigmatizaciones. El derecho de piso que ganó Lola hoy día es el de su arte. Se ha trabajado mucho para volver a sacarla a la luz. Hace muy poquito conocí unas esculturas de ella que hay en Bahía Blanca, frente a la Universidad, que habían estado tiradas, arrumbadas, en la jaula de los elefantes del zoológico de Bahía Blanca. En un determinado momento, esas obras fueron enviadas a distintas zonas del país y se ve que no sabían qué hacer con esos trozos de mármol hermosos y a lo mejor les pareció que en la jaula de los elefantes quedaría bien. Estas esculturas fueron rescatadas hace pocos años. Lo que había sucedido con ellas no se puede creer.

-Seguramente, de haber sido un hombre no le hubiera sucedido lo mismo.

-Claro, su condición femenina le trajo muchos otros problemas. Por ejemplo, los pedestales de las esculturas no los hace el escultor, sino que los encarga. Los pedestales de Lola nunca se entregaban en fecha porque si llegaba el encargo de un hombre, el de ella era desplazado. Su maestro en Italia hacía un encargo y se lo entregaban en fecha y el de Lola era aplazado. Por eso todas las obras de Lola llegaban tarde a la Argentina por lo que no podía cumplir con todas las cláusulas del contrato. Un amigo chileno que es escultor, Nicolás Miranda, el que hizo la pintura de las Nereidas de Lola sobre la capa que se muestra en la obra, me dijo que la escultura fue siempre considerada un arte menor, porque como es cara se cree que es un hobby de ricos. Todas estas cosas aledañas a la obra de Lola son muy útiles a la hora de preparar el trabajo escénico. Para nosotros su intimidad es un material interesante.  Los actores también tienen que estar al tanto del entorno de su vida para encarnar sus personajes. Creo que eso enriquece la negrura que hay entre lo biográfico y la ficción, porque la ficción se arma a partir de cosas muy reales.  

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-Supongo que el trabajo de llevar a una escena una obra es arduo.

-Es arduo pero hermoso. Lo más arduo es salir de  uno mismo para ser como sería el personaje.  Mi trabajo termina el día del estreno. Para mí lo hermoso fue “esculpir” de alguna manera lo que se ve en el escenario. Como Lola no es un personaje de ficción, tanto yo como María teníamos que llegar a vislumbrarla, tener una visión totalizadora que no era solo la mía. La idea fue trabajar de una manera en que incluso los personajes de la obra que supuestamente son secundarios no lo sean, sino que sean partícipes de la concepción de la Lola que vemos y que sin ellos no sería la misma. A su vez, estos personajes tienen la tarea de vehiculizar el deseo de volver a mirar a Lola, de volver a estudiarla. El juego mayor es ser otro, poder  cambiar de zapatos y eso, en definitiva, es el teatro. En el resultado final hay cosas que no estaban en la obra, sino que corresponden a la escritura escénica, como el hecho de que los personajes se rían. Incluso en un determinado momento el personaje joven le pide a ella una sonrisa. Con el personaje más viejo ella se ríe de cualquier cosa.

-La escena en que Lola rueda abrazada a su joven marido creo que aún hoy desafía prejuicios. No serán como los de la época de Lola, pero siguen existiendo. No se permite demasiado que una mujer supere a un hombre en nada.

-Sí y le sumaría a eso que tampoco se permite que una mujer de la edad de Lola en el hoy de la obra en que ella tiene 69 años, al recordar a ese joven todavía esté caliente con él. Se piensa que en la vejez no hay deseo sexual, cosa que no es real. En este sentido, el material de Vittorello nos planteaba una discusión: si en el flash back la actriz tenía que hacer como tuviera 40 años o hacer lo que finalmente decidimos que fue que lo  hiciera con la edad que tenía. A mí me interesaba discutir el problema de la vejez y el deseo sexual. Lo bueno del texto es, precisamente, que abre muchas líneas que tratamos de que no se perdieran.

-¿Qué remarcarías de la obra?

-Que me parece importante saber lo que no sabía que es cómo murió. Estaba desvalorizada y hacía años que estaban tramitando una pensión, porque como diez años antes de la muerte ya había empezado a tener ataques cerebrales. A partir del momento en que su salud se deteriora no produce y no tiene recursos. Luego de años de mucha lucha obtiene la pensión. Pero la primera cuota le llega después de muerta. Me parece interesante el dato justo en un momento en que se está discutiendo la jubilación. Creo hay que  hacerse cargo de que el consumo del arte es fundamental. Si el arte es un consumo, hay que regularlo.

Lola Mora, un ángel audaz, puede verse los domingos a las 20 en el Teatro Payró, San Martín 766, CABA.  Localidades en www.alternativateatral.com