En el Vélodrome de Marsella, Lionel Messi saldrá a jugar por primera vez tras 17 temporadas un clásico distinto que el Barcelona-Real Madrid. El fútbol a veces se vuelve caprichoso. Olympique Marsella-París Saint Germain, Le Classique, chocarán apenas un par de horas después de que se termine el derbi español en el Camp Nou. Las pantallas argentinas, esta vez, tras 17 calendarios de seguir el Barcelona-Real Madrid como si fuera el centro de la pelota, apuntarán a Francia. Y también las del mundo: la Ligue 1 de Francia asegura que la audiencia global de la competencia este año ya subió un 50% y se espera un récord para esta tarde.
Como con el Barça-Madrid, el Marsella-París divide a Francia. Es el cruce entre las dos ciudades más grandes del país. Con una rivalidad que va mucho más allá del fútbol. Es la capital contra el puerto. El centro de la cultura europea contra la ciudad más al sur, más cercana a África. Los marselleses aceptan con orgullo ser los chicos malos. Son, además, los únicos dos clubes que pudieron romper la frontera futbolera francesa: Marsella fue campeón de la Champions League en 1993 mientras que PSG se consagró con la Recopa de Europa en 1996.
En agosto, cuando se supo que el rosarino cambiaría Barcelona por París, se hizo viral la imágen de un hincha del Marsella con una remera que decía “Fuck Messi” rompiendo televisores en un shopping, a modo de descarga para su bronca. Ese será el clima en un Vélodrome que no tendrá fanáticos visitantes: lo negó por decreto el Ministerio del Interior, que prohibió cualquier “desplazamiento individual o colectivo” desde París por la “marcada animosidad que existe hace años”. En lo que va de la Ligue 1 ya hubo cinco incidentes graves entre hinchas en Francia, dos de ellos con el Olympique como protagonista.
“El Marsella es el Boca de Europa”, aseguró el presidente del club, Pablo Longoria, el español de 34 años, conocido por pasar de fanático del PC Fútbol a scouting de clubes y luego a presidente. Le Classique se pronuncia con acento francés, pero se financia con los billetes internacionales de dos gigantes de la geopolítica que buscan adueñarse del negocio del fútbol: Qatar, el organizador del Mundial 2022, y Estados Unidos, principal sede del 2026. El dueño del Marsella se llama Frank McCourt. Estadounidense, de origen irlandés, McCourt se hizo millonario con inversiones inmobiliarias. En 2004 puso el ojo en el deporte: compró el equipo de béisbol Los Ángeles Dodgers. En 2016 desembarcó en Marsella con la promesa de invertir 200 millones de dólares en cuatro años. La historia del PSG es más conocida: el club es propiedad de la familia real qatarí, con Nasser Al-Khelaïfi, extenista y amigo del príncipe de Qatar, como cara visible del fondo de inversión Qatar Investment Authority. Y hay más: esta semana la prensa francesa publicó que el fondo de inversión de Arabia Saudita que compró el Newcastle inglés tiene en la mira al Olympique.
Muchos de esos millones fueron a parar a la Argentina, más precisamente al corredor sur santafesino. Cuando los equipos salgan al campo a las 15:45, las cámaras no sólo enfocarán al rosarino Messi o a su coterráneo Ángel Di Maria. Mauro Icardi, también rosarino, no sumará minutos. En el banco parisino estará Mauricio Pochettino, el crédito de Murphy. En el del Marsella, Jorge Sampaoli, oriundo de Casilda. Todos sitios que une la Ruta 33, la arteria del corazón agrícola que va de Bahía Blanca a Rosario. Ninguno de los dos entrenadores habla francés: sus conferencias de prensa son en español.
Como si al clásico le faltaran condimentos, esta tarde será la primera vez que se vuelvan a cruzar Messi y Sampaoli desde el 30 de junio de 2018, cuando Argentina quedó eliminada de Rusia 2018 ante Francia, con un Kylian Mbappé indomable. Pasaron cuatro años desde aquella tarde en la que Messi recibió a Sampaoli en patas para comer en su casa de Castelldefels, cuando todo todavía era ilusión. Luego el Mundial terminó en pesadilla. “No hay tiempos para recuerdos, sólo para presentes. Es el mejor del mundo, será difícil de controlar. Sólo he tenido contacto cuando compartimos vestuario. Creo que no fue el mejor contexto para disfrutarlo. Verlo en una cancha será de nuevo una alegría, pero enfrentarlo es un problema porque te puede dañar en cualquier momento”, dijo el DT que salió ganador de la final entre Chile y Argentina en la Copa América 2015. Hoy será el reencuentro tras más de tres años.
En lo que va de esta temporada, Leo jugó apenas seis partidos con la camiseta número 30 del PSG: tres por la Ligue 1, tres por la Champions. En la competición europea que juega desde 2004 ya se dio el gusto de marcar tres goles, dos con su sello: un zurdazo típico de él ante el Manchester City y el penal sutil ante Leipzig. En el torneo local, en cambio, aún no pudo convertir. Los clásicos, se sabe, son su especialidad: de los 778 partidos que jugó con la camiseta del Barcelona, 45 fueron ante el Real Madrid, al que más enfrentó. Le hizo 26 goles y dio 14 asistencias. A Brasil, contando amistosos, le hizo cinco goles en 13 enfrentamientos con Argentina. Ahora se inaugura una nueva etapa.