Siempre es difícil despedirse de un ser querido. Mucho más si no se tuvo la posibilidad de decirle cuánto se lo quería: o al menos que se lo quería. A veces para superar la situación hacen falta años de ayuda terapéutica, otras pasar por las mismas o similares circunstancias del que se fue, en otros casos un libro, una película. El último es el caso de Gonzalo Murúa Losada, hijo de Pablo Murúa, a su vez hijo del actor y director argentino Lautaro Murúa. Las voces de Pablo da cuenta del proceso de Gonzalo en la reconstrucción de la figura paterna para poder decir el mejor adiós posible.
«Parte de hacer la película tuvo que ver con sanar ese enojo, ese vínculo», cuenta Gonzalo sobre los motivos y comienzos de Las voces de Pablo. Pasar por la maestría de cine documental de la Universidad del Cine (FUC) lo incitó a empezar a aprobar algunas cosas (“es un buen espacio como semillero de proyectos”), pero fue el encuentro de los últimos cuentos de su padre, que nunca había publicado, que al leerlos le presentaron a Gonzalo una “persona distinta a la que conocía”, lo que generó su compromiso con la realización del film. “Qué loco. Esta persona que estoy leyendo no es la persona que viví. Eso fue lo que me llevó a empezar a preguntarle a la gente más cercana de mi núcleo familiar.”
Núcleo formado por la madre de Gonzalo (“ellos se separaron cuando yo tenía dos años”); Macarena, su hermana; y su tío Rodrigo. Esas voces abrirán luego la puerta a otras que no estaban pensadas en un inicio. Pero una cosa es hablar a solas y otra ante una cámara. “Ahí las cosas pueden cambiar muchísimo –puntualiza–. La cámara es por momentos un dispositivo violento. Trabajé mucho en la previa, en ablandar un poco para que el momento de poner el rec fuera parte de una charla que ya venía teniendo antes. Con la que menos me costó fue con mi mamá, con la que ya había hablado muchísimo y además ella participó en mi anterior película (Los fantasmas de Losada, sobre la historia de la editorial).
Entre las voces que aparecieron a partir de ese núcleo está la de Emiliano, a quien ni siquiera conocía Gonzalo pese a que varios le decían que era “como un hijo más” para Pablo. “Esas cosas me sorprendían: cómo esta persona que tuvo tan buen vínculo con papá, que fue como un hijo, desapareció totalmente de su vida, y yo empezar a rearmar esas piezas que estaban dispersas”.
También produjo la aparición de algunos objetos perdidos, como Cuarteles de invierno, la película de Lautaro Murúa que unió a padre e hijo en el guión. “En principio costaba mucho contactar al productor y sin su autorización era imposible usar partes de la película”. Pero había otro problema: la copia del film. “Encontramos en Mercado Libre una de las copias, pero la publicación estaba pausada porque decía que la película estaba avinagrada”. Ante el llamado del nieto del realizador el dueño de la copia hizo una prueba completa y lo llamó con la buena nueva: “Se ve perfecto”. “Encima él y su papá habían trabajado en la editorial Losada”. Hoy la película tiene su copia restaurada y digitalizada.
En el documental nadie nombra a Lautaro Murúa como abuelo, para todos es simplemente Lautaro: en la nota Gonzalo tampoco lo hace. “Buena observación –dice un poco sorprendido y otro como para ganar tiempo para una respuesta–. En mi caso porque lo conocí más a partir de ver su filmografía o de las cosas que me fueron contando: tiene que ver con esta figura de Lautaro como de admiración más allá de su rol filial, necesitábamos nombrarlo de alguna manera que lo diferenciara”. La película no indaga sobre esta dominación masculina incluso cuando la madre de Gonzalo reconoce ante su hijo que Pablo llegó más de una noche tarde, afectado “por alguna sustancia” y muy propenso a la violencia. “Papá también siempre le dijo Lautaro, pocas veces le dijo papá, o el viejo”.
No hay referencia alguna, excepto la que hace en una carta el mismo Pablo y otra en la que se habla de la vida de Lautaro en España, sobre los motivos del exilio en ese país: el golpe militar de 1976. Tampoco aquí se detiene el film, como si esa externalidad no pudiera haber sido un factor relevante y profundo en la relación de Lautaro y Pablo y, más aún, en la posterior deriva de Pablo como persona. “Lo barajé y un poco Rodrigo se mete en ese tema, pero lo que quedó de él fue una mínima mención. Lo cierto es que la peli de alguna manera la describen los entrevistados y se van hilando un montón de cuestiones de papá. Y no es un tema que haya surgido de forma tan potente. Cuando uno es chico escucha la palabra crisis o sabe que el país está en crisis, pero no lo relaciona con que tu viejo está quebrado por esa crisis. Lo pensé bastante pero creo que ese espacio se insinúa para que el espectador lo complete”.
Sin embargo Gonzalo no duda de que “el cine es cruel” y más en un país como Argentina. «Tenemos estas oscilaciones en las que algunos incluso nos tenemos que ir (Gonzalo está dando clases de cine en México). Hay que reivindicar mucho el lugar del cine nacional, hay que concientizar a la clase política lo importante que es la cultura y lo importante que es el cine argentino alrededor del mundo. Sobre todo en este momento de deslegitimación hay que trabajar en estas narrativas que refuercen el valor que tiene y la historia que tiene el cine argentino». «
Las voces de Pablo
De Gonzalo Murúa Losada. Guión: Murúa Losada. Estreno 18 de julio. En cines.