Los clubes, como asociaciones civiles sin fines de lucro, surgen como organizaciones comunitarias, donde quienes se reúnen y se asocian son los vecinos. No se asocian capitales sino personas. Rige, por lo tanto, un principio de igualdad entre ellas que se traduce en que todos tienen el mismo poder, son instituciones democráticas. Los vecinos se brindan a sí mismos las actividades sociales, culturales y deportivas, las que, por cierto, deben organizarse de una manera eficiente.
Esta ha sido y es la costumbre y la cultura ciudadana para la conformación de los clubes en Argentina, que toma un impulso impactante a partir de la aprobación de la Ley Nº 4661 de 1905, que estableció el descanso dominical para trabajadores, generando a la vez un respiro y un tiempo libre en la comunidad. El proyecto de ley fue presentado por el primer diputado socialista de América Latina, Alfredo Palacios, elegido por la circunscripción de La Boca, donde se creó el club del mismo nombre, precisamente, en 1905.
Desde entonces, los aproximadamente quince mil clubes existentes en Argentina ya tienen más de 100 años. La mayoría nacieron como clubes del fútbol por la popularidad de ese deporte y se fueron transformando: de clubes de fútbol en clubes con fútbol, cobijando otros deportes y otras actividades sociales y culturales, lo que permitió una verdadera integración comunitaria. Todos fueron, en el momento de su nacimiento, clubes de barrio o de pueblos identificados con su espacio geográfico y con la impronta comunitaria del lugar.
Argentina se transforma así en uno de los pocos, y prácticamente en el único país del mundo donde el deporte no es responsabilidad del Estado ni de las instituciones educativas (universidades de EEUU, por ejemplo), sino de la comunidad organizada, que si bien tiene fuertes lazos con el Estado (nacional, provincial o municipal) mantiene su independencia. La comunidad de socios elige democráticamente a su conducción, voto en el que se incluyó a las mujeres aún antes que en las elecciones presidenciales.
Esta identidad cultural, de amor al club, de pasión por los colores, por los símbolos, por las construcciones que forman parte del patrimonio histórico es lo que verdaderamente está en peligro con la introducción de las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD), porque el socio del club automáticamente pasa de ser un factor activo con sus derechos, a un factor pasivo de mero espectador de una actividad deportiva. De actor a espectador por haber vendido -regalado la historia, los colores, los símbolos. Si eso ocurre dejaremos de tener soberanía deportiva.
En las Sociedades Anónimas Deportivas el que más capital tiene, más poder puede ejercer sobre el club (o sobre el fútbol, porque es lo único que les interesa). En Argentina, el fútbol es un deporte inescindible del resto de los deportes dentro de un club.
Desde el exterior nos dicen: “En Argentina, con todos sus problemas, el fútbol logró tener una organización, una estructura, una capacidad personal en sus jugadores, una capacidad de dirección (DT) y una conducción en los clubes y federaciones que dio como resultado que la Selección Nacional sea campeona del mundo y cuyos jugadores (todos) se iniciaron en clubes de barrio o de pueblo. ¿Y eso quieren cambiar? ¿No será que el objetivo debería ser mejorar? Son campeones mundiales, ese es el camino a continuar y perfeccionar”
Con las SAD, socialmente, vamos a entrar en otra forma de extractivismo sin el arraigo cultural de los jugadores a sus lugares de origen.
En definitiva, quien quiera hacer una sociedad anónima cuyo objetivo sea el deporte, que la haga. Si después quieren hacer un campeonato de fútbol entre los equipos de todas las sociedades anónimas, que lo hagan. ¿Quién va a ir a la cancha o a ponerse ante el televisor a ver ese campeonato? En la AFA, por mandato de sus clubes y por estatuto, no se permite participar del campeonato a las SAD. Por eso que las SAD hagan el suyo propio. Pero ese negocio requiere de una inversión a larguísimo plazo y con mucho riesgo. Ahí no quieren poner el dinero. El dinero lo quieren poner comprando los colores, los símbolos y los nombres de los clubes. Ahí sí hay negocio, hay gente, hay concurrencia, hay interés popular, hay consumo. Si así entran las SAD se producirá una nueva conquista colonial y vendrá la depredación cultural por parte del capital financiero internacional.
A partir de ahí, podemos desarrollar la imaginación no alocada y pensar que esos capitales especulativos estarán a un paso de entrar en el mundo de las apuestas deportivas tramposas donde habrá grandes “jugadores financieros” capaces de apostar en contra de su propio equipo si las circunstancias y arreglos extradeportivos se lo permiten. Y mientras tanto, desde la tribuna, los ex socios y ahora los meros espectadores alienados y desorientados, estarán comiendo pochoclos sin saber ni qué cantar.
Entonces, para preservar y cuidar nuestra cultura e identidad, porque de eso se trata, la clave está en el nivel de conciencia de los socios de todos los clubes del país.
* Director Diplomatura Economía Social y Clubes UNTREF, autor de “Los clubes como asociaciones civiles. Una mirada desde la economía social y solidaria”, EDUNTREF. www.eduntref.edu.ar