Si la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés) entre Estados Unidos y la Unión Europea venía siendo cuestionada por los trabajadores europeos ante el temor de que el tratado echara por tierra sus derechos laborales, ahora corre el riesgo de no firmarse nunca ante la filtración de documentos secretos que desnudan las presiones de Washington en su intento de poner los intereses corporativos por encima de los sanitarios y medioambientales.
Greenpeace reveló la semana pasada las negociaciones comerciales que vienen llevando en el más estricto secreto ambas partes. La ONG colgó de su sitio en Internet 248 páginas de material confidencial sobre lo que se convertiría en el mayor tratado planetario de libre comercio. Greenpeace asegura que el texto prevé la supresión de normativas europeas en áreas como las de la alimentación o la aprobación de productos químicos peligrosos, para facilitar el comercio bilateral.
La revelación provocó la inmediata reacción de Francia, país que amenazó con retirarse de las negociaciones y no firmar el tratado. «Nunca aceptaremos el cuestionamiento de principios esenciales para nuestra agricultura y nuestra cultura y de reciprocidad de acceso a los mercados públicos», declaró el presidente galo François Hollande. «Hemos planteado principios en el marco de las negociaciones comerciales internacionales. Pienso en las normas sanitarias, alimentarias, sociales, culturales y medioambientales», dijo, y sentenció: «Es por ello que, en el estado actual, Francia dice no a la etapa que conocemos de las negociaciones comerciales internacionales.»
Poco antes, el secretario de Estado de Comercio Exterior francés Matthias Fekl había declarado que «la opción más probable» es la interrupción de las negociaciones, «teniendo en cuenta la posición de Estados Unidos. No puede haber acuerdo sin Francia, y mucho menos contra Francia», recalcó Fekl.
La contracara la expuso la canciller alemana, Angela Merkel, quien muestra el mayor interés en firmar el tratado lo antes posible entre los mandatarios europeos: «Creemos que es muy importante un cierre rápido de un ambicioso acuerdo.»
La Comisión Europea tampoco tardó en reaccionar, atribuyendo las acusaciones a «malentendidos» y asegurando que Europa «nunca rebajará su nivel de ambición» en dominios tan sensibles. «Ningún acuerdo comercial de la UE rebajará el nivel de protección de nuestros consumidores, de la seguridad alimentaria o del medioambiente», declaró la comisaria europea de Comercio, Cecilia Malmström. Estos documentos «reflejan las posiciones de cada parte, nada más. Y no debería causar sorpresa que haya partes en que la UE y EE UU tengan diferentes puntos de vista», señaló.
Según Vivien Pertusot, director del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI) en Bruselas, las declaraciones francesas no impedirán la continuación de las negociaciones. Sin embargo, admitió que la posición francesa complicará las negociaciones, de las que «es difícil imaginar una conclusión positiva y rápida sin el apoyo político de Francia».
Washington y Bruselas pretenden alcanzar un acuerdo este año, antes del fin del mandato del presidente Barack Obama, pero las conversaciones encuentran cada vez más resistencias a ambos lados del Atlántico. En Europa se teme que el TTIP favorezca ante todo a las grandes empresas, en detrimento de las normas de protección social, ambiental y de consumo. Y en Estados Unidos enfrenta una creciente resistencia proteccionista.
Los puntos oscuros
El TTIP permitiría a las multinacionales recurrir a instancias arbitrales privadas para demandar a gobiernos por presuntos obstáculos a la libre competencia.
Terminaría la restricción de la UE a las importaciones de ciertos alimentos genéticamente manipulados y tratados con hormonas.
Se desconoce el principio de precaución de la UE. EE UU demanda trabajar en un enfoque «basado en el riesgo» que tiene como objetivo la gestión de sustancias peligrosas en lugar de evitarlas.
Ambas delegaciones mantuvieron y mantienen constantes consultas con los lobbies que representan a las grandes corporaciones.
Los documentos indican que la UE es altamente permeable a la influencia de los intereses de los poderes económicos e industriales.
No se menciona la norma que permite a los estados regular el comercio para proteger a los seres humanos, la vida animal y vegetal o la salud o para la conservación de los recursos naturales no renovables.