La Rural huele a bosta en la mañana del domingo. Javier Milei y la crema y nata del gobierno ultraliberal visitan el terreno que la Sociedad Rural ocupa desde 1991 en Palermo. Las tribunas de la pista central del predio agroganadero albergan a los dueños de la tierra y las vaquitas. Las penas son de nosotros.

Boinas, botitas de carpincho y ponchos cool. “Campero chic” es el look mañanero de les chaquereres que aguardan la llegada de los ejércitos de la noche mileísta cerca del ominoso Pabellón José Alfredo Martínez de Hoz. Tiran manteca al techo en estos tiempos de vacas flacas para las grandes mayorías.

“Estamos convencidos de que estamos por la buena senda. Esperamos anuncios, tenemos que seguir produciendo para hacer grande a la patria”, dice Tomás, tambero de la zona de Lincoln. El joven de doble apellido y “buena familia” es miembro activo de la patronal rural. Con la vaca atada, Tomas no oculta su emoción ante las políticas promercado impulsadas por el mandatario de raro peinado nuevo: “Menos Estado necesitamos, pero que sea capaz de generar créditos baratos para crecer. Hay que ver en la cancha, adonde se ven los pingos, si el gobierno es capaz de hacer lo que promete para el sector”. Del hambre galopante en la Argentina también opina el tambero con bastante mala leche: “Hay mucha propaganda, no creo que no se manden alimentos a los comedores, muchos no existían. En realidad, hay mucha gente que no quiere laburar para ganarse el pan, como hacemos nosotros en el campo”.

Pastan las vacas sagradas libertarias y del PRO cerca del palco de honor. Los fans se sacan selfies con la ministra de la Represión Patricia Bullrich. Cerca también pulula el mandamás de la cartera de Defensa Luis Petri, ataviado de civil para el ágape. Dos confesos amantes del verde oliva milico. “Son genios, patriotas, gente que sabe de los valores históricos de nuestra patria. El Ejército y el campo hicieron grande este país”, susurra al pasar una blonda señora, a pasitos de la entrada de la calle Juncal, y luego es devorada por la masa que repta rumbo a la arena central.

Granaderos, bravos jinetes, los pobres toros campeones y algunos peones que seguro no ganan en dólares. Ese es el detrás de escena antes de la entrada triunfal de Milei. Fanfarria y panic show patrio en la Rural.

Mechi y Mailen son pampeanas. Abrigadas por sus coloridos ponchos norteños dicen que están esperanzadas: “Es lo último que se pierde. Te somos francas, la situación es muy dura. Dicen que la cosa mejora, pero no lo vemos. No se venden maquinarias ni insumos. Con Alberto estaba todo mal, con Milei sigue mal. Pero tenemos esperanza”. Martín cría caballos en el sur de Buenos Aires. Doma al presidente: “Todo para atrás, tengo que hacer changas para sobrevivir. Me dedico también al reciclaje, tengo una empresa, desde diciembre me bajaron los ingresos casi un 100 por ciento. Estamos a la intemperie”.

El discurso del presidente de la patronal rural Nicolás Pino despierta a la hinchada oligarca. “Retención cero, retención cero, retención cero”, repite como mantra el terrateniente. Milei guiña el ojo y pide tiempo.

Custodiado por su hermana Karina, “El Jefe”, consejera, pitonisa, asesora todoterreno y, desde diciembre, secretaria general de la Presidencia, Milei endulza los oídos campestres con promesas, loas al mercado y una apología neocolonial del viejo modelo agroexportador. Argentina granero del mundo circa finales del siglo XIX. Volver al pasado. Luego despotrica contra el socialismo, el comunismo, el Estado benefactor. Cosas de mandinga. Para el cierre, abrazo fraterno con los popes rurales y viva la libertad. Carajo.

La vaquita Hereford mira incrédula el palco desde la pista. Busca el amo bueno que le dé libertad, pero no lo encuentra. Último desfile antes volver al corral y mañana quizá al matadero. Cantaba el Indio Solari sobre una solitaria vaca cubana: “salvada del motor eterno, justo a tiempo. La civilización la amaba, justo a tiempo”.

Pasado el mediodía, desagotan las tribunas. Hay olor a bosta en la Rural.