Tan distinto a otros, Qatar 2022 también quedará en la historia como el primer Mundial masculino en el que habrá árbitras principales (tres, sobre 36) y árbitras asistentes (también tres, pero sobre 66). Es posible que la atención principal recaiga sobre la francesa Stéphanie Frappart, la de más experiencia, pero los apellidos no importan: es otro paso de las mujeres en un ambiente tan masculino, machista, tradicional y arcaico –todo eso junto– como el fútbol.
Los mundiales de hombres –su periferia, su entorno– están contados solo desde el lado masculino: la presencia femenina se redujo, históricamente, a un lugar sexista. Incluso negado: en Inglaterra, a las mujeres se les prohibió jugarlo durante casi 50 años, entre 1921 y 1970, o sea cuando el fútbol se convertía en una religión (pero, como casi toda religión, dirigida y ejecutada desde un único género, y barrida e invisibilizada para el otro). También Alemania, España y Brasil trataron de ilegal al fútbol femenino durante décadas. Los detalles hablan y hasta en las mascotas de los mundiales quedó clara esa negación: los dos personajes de Alemania 74 y Tip y Tap, eran dos hermanos hombres. A nadie se le ocurrió que, en vez de un Gauchito en Argentina 78, haya sido una Gauchita.
Las mujeres, en ese relato, solo parecían aportar desde la cama. En El Maravilloso mundo de los mundiales, un libro de 1986, la única referencia a una mujer en la primera Copa del Mundo, la de Uruguay 1930, aparece en la intimidad de la llegada de los europeos a Montevideo: «Con Rumania había habido problemas. Los jugadores eran obreros de empresas británicas y los ingleses les negaron los tres meses de licencia para el Mundial. Una mujer vino en auxilio, Madame Magad Lopescu, bellísima y divertidísima. Según los rumores, amiga de almohada del rey Carol de Rumania. Los futbolistas se entrevistaron con Magda y plantearon su problema. La dama, en apoyo a los jóvenes, le pidió al rey que intercediera. Y ante un pedido real, los ingleses dieron el permiso», publicó el libro.
Esa mirada ornamental, secundaria, siguió en los mundiales siguientes, por ejemplo en Suiza 1954. Tras el 7-2 de Alemania contra Turquía, Miss Europa, la alemana Christel Schaack, entró al campo de juego con tres ramos de flores: le dio uno al capitán de cada equipo y los tres posaron para una de las pocas fotos de mundiales en las que, durante décadas, apareció una mujer. La siguiente presencia femenina repitió el tono: ya en Chile 62, durante la Copa del Mundo se realizó un torneo paralelo: un concurso de belleza. La ganadora fue elegida el día de la final para que las modelos pasearan por el campo de juego frente a las tribunas. Primero ganó una brasileña y después, los brasileños.
Otra reina, pero en este caso con poder monárquico, fue –a su modo– protagonista en Inglaterra 66. El fútbol femenino todavía estaba prohibido en el país pero Isabel II acudió al partido inaugural –le dio la mano al uruguayo Horacio Troche– y luego, tras la final, le entregó la Copa a Bobby Moore, el capitán inglés. El mito de Antonio Rattín, el capitán argentino, sentándose en la alfombra real tendida en Wembley luego de haber sido expulsado –en verdad la monarca no estaba en el lugar y tampoco se trataba de un tapete real–, también puede ser visto como un escarnio masculino ante una intromisión femenina. Ni hablar de la condena que recayó sobre Sue Carpenter, la «enfermera» que llevó a Diego Maradona al antidoping que pondría fin a su carrera en la Selección. «La entregó la gordita» fue una frase que repiquiteó entre los futboleros, por más que Carpenter haya aparecido allí por pedido del médico argentino: el rol de victimaria la sigue rodeando. Con una lupa más servicial, quedó el trabajo de las empleadas de la concentración de México 86 para estampar los números y coser los escudos de AFA a las camisetas azules de la Selección para el partido ante Inglaterra.
También hubo mujeres ridiculizadas, como el penal errado por la cantante Diana Ross en la ceremonia de apertura de Estados Unidos. Otras artistas, en cambio, consiguieron que su música se asociara directamente a los mundiales, como Gianna Nannini, la voz femenina de la canción de Italia 90 y como Shakira en Sudáfrica 2010.
Ya en Rusia 2018, Croacia contó con la presencia de su jefa de equipo, Iva Olivari, en el banco de suplentes. La pionera había sido Silvia Dorschnerova, la delegada de España en cinco mundiales, también en el banco. Olivari estará en Qatar 2022 y otra mujer, Nuria Martínez, reemplazará a Dorschnerova.
En Qatar viajarán, entre TV, radio, gráfica y redes sociales, al menos 20 periodistas argentinas. Nunca hubo una delegación tan grande. Una de ellas será Marirró Varela, que irá por su quinto Mundial, la mayoría de ellos para radio Nihuil de Mendoza. La pionera fue Eglis Giovanelli, que viajó a España 82 para el noticiero de canal 13 y revista Goles. «En Alicante, un ayudante de Menotti quiso empujarme luego de una información que dí y que no le gustó», recuerda ante Tiempo. En 2018, Viviana Vila fue la primera comentarista para Telemundo, de Estados Unidos. En 2022, Ángela Lerena comentará los partidos de la selección y Lola Del Carril relatará también para la TV Pública. Tal vez les toque algún partido arbitrado por una mujer. Sería justicia poética. «