En la última semana circularon varias encuestas que muestran un cambio de humor en la sociedad respecto del gobierno nacional. El ajuste salvaje que el presidente Javier Milei está aplicando sobre los jubilados, los estudiantes, las provincias, los trabajadores, la clase media, que no puede pagar las prepagas y los colegios, ha comenzado a tener un efecto. Millones de argentinos que votaron al actual presidente esperando un cambio comienzan a descubrir que se trata de una gestión ultraconservadora con un plan económico comparable con el que impulsó Alfredo Martínez de Hoz durante la última dictadura, Domingo Cavallo en los noventa, y los mismos que hicieron parte del gobierno de Macri, siendo actualmente principales funcionarios de Milei, como Luis Caputo y Federico Sturzenegger. Para parafrasear al presidente de la Nación, imposible hacer algo distinto con los mismos de siempre, que encima arruinaron el país cada vez que estuvieron en el gobierno.

Sin embargo, en ese rechazo al gobierno aparece un elemento que ya había sido distintivo durante la campaña electoral previa a las elecciones que llevaron a Milei a la Casa Rosada. Quienes más se oponen a las políticas de la extrema derecha son las mujeres. En la última encuesta realizada por la consultora Zuban-Córdoba, la desaprobación sobre la gestión del gobierno nacional asciende de modo global 57% (caída de popularidad que se profundizó en la última semana, luego del veto a la movilidad jubilatoria y el obsceno asado de festejo). Al mirar los datos por género, los números cambian. Entre las mujeres ese rechazo a las políticas de Milei roza el 63%, mientras que en los varones el mismo indicador se ubica en 49%. Lo mismo ocurre con la imagen del presidente. Entre las mujeres la percepción negativa sobre el primer mandatario llega al 62%, mientras que en los varones es del 50%.

¿Esto explicará en parte el odio que emana el gobierno nacional contra el feminismo y las mujeres en general?     

El libertarianismo anacrónico que postula Javier Milei exacerba al individuo como categoría suprema y la meritocracia como organizadora en sociedad. Todo es pensado en función de parámetros que consideran la libertad como la posibilidad de elegir de modo ilimitado e irresponsable, además de sin contexto.

Desde este marco conceptual el mérito individual será el rector de las oportunidades en los distintos órdenes de la vida, en el trabajo, la riqueza, la política, la educación, la cultura. Resulta por demás evidente que, para las mujeres y diversidades, esa no es una convocatoria atrayente, por el contrario, hace parte del sistema de exclusiones. Sabemos que en un sistema de relaciones sociales atravesadas por la supremacía de los valores masculinos, y la vara de medida por el racero patriarcal, nos dejan el lugar de espectadoras, con la ñata contra el vidrio de los lugares de poder, representación, trabajos de mayores ingresos. Una realidad sólo modificada por años de lucha del movimiento feminista y de mujeres, que promovió cambios legislativos, institucionales, políticos y culturales. Con medidas de acción afirmativa, que fueron las que contribuyeron para lograr las verdaderas transformaciones, en sentidos de inclusión y mayor igualdad.

Entonces, la extrema derecha también nos odia porque saben que vamos a ser más resistentes. Lo indican las últimas encuestas. No vamos a dejarnos mansamente arrebatar los derechos conquistados. Y esa memoria y ese presente es una fuerza para enfrentar el saqueo planificado que está impulsando el gobierno de LLA, así como un motor para reconstruir una agenda de esperanza.  «