Ecuador vive con calma las horas previas a las elecciones, tanto en Quito como Guayaquil y las demás ciudades. Pero se percibe la importancia que el pueblo le asigna a las elecciones. Hay temor por la pandemia pero se espera una fuerte asistencia. Hay ganas de modificar, con el voto, esta realidad que es muy dura para los ecuatorianos.
Todo el proceso viene enredado. Surge de la persecución a Rafael Correa: no sólo a él sino a todo su gabinete y continuó con la imposibilidad que tuvo de presentarse en el binomio como candidatos a vice y ni siquiera que, en la propaganda política televisiva, esté ni su imagen ni su voz.
De todos modos, se comprende perfectamente la importancia del voto. La región está sometida a una presión de achicamiento de la democracia que incluye la postergación de elecciones y la continuidad de mandatos: por eso, así como en Bolivia fue trascendente que se pudieran realizar las elecciones, también lo es. Además todos los pronósticos de las encuestas permiten entrever que Arauz puede vencer y eso tiene que ver con el recuerdo que se mantiene de los gobiernos de Correa. Como en otros lugares de la región, el recuerdo de los buenos momentos, de lo vivido es fuerte y el trabajo que se hizo para denostar a los referentes de esos cambios, no dan resultado en una gran parte de la población.
Habrá que ver si Arauz logra los 40 puntos necesarios, con una diferencia de 10, para vencer en primera vuelta. De lo contrario el 11 de abril habrá segunda vuelta. De todos modos, el solo hecho de estar en primer lugar en las encuestas habla muy buen de la recomposición que tuvo Revolución Ciudadana y si se concreta, será un dato muy importante para la región: que retoman gobiernos populares no sólo la posibilidad de gobernar sus países sino poder articular con otros que también lo son. «