“En política no hay vacío”. La frase atribuida a Otto Von Bismarck es usada recurrentemente entre la militancia. La idea es que siempre hay algún dirigente, fuerza política o sector social dispuesto a ocupar el espacio que otro dejó vacante.
Bien podría servir para explicar, al menos parcialmente, la decisión adoptada por las conducciones de las dos CTA.
Luego de casi quince años de su fractura, resolverán este martes, en un plenario conjunto de ambas mesas ejecutivas, profundizar un camino en común que, partiendo de una mayor coordinación en las acciones, apunte a una reunificación. La CTA fue fundada en 1992 como una herramienta para disputar con la CGT, entonces alineada con el gobierno de Carlos Menem, la representación de los trabajadores.
La decisión se conoció esta semana luego de que ambas CTA, la de los Trabajadores de Hugo Yasky y la Autónoma de Hugo “Cachorro” Godoy, articularon una movilización al Congreso traccionando a la UTEP y un sector significativo de la CGT agrupado en el Frente Sindical para el Modelo Nacional (FreSiMoNA) y la Corriente Federal de los Trabajadores (CFT) en las que revisten, entre otros, Pablo Moyano, Mario Manrique y Sergio Palazzo.
Parálisis y oportunidad
Horas antes de aquella movilización, Hugo Yasky destacó a este medio que “se conforma un espectro convocante que es el que a partir de ahora va a tener la iniciativa en relación a la necesidad de organizar una respuesta que, con la movilización, respalde las distintas demandas de los sectores que, como los jubilados, están en el blanco del ajuste”.
La decisión de un sector de la CGT de desafiar la parálisis impuesta por el sector mayoritario exhibió, objetivamente, la escisión que existe en la central obrera desde la conformación de su nueva conducción.
La última vez que la CGT mostró una posición homogénea fue el 25 de julio cuando, luego de su reunión de Consejo Directivo, Héctor Daer, secundado por Pablo Moyano, anunció la ruptura del diálogo con el gobierno, su adhesión a la marcha de San Cayetano del 7 de agosto y la convocatoria a un Comité Confederal y a un plenario de secretarios generales de las regionales para discutir un plan de acción. La agenda, sin embargo, no incluyó fechas.
A casi dos meses del anuncio nada de eso ocurrió. Sólo emergió públicamente su visita al Papa en el Vaticano el lunes pasado. Mientras, el gobierno vetó la ley de movilidad jubilatoria y se apresta a hacer lo propio con la de financiamiento universitario. Al mismo tiempo, demora la publicación de la reglamentación del Título V de la Ley Bases referido a la reforma laboral.
Ese impasse, más allá del impacto sobre sus representados, dio lugar a un mayor protagonismo, primero de las organizaciones sociales, y luego de las CTA, que ahora buscan redoblar la apuesta.
¿Hay crisis en la CGT?
En diálogo con Tiempo, el coordinador nacional de la secretaría del Interior de la CGT, Horacio Otero, señaló que “la CGT no es un club de amigos. Representamos intereses distintos, aunque convivimos en el mismo techo y compartimos la lucha salarial y la defensa de los convenios. Después, cómo y cuándo vas a la calle, lo resuelve cada organización. Así fue con Lorenzo (Miguel), (José Ignacio) Rucci o con (Saúl) Ubaldini. No hay ninguna crisis en la CGT”. De hecho, insistió, “el triunvirato que se eligió en 2016 no terminó el mandato y se le fueron más de veinte dirigentes del Consejo Directivo. Hoy tenemos un triunvirato y no renunció nadie”.
Otero, además, adelantó que la agenda está vigente: “Esperamos a que volviera el Consejo Directivo de la reunión con el Papa para llevar adelante la agenda, ahora, con acompañamiento político y religioso. Se va a reunir la mesa chica para fijar fecha del Consejo Directivo que convoque al Comité Central Confederal y al plenario de secretarios generales regionales. Lo mismo que hicimos en diciembre y en enero lo haremos ahora en octubre”. Para Otero, “lo que hace la CTA es lógico. Se separaron hace 14 años durante el primer mandato de Cristina. Ese contexto no se repitió. Si la CGT puede ordenar su estructura, la CTA debería hacer lo mismo. Se están uniendo la CATT y la UGATT para enfrentar a este gobierno y las federaciones marítimas también, no queda otra”.
Desde la CTA Autónoma, Godoy señaló a este medio que de lo que se trata es de “un proceso de profundización de los debates internos y una mayor coordinación y elaboración de un programa de acción en común para enfrentar y derrotar a este gobierno que es evidente que no da margen de diálogo alguno”.
Yasky, en tanto, señaló que “el objetivo es unificar pero no hay plazos. Lo que hoy sí queremos es avanzar en un plan de acción”. Agregó: “Hay una necesidad que supone sumar fuerzas para confrontar con las políticas de Milei. No vamos a entrar en modo pausa”.
Desde su perspectiva, “las distintas miradas coexisten con la necesidad de unificar acciones y construir un núcleo que tenga más coherencia en el posicionamiento con el gobierno en el marco de la confrontación. Eso ha sido determinante para tomar esta decisión y dejar en segundo plano las lecturas distintas de la realidad”. Además señaló que “nuestro objetivo y el punto de llegada es volver a tener una sola central en la Argentina. Es evidente que es un proceso más complejo. Consolidar a la CTA va ayudar a que haya cambios en la CGT”.
Godoy concluyó: “Todos aprendimos que el enemigo del pueblo es muy poderoso y aprovecha nuestras fisuras para acrecentar las diferencias e imponerse”.