La renuncia del conjunto del equipo económico, desde el ministro de Economía, Martín Guzmán hasta el representante argentino ante el Fondo Monetario, Sergio Chodos, es la puesta en escena de la crisis política provocada por la situación económica. Al cierre de esta edición estaban renunciados el viceministro de Economía, Fernando Morra; el secretario de Hacienda, Raúl Rigo; el de Finanzas, Rafael Brigo; y la de Legal y Técnica, Rita Tanuz, además de la jefa de gabinete de Guzmán, Melina Mallamace. La estampida incluye al presidente del Banco Central, Miguel Pesce, quien también presentó su dimisión.
Guzmán nunca logró «tranquilizar la economía», un concepto que repitió constantemente pero que no pudo transformar en realidad. Ni siquiera lo alcanzó tras el acuerdo con el Fondo Monetario. En la base de esa decepción se encuentra una apuesta por una relación con los factores de poder «en términos de racionalidad», como dijo el ahora exfuncionario ante el Congreso en el verano de 2020.
Luego de firmar el acuerdo con el FMI, para Guzmán, tranquilizar la economía equivalía a seguir el acuerdo con el FMI. Pero una revisión de ese pacto demuestra que al impulsar la suba del dólar al nivel de la inflación, de las tasas de interés por encima de la inflación y de las tarifas de los servicios públicos, la carestía no podía hacer otra cosa que subir.
La inflación
La suba de los precios de los alimentos giró en torno del 5% en junio según las consultoras privadas (ver página 14). La certeza de este dato bien podría haber sido uno de los impulsores de la salida de Guzmán. Tras el 6,7% de suba general de los precios en marzo pasado, la carestía comenzó un lento declive que llevó el Índice de Precios al Consumidor (IPC) de abril al 6% y al 5,1% en mayo. Junio venía con una suba que algunas consultoras privadas calculaban por encima de este último dato, lo cual indicaba que la pelea contra la inflación no se estaba ganando.
El problema de la suba de los precios es que reduce el poder de compra de los ingresos y el incremento de éstos últimos no acompaña con el mismo ritmo por la oposición del sector empresario y del propio gobierno, que no impulsa los ingresos al nivel de la carestía allí donde tiene responsabilidad: los salarios estatales, el salario mínimo, el valor de los planes sociales y el nivel de los haberes de los jubilados y los pensionados.
Las deudas
Guzmán renunció cuando estaba por subir al avión que lo iba a llevar a Francia para renegociar con el Club de París la deuda de algo más de U$S 2000 millones que existe con ese grupo. Su defección en medio de esta negociación es sintomática: la renegociación de las deudas fue uno de los ejes de la gestión de Guzmán, que sin embargo no logró tranquilizar a los mercados. La deuda pública en dólares en poder de los privados cotiza en estos días por debajo del valor que tenía antes de la renegociación de 2020, es decir, tiene precio de default.
La corrida contra la deuda en pesos que se verificó en las últimas dos semanas fue una estocada en el costado izquierdo del cuerpo económico porque cortó la única vía de financiamiento del déficit fiscal. Es decir, el mercado (el capital especulativo) dio su veredicto y apuntó a un ajuste de los términos de su relación con el gobierno nacional.
El Fondo Monetario le puso un límite al financiamiento del déficit fiscal al aprobar la primera revisión del acuerdo que firmó con la Argentina. Reclamó un ajuste del gasto en el segundo semestre, algo que no fue refutado por Guzmán. Al contrario, el ahora exministro redobló la apuesta en una entrevista en la que aseguró que el país no puede vivir con déficit fiscal en forma permanente. «