Lunes 23 de septiembre: 

Mariana Espósito, aka Lali, les pidió vía redes sociales a sus fans que si pasaban por la esquina de Carranza y Niceto, se lo hicieran saber. Las fotos no tardaron en aparecer. Una gigantografía del rostro de la piba nacida y criada en el barrio obrero y bello de Parque Patricios irrumpía en pleno corazón frígido de Palermo cheto. El fondo blanco, impoluto, contrastaba con su larguísimo pelo negro de noche primaveral porteña. Al costado, muy a su izquierda, un QR invitaba al misterio. Sólo era cuestión de apuntar la cámara del celular. Fotito, click, arte. 

Martes 24 de septiembre: 

Se sabe que las paredes hablan, dicen verdades. Más en estos tiempos tristes y silenciosos que reinan en la Argentina ultraliberal. Al día siguiente, pasó lo que todos esperaban: el afiche apareció vandalizado de la noche a la mañana. Algunos fanáticos indignados pedían por las cámaras de seguridad para atrapar al agresor. “Seguro fue un libertonto”, “No soportan verla triunfar”, “Qué tan inmaduro y sin vida sos para tomarte el tiempo de destilar odio a Lali”, fueron algunos de los comentarios en el ágora de las redes.

No faltaron quienes se ilusionaron porque veían venir un nuevo material. Incluso se arriesgaron versiones de un recital en River debido a las siglas CARP millonarias en un costado del afiche callejero. “Ya te dieron la portada, ahora dales de comer”, coreaban en las redes sociales parafraseando a la cantante. El fandom estaba en llamas. Dame más. Sus fanáticos querían más. 

Miércoles 25 de septiembre: 

El grafitti, tal como lo habían anticipado las voces en ese oráculo absurdo llamado X –antes Twitter- una semana antes, se había convertido en arte. Los y las fans de Lali pedían, al mejor estilo Taylor Swift con su Eras Tour, la metamorfosis a una nueva Lali. ¿Una más rockera, más contestataria, más zurda? Una versión que, como en ese afiche, no le tenga ningún tipo de miedo a los contrastes, porque sabe cómo llenar los espacios en blanco. 

Jueves 26 de septiembre: 

A las 9 de la noche, el video de “Fanático” salió a la luz y la estrategia de los últimos días condensó en un estallido en las redes. En este nuevo tema, Lali Espósito salió a defenderse de los trolls libertarios con su mayor arma de defensa: sus fans interpretando los símbolos manifiestos en el flamante videoclip. En el audiovisual de 3 minutos, la propia Lali hace un casting para encontrar su nueva versión. Desfilan sin prisa pero sin pausa sus fanáticos vestidos de monjas, de charol rojo, haciendo cosplay de su ídola.

La operación narrativa es compleja para un video de 3 minutos escasos minutos. A través del casting, Lali pasa y repasa su carrera -siempre es un gesto de madurez poder mirar hacia atrás- al mismo tiempo que observa con detenimiento quién está enfrente, tanto amigos como enemigos. Vuelan las comparativas con Taylor Swift y el icónico famoso clip de video “You Need to Calm Down”, donde la cantante yanqui instauró un himno queer contra la homofobia, llamando a sus detractores a calmar las agresiones contra ella y el colectivo LGBTIQ+. Quizá, también, no tan marcado, sobrevuela el aura menemista rolinga de esa perla negra del videoclip argento que es “Yo no me quiero casar…” de los Turf. 

La estrategia de Lali

Lali juega con el plano y contraplano entre ella y los personajes del video que revela, de nuevo, la estrategia que arrancó en el afiche callejero. Retoma y hace arte con el conflicto iniciado por el presidente ultraliberal y ultraconservador Javier Milei. Sin mucho cuidado por el borde de lo literal, la burbuja de sentido y militancia mileísta es personificada con dos sugestivas figuras.

La primera es un hombre enojado, a los gritos, con las patillas sugestivamente largas y una característica campera de cuero. Cualquier parecido con el mandatario corre por la imaginación de la audiencia. Ella le canta: “Su mayor fantasía es un día ser yo”. La segunda es un joven de traje, fumando un cigarrillo, tan rubio como el influencer de ultraderecha Iñaki Gutiérrez, “La Pepona” que se gana el sueldo estatal como fiel integrante de la casta mileísta. Pedagógica con su fandom, de algún modo Lali se canta a sí misma, como haciendo un esfuerzo por contenerse: “Yo no salto ni me enojo porque entiendo que la espuma la están necesitando”.

En “Fanático”, Lali Espósito los recibe a todos: los revisa, los evalúa, los atiende. Se camufla con un buzo negro para ser ella la que acaso exponga, por contraste con el blanco del escenario, la estupidez y el cariño. Como directora de su propio casting y videoclip, decide en el final que sea un popularísimo señor con bombo y piluso el que termine desplazando al enojado de la campera de cuero negra. El Pepona fumador, en cambio, es llevado de la mano a despojarse del traje para convertirse a los brillos. Le dejan un látigo en la mano que, aunque no parezca entender mucho cómo se usa, parece darle al menos curiosidad. Pegame y decime Pepona…

El aikido es una disciplina marcial oriental que orientada usa la fuerza del rival para doblegarlo. A los 32 años, Lali entró en su “Eras Tour” traccionando en la inercia libertaria y quién sabe hasta dónde llegará su sed de venganza tras haber sido blanco móvil de la campaña electoral de los ejércitos de la noche mileísta del actual oficialismo nacional. El tiempo dirá.