El 2020 no terminó. Al menos, este 2021 se le parece demasiado. Ingenuidad o única herramienta disponible, impera la apelación a una responsabilidad social que jamás exhibió una parte amplia de una sociedad fragmentada, que sigue imbuida de la cultura neoliberal del individualismo, del qué me importa la comunidad en la que vivo; aunque sí influya en los sectores responsables y solidarios.
Así, las medidas sanitarias que sugirió el gobierno simplemente apuntan a advertirle a los jóvenes y a los que soplaron alguna velita más que se abstengan de quedarse de parranda hasta la madrugada.
¿Es por el convencimiento de que otra medida de cierre y contracción sería perjudicial para una economía que no lo aguanta? Claramente, son otros tiempos: las condiciones sanitarias se robustecieron mucho y comenzó la campaña de vacunación. Porque si no, con registros de contagios y fallecidos que se disparan (acá y en un mundo, donde hay más de 15 mil muertos por día) y vuelven a conmover del mismo modo que al principio, se reduce al vacío aquel concepto de principios de cuarentena de priorizar sin hesitar la salud a la economía.
¿Es el poder fáctico que lo impide? ¿La fuerza limitada del gobierno que percibe hasta dónde puede tirar de la cinta porque del otro lado hay un establishment político y mediático que es un monstruo grande que pisa fuerte y que arrastra de verdad? Detenernos en este punto, tomarlo como factible, entenderlo como la realidad que nos toca vivir, turba tanto o más que el Covid. Al menos, a quienes aspiramos a que AF y compañía mantengan las ideas y el puño firme sobre las medidas más rupturistas. Porque para cambiar en serio esta realidad (más allá de la pandemia, que no es poco) el camino parece ser otro que el de ir buscando consensos como quien va pidiendo permisos.
La grieta existe. Y en la otra vereda sabemos qué gente hay.
En definitiva, el acuerdo del presidente con los gobernadores –“unánime” fue el término utilizado- se convirtió, en un chasquido de dedos, en una recomendación del jefe de Gabinete. No es lo mismo, claro. Una nueva falla comunicacional o una marcha atrás, lo mismo da; cuenta el sabor que deja el resultado final. El “toque de queda” –que el diputado Negri calificó de imposible de implementar, ¿dónde estaba él en el gobierno radical de Alfonsín?- no es la fantochada de los gobernadores que anuncian el cierre de los comercios ¡a la 1 de la mañana! Y dejan traslucir que cerrarán los ojos si no ocurre. ¿Hace falta escarbar en lo ridícula de esa decisión? El gobierno porteño insiste en que en un mes y días reabrirá las escuelas con los pibes adentro. ¿Lo hará si se mantienen las curvas de contagios en el distrito?
Ojalá que esta restricción horaria, incluso no acatada en varias regiones, sea efectiva y ayude al menos a amesetar esta ola de Covid. Pedir que les abra los ojos a los que no lo hicieron desde hace casi once meses, cuando se desató la pandemia, parece una utopía. Y no de las que soñamos cuando ideamos una sociedad más justa y solidaria; una sociedad que no sea la que considera que se cercenan las libertades individuales porque, para evitar los contagios en manada, cierran a la medianoche el boliche donde tomarse una birra. «