Europa históricamente ha sido cuna de grandes logros políticos, culturales y también de las mayores tragedias de la historia humana. Dos ejemplos positivos inmensos: la invención griega de la democracia y el Renacimiento con centro en Italia.

En contraste, el 90% de las guerras que han azotado el planeta, el colonialismo inglés, francés, español, belga, holandés, que asoló a África, Asia, Latinoamérica, dejando en esas regiones sangre, opresión, saqueo de sus riquezas; las dos guerras mundiales que costaron centenas de millones de seres humanos en el siglo XX, son made in Europa.

Ahora en el siglo XXI el fracaso de la Unión Europea, como estado supranacional que traería a sus pueblos paz y bienestar, y se reivindicaría ante los países que expolió durante siglos, parece el poco feliz corolario del papel de la Europa post soviética en la historia moderna. Para verlo sencillamente solo hay que analizar la baja calidad moral de algunos de sus líderes.

Úrsula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, es descendiente de abuelos alemanes empresarios acusados de nazis por militancia o por cómplices silencios frente a Adolf Hitler.

El primer Ministro de Gran Bretaña, Keir Starmer, es ahora emulo de Neville Chamberlain, quien pactó con Hitler en Munich, pensando que el enemigo principal a vencer era la Unión Soviética y que la Alemania nazi era un mal menor.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, es la versión siglo XXI de Philipe Petain, quien también entregó parte de Francia a los nazis en nombre de la rusofobia.

Esas tres figuras y otras menores forman parte del aquelarre rusofóbico que quiere prolongar la guerra de Ucrania hasta el último ucraniano. Según el periodista estadounidense Tucker Carlson son patrocinadores de Volodímir Zelenski, quien mandó a asesinar al periodista estadounidense Brent Renaud, al chileno estadounidense Gonzalo Lira y que podría, según un entrevistado de Carlson, a través de cualquiera de los 200 mil ucranianos que viven en EEUU, intentar el asesinato de Donald Trump, reeditando el John Kennedy con la complicidad de los exiliados cubanos de entonces, que son la versión siglo XX de los ucranianos de Zelenski en Estados Unidos en el siglo XXI.

En ese aquelarre rusofóbico europeo, Der Leyen pide un rearme europeo fijando como meta el increíble monto de 850 mil millones de euros, suma incompatible con el desarrollo de la europa social. Macron farfullea con que , ante la visión de Trump de no permitir que Estados Unidos sea el paraguas nuclear de Europa ante una supuesta amenaza rusa, Francia tiene que asumir ese papel.

Foto: Agencia Noticias Argentinas

Conviene examinar la realidad nuclear del mundo para poner en perspectiva los dichos del presidente francés. Rusia tiene 5580 ojivas nucleares. Estados Unidos posee 5044. China tiene 600 ojivas nucleares. Francia posee 290. Francia está en las ligas menores del campeonato del terror nuclear. Por ello lo que un presidente francés responsable con su pueblo y la humanidad debería hacer es apoyar la idea de Trump de avanzar hacia un desarme nuclear gradualmente hasta que sea general y completo.

El vicepresidente de Estados Unidos, James David Vance, en la reciente conferencia de Munich, acusó a Europa de traicionar los valores democráticos con la anulación de la candidatura a jefe de estado del rumano Calin Georgescu, acusándolo de proruso, el nuevo adjetivo que sustituye al de procomunista que usó el senador Joseph Mccarthy en Estados Unidos para perseguir en la post Segunda Guerra.

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El aquelarre rusofóbico europeo fracasó en Georgia en su intento de asesinar la democracia en esa ex república soviética. Pero insiste en Rumania anulando la postulación de Georgescu, favorito en las encuestas

La Europa del aquelarre se está transformando en el siniestro personaje de la novela Dorian Grey de Oscar Wilde. Pero le puede venir su muerte política, como la condena a muerte biológica del personaje de Balzac en su novela “La piel de zapa”.