Alguna vez se definió al Europarlamento como un intrincado puzzle dentro de otro puzzle gigante. El continente, de culturas tan antiguas como diversas, requirió décadas de complicadas estrategias para la integración y ha padecido enérgicas fuerzas separatistas. Todos tironean de la Unión Europea. Y en su corazón, una legislatura central está a punto de renovarse en dos cuestiones clave (el avance de la derecha y la guerra en el este) y otra sempiterna (la migración), entre muchas otras.
Se vota entre el jueves 6 al domingo 9, según el país y ya hubo el correspondiente debate. Además de prestigiosos museos, la gran atracción en el triángulo formado por tres parques (el de Bruselas, el del Cincuentenario y el de Leopoldo) son las batatas fritas: dicen que son las mejores del continente. Es el barrio europeo de la capital belga: en su alma se erige la sede principal de la Unión Europea. Y en uno de sus edificios, el hemiciclo donde sesiona la Eurocámara (las otras salas parlamentarias se encuentran en Estrasburgo y en Luxemburgo, otro triangulo en el corazón europeo). Por pocas horas se evitaron las visitas guiadas, uno de los grandes atractivos postpandemia para el turismo regional, en un continente que desborda de sitios seductores.
Los presentadores Annalies Beck y Martin Reznicek se adelantaron en el estrado de ese edificio de estilo neoclásico. Ella sonrió y él sentenció: «Es un debate para contarle las costillas a nuestros candidatos, para ver si están a la altura». Detrás, las pantallas mostraban varias de 26 capitales de donde surgirían temas y preguntas. Abajo un panel de centenares de jóvenes: no es un detalle menor ya que en estas elecciones se volvió a fijar una agenda etaria muy marcada para volver a entusiasmar a los que emiten sus primeros votos.
Y en el medio del estrado, cinco atriles: fueron ingresando el austríaco Walter Baier (Izquierda Europea); el Italiano Sandro Gozi (Renovar Europa ahora); la alemana Terry Reintke (Partido Verde Europeo), el luxemburgués Nicolas Schmit (Socialistas Europeos). Y finalmente la alemana Úrsula von der Leyen (Partido Popular Europeo), la estrella de la noche, la actual presidenta de la cámara, quien entró saludando con su mano en alto desde detrás mismo del escenario, a pesar que en el recinto se aplaudía protocolarmente, inhabilitado puntualmente de marcar preferencias.
Se trataba del último debate amplio de cara a las elecciones para la eurocámara que renueva cada cinco años: se compone de 705 bancadas, que se distribuyen entre los 27 Estados miembros de la UE ampliada (ningún país puede tener menos de 6 ni más de 96). Desde 1979, los legisladores surgen del sufragio universal directo.
De todos los colores
La distribución actual de escaños es la siguiente: El PPE (Demócrata-Cristianos) cuenta con 176 escaños; la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas, con 139; los renovadores (liberales y más demócratas), con 102; los Verdes, con 72; ECR (conservadores) con sus 69 que pugnan en el abanico derechoso con los 49 de Identidad y Democracia; la Izquierda tradicional, con 39, y un grupo de 61 bancas correspondientes a un abigarrado y ecléctico grupo. Entre ellos, los nueve de Alternative für Deutschland: hasta hace horas pertenecían al grupo ID pero fueron excluidos por las posturas de principal aspirante a ser reelecto, Maximilian Krah, (nacido hace 47 años en Räckelwitz, en el este alemán), quien vindicó a miembros de la SS y de organizaciones nazis de guerra y de posguerra
Ese es uno de los temas que arrasa las elecciones: el crecimiento de la derecha. Justamente Von der Leyen, que busca el apoyo de quien sea con tal de ser reelegida, con las únicas condiciones de que sean proeuropeas y anti Putin, confirmó que buscará alianzas con varios de esos grupos, por caso, el de los Fratelli d’Italia (Giorgia Meloni), aun cuando mantiene «enfoques diferentes» en cuestiones como la de los derechos LGTBI. Para ello pisa terrenos habituales del ECR, del que forma parte el mismísimo Vox, además del francés Rassemblement National, de Marine Le Pen; el polaco Ley y Justicia (Pis), de Donald Tusk; el Fidesz, de Viktor Orbán (ex PPE, expulsado) y el holandés Partido de la Libertad (PVV) de Geert Wilders, la gran novedad. La sanción a AfD, entonces, no es una mera decisión extemporánea.
Otro de los ítems que Europa debate por estos días, incluso por sobre el de los migrantes, casi naturalizadas las muertes que produce el tremendo flagelo que no logran resolver, es la Guerra Ucrania-Rusia. Von der Leyen planteó como latiguillo de campaña la necesidad de que la UE cuente con recursos propios para dispensarlos en «políticas de defensa», más concretamente en alimentar a Ucrania y fortificar la industria bélica como forma de posicionarse para discutir de otro modo en la OTAN. El italiano Gozi fue concreto en el debate: «Putin no se va a detener ahí: por eso que tenemos que vencer en Ucrania». En la vereda de enfrente los verdes coincidieron con la izquierda, en la postura de Baier: «La más urgente amenaza a la seguridad es el desastre ecológico al que nos dirigimos». Es que en Bruselas se reflejan, como un espejo, las cuestiones que parten el corazón en Europa.
España no para de votar
En España, votarán el 9 de junio por los 61 eurodiputados que le corresponden al país. La coalición de gobierno adoptó una táctica abarcativa en cuanto a los apoyos buscados. El propio presidente Pedro Sánchez lideró el acto en el que el PSOE lanzó la campaña el sábado 17 en la mítica Cataluña. Cuando restan dos semanas para las elecciones, los socialistas mantienen la ventaja de al menos cinco puntos sobre el PP, según las principales consultoras. La vicepresidenta Teresa Ribera lidera el listado de candidatos, que lograrían un 35% para consagrar a unos 24 diputados. Así sumarían tres o cuatro más de los que lograron en 2019 (incluyendo el escaño que les correspondió de los cinco que recibió España con el brexit del Reino Unido).
Justamente esas fueron las peores elecciones para el PP, que entonces sólo consiguió 13 bancas. Ahora estaría en condiciones de sumar uno o dos, lejos de las expectativas expresadas hace poco por el propio Alberto Núñez Feijóo, su líder partidario. Sus amigos de Vox retendrían sus cuatro eurodiputados, a pesar del estruendoso lanzamiento de Europa Viva 24, en Madrid, del fin de semana pasado, dominado por el liderazgo político de Gonzalo Abascal ycon el valor agregado del el histriónico show de Javier Milei.
Por el contrario, la sorpresa la daría la flamante agrupación Se Acabó la Fiesta, capitaneada por Alvise Pérez, otro activista de ultraderecha, que irrumpe como alternativa y obtendría uno o dos escaños. Ciudadanos, la tercera fuerza más votada en 2019 y que llega con ocho escaños, no sale de su declive y deberá contentarse con retener una o dos bancas.
En la otra vereda, Sumar se quedaría con otros cuatro escaños merced al 7% aproximado de los votos que considera propios Yolanda Díaz, una de las vice estrella del gobierno. Justamente, la agrupación que creó hace un par de años, generó la controversia de coquetear en la UE con el grupo autodenominado The Left y con los ecologistas, y no con el socialismo, con el que cogobierna en España. Ellos aducen que es pura estrategia política. Lo concreto es que desplazan a Podemos que, con la exministra Irene Montero a la cabeza retendría sólo dos lugares de los seis de 2019.
Ahora Repúblicas, que aglutina a los nacionalistas vascos y sus aliados (ERC, EH Bildu, BNG y Ara Més) se quedarían con otros dos. Muy atrás quedaría Junts i Lliures per Europa, que retrocede en las preferencias y se quedaría con una solitaria banca. Por una Europa Solidaria, coalición PNV y Coalición Canaria obtendrían un escaño.