El gobierno de Javier Milei cierra su peor semana política. Con tres derrotas al hilo en el Congreso, librepensadores dentro del parlamento y un ya indisimulable quiebre en la relación con Victoria Villarruel, el oficialismo hace equilibrio para que este tropiezo no signifique una caída en la gestión y el fuego amigo no se lleve puesto a Santiago Caputo, una de las patas más firmes de la mesa libertaria.
“Les molesta que Caputo tenga un coeficiente intelectual varias veces por encima de la media. Él juega a la mancha con los aviones respecto a los precámbricos que andan dando vuelta por la política”. Con esta contundente muestra pública de amor, el presidente le hizo saber a Mauricio Macri, por segunda vez en una semana, que no está dispuesto a entregar la cabeza de su asesor estrella sólo para complacerlo.
Lo mismo le transmitió el miércoles, en la tercera cena que los mandatarios compartieron en Olivos en menos de cuatro semanas. Durante aquella cumbre, con las milanesas y la ensalada como testigos, el expresidente le habría pedido nuevamente a su sucesor que quitara del medio al alma mater de la gestión libertaria. Para Macri, Caputo está empecinado en interferir en la fluida relación y coartar los acuerdos que puedan cerrar en privado ambos líderes, postura que el libertario no está dispuesto a validar.
Cada vez que el presidente habla en privado de Santiago Caputo, a quien conoció en los albores de la campaña legislativa del 2021 y desde entonces forma parte de su círculo íntimo, se refiere a él como su ministro del Pensamiento. La devoción estrafalaria de Javier Milei por su más íntimo asesor no es, sin embargo, tan descabellada. El frustrado ingeniero en informática forma parte del manejo diario de la gestión, asumiendo todas las responsabilidades políticas en las que el presidente no está dispuesto a comprometerse.
En los papeles, el treintañero no es más que un mero monotributista contratado bajo el convenio más bajo dentro del Estado. Sin embargo, el discípulo de Jaime Durán Barba ejerce el rol de un virtual jefe de Gabinete, trasladando a Guillermo Francos a la segunda silla más caliente de la gestión casi como una pantalla. Así quedó expuesto esta semana, en la que los despachos del exMinisterio del Interior en la planta baja de la Casa Rosada pasaron los días sin pena ni gloria, con reuniones de bajo vuelo.
Caputo avisó con pocos días de anticipación de su viaje personal. El presidente no se lo reprochó. “Todos tenemos derecho a vacacionar”, dicen en la mesa chica del gobierno para bajarle la espuma a las versiones que circularon a inicios de semana sobre el supuesto pedido de Karina al asesor para que baje el perfil. “La relación entre ambos está igual que siempre”, completan.
Como sea, la ausencia de Caputo se hizo sentir en Casa Rosada. Si bien el teléfono del asesor presidencial no dejó de estar activo ni por un minuto, la falta de dinamismo que imprimieron los miles de kilómetros que separan a la ciudad de Buenos Aires del sur del país -donde el coach libertario descansó con su familia- dejaron a la vista la centralidad que cultivó uno de los vértices del tan mentado triángulo de hierro.
Por acción u omisión, el viaje del asesor superestrella coincidió con las tres derrotas al hilo que tuvo el gobierno en el Congreso, un escenario de absoluta indefensión que no padecía desde el primer intento de aprobar la Ley Bases en enero. En un movimiento inédito y casi sin precedentes, el peronismo, el radicalismo y el PRO unieron fuerzas para marcarle la cancha a un oficialismo envalentonado en el apoyo que todavía le devuelven las encuestas.
La postura del partido amarillo fue la que más repercutió puertas adentro de Casa Rosada. A último momento, Mauricio Macri conminó a su tropa legislativa a separarse de La Libertad Avanza, en un movimiento que desde la mesa chica del Ejecutivo leen como una venganza por el freno que el propio gobierno puso a las exigencias del boquense en cargos claves dentro del aparato estatal. Con esta disputa, en los dos lados del mostrador se recriminan deslealtad, pero ninguno se anima a dar por rota la relación entre los espacios.
“Ahora no los necesitamos y no podemos acordar con el PRO como si fuésemos pares, porque en las encuestas no pasan los 7 puntos. Pero si la economía y los números no nos acompañan, no vamos a poder esquivar la alianza con ellos”, reflexionó ante Tiempo un integrante de la mesa chica electoral del gobierno.
A pesar del cimbronazo, en el gobierno hacen caso omiso del significado político que tuvo la designación de Martín Lousteau como presidente de la bicameral de Inteligencia, el rechazo del DNU que otorgaba $100 mil millones a la SIDE de Caputo y la aprobación del aumento jubilatorio, que el presidente ya anticipó que impugnará. “El costo político del veto al aumento de jubilaciones lo van a pagar los senadores. La gente entiende que no hay plata, si los degenerados fiscales no lo entienden, no es nuestro problema. No nos van a doblar el brazo”, repiten imitando el rugido del león desde Balcarce 50.
Lo que desde el oficialismo no lograrán controlar, sin embargo, será la incidencia que tendrá la salida de Lourdes Arrieta y Francisco Paoltroni la próxima semana. Ambos serán notificados el martes de que el gobierno dispondrá de sus servicios en los bloques parlamentarios, después de que la diputada discutiera a los gritos con Martín Menem y el senador iniciara un insistente lobby para boicotear la candidatura de Ariel Lijo a la Corte Suprema. A días de cumplir nueve meses de gestión, piña va, piña viene, los muchachos libertarios se entretienen. «