El liderazgo de Juan Domingo Perón en el Ejército le permitió elaborar el proyecto de país más acabado desde la Generación del ’80, aunque de signo contrario. La época también era diferente. Ya no brillaba el Imperio Británico y, en 1943, el mundo estaba en llamas tras cinco años de una guerra devastadora en Europa y Asia. La Rubia Albión se consumía contra el imperio nazi.

El 4 de junio, el grupo de coroneles del GOU se hace fuerte en el gobierno que había derrocado a Ramón Castillo y Perón, comienza a desplegar su estrategia desde la Secretaría de Trabajo. Era todo muy dinámico y en febrero de 1944 es designado, además, ministro de Guerra. En junio, cuando se cumple un año de la Revolución que puso fin a la Década Infame, brinda en la Universidad de la Plata un discurso en el que desmenuza su doctrina para la Defensa. En esa ocasión, Perón da sus primeros esbozos de su concepto de Tercera Posición.

Perón avizoraba que el triunfo en la II Guerra Mundial estaba más cerca de los aliados: Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Soviética. El tema para la defensa consistía en articular un sistema de alianzas hacia el exterior -soberanía política e independencia económica- mientras hacia adentro impulsaba la justicia social.

Pero ni bien las tropas soviéticas tomaron Berlín y Estados Unidos detonó la primera bomba atómica en Japón, se iniciaría otro período, signado por la Guerra Fría entre el occidente y la URSS, a la que se agregaría luego la China de Mao Zedong. Un choque entre capitalismo y comunismo. La Tercera Posición consistía en no casarse con ninguno de esos dos bloques y aprovechar lo mejor que se podía obtener de cada uno en beneficio del país.

Esto lo explicó en un discurso que envió a la IV Cumbre de los Países no Alineados que se desarrolló en Argel entre el 5 y el 9 de septiembre de 1973 y al que Argentina acababa de adherir. “La tercera posición (…es una) solución universal distinta del marxismo internacional dogmático y del demoliberalismo capitalista que conducirá a la anulación de todo dominio imperialista en el mundo. Nuestra Doctrina Justicialista dice claramente: ‘Deseamos vivir en paz con todas las naciones de buena voluntad del mundo’». Para ese clima de alineamiento total que exigía EE UU con  el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) de 1948, era todo un desafío que se cobrarían con el golpe de 1955.

Perón no solo planteó en sus primeras dos presidencias esa divergencia con el planteo extorsivo de la Casa Blanca y los países occidentales. También intentó un modelo de integración regional inédito. En ese discurso leído en la capital argelina unos días antes de que ganara la tercera presidencia de la Nación, Perón recuerda la proclama de 1943, que había escrito de puño y letra. «Lucharemos por mantener una real e integral soberanía de la Nación, por cumplir fielmente el mandato imperativo de su tradición histórica, por hacer efectiva una absoluta, verdadera, leal unión y colaboración latinoamericana y por el cumplimiento de nuestros compromisos internacionales».

Así surgen la propuesta del pacto ABC, con el mandatario chileno, el general Carlos Ibáñez del Campo, y el brasileño Getulio Vargas.  “La República Argentina sola, no tiene unidad económica; Brasil solo, no tiene tampoco unidad económica; Chile solo, tampoco tiene unidad económica; pero estos tres países unidos conforman quizá en el momento actual la unidad económica más extraordinaria del mundo entero, sobre todo para el futuro, porque toda esa inmensa disponibilidad constituye su reserva”, dijo Perón en la Escuela Nacional de Guerra el 11 de noviembre de 1953.

“Analizando nuestros problemas -agregó, en ese discurso de inquietante actualidad que fue reservado y se conocería recién en 1961- podríamos decir que el futuro del mundo, el futuro de los pueblos y el futuro de las naciones estará extraordinariamente influido por la magnitud de las reservas que posean: reservas de alimentos y reservas de materias primas”. Y en el medio deslizó un concepto que dejaría un lema y también un tono de cuenta pendiente para el siglo XXI. “Pienso que el año 2000 nos va a sorprender o unidos o dominados; pienso también que es de gente inteligente no esperar que el año 2000 llegue a nosotros, sino hacer un poquito de esfuerzo para llegar un poco antes al año 2000, y llegar en un poco mejores condiciones que aquellas que nos podrá deparar el destino mientras nosotros seamos yunque que aguantamos los golpes y no seamos alguna vez martillo; que también demos algún golpe por nuestra cuenta”.

Los autos que rompieron el bloqueo a Cuba

Corría el año 1973 y por imposición de Estados Unidos, la OEA había castigado a Cuba en 1961 obligando a todas las naciones al sur del Río Bravo a aplicar el bloqueo dictado para doblegar al gobierno de la Revolución. Pero el gobierno de Héctor Cámpora reanudó relaciones con La Habana ni bien asumió. Y no solo eso, el ministro de Economía, José Ber Gelbard, acordó un crédito para la venta de automóviles a la isla.
El revuelo fue mayúsculo y el New York Times del 6 de agosto señala que “el ex presidente Perón (…) ha abogado durante mucho tiempo por una política exterior estridentemente independiente de la influencia de Estados Unidos”. Hubo presiones para que la operación no se concretara y en un breve intercambio con la prensa, Perón, candidato a regresar al gobierno, respondió a una pregunta por las quejas de Washington a raíz la venta de productos elaborados en las plantas de General Motors, Chrysler y Ford, desde el jardín de la casa que ocupaba en Vicente López, con gesto de inocencia: “tengo entendido que esas empresas son argentinas”. Así era para la legislación local.