Los próximos diez días de la Selección formarán parte del último tramo de pruebas con amistosos antes de la Copa América en Brasil, quizá el gran desafío para Lionel Scaloni como entrenador, lo que se supone que será el testeo para determinar si se queda al comando del equipo durante las Eliminatorias para el Mundial 2020, que por ahora está previsto que se juegue en Qatar. Lo más novedoso será volver a ver a Lionel Messi con un uniforme que no utiliza desde Rusia 2018. Si llegara a jugar el próximo viernes con Venezuela en Madrid habrán pasado 265 días desde la tarde rusa de la eliminación con Francia, en Kazán, la última vez que salió a la cancha con la Selección. Nunca había estado tanto tiempo lejos del equipo, ni siquiera cuando anunció su renuncia. Esta vez, tampoco hubo una campaña masiva como ocurrió después de la renuncia de 2016, cuando el #NoTeVayasLio convocó hasta una concentración en el Obelisco.
Pero más allá de Messi, lo que se plantea es una reinvención del equipo. Lo que alguna vez se reclamó como refundación, más mentada que realizada. La etapa previa a Rusia 2018, ese tránsito del conjunto argentino, entregaba fotos que parecían imágenes setentistas, los años que antecedieron a la llegada de César Luis Menotti como entrenador, el organizador de la Selección moderna. Entrenadores que entraban y salían, jugadores que se bajaban, problemas en los viajes, una crisis futbolística que puso en riesgo la participación en el Mundial. Por eso, de alguna manera, se le pedía a la AFA una vuelta a 1974: un empezar de cero. Lo más cercano a ese proyecto, por ahora, es haber contratado a Menotti, esta vez como director de las selecciones nacionales.
Scaloni bajó de un tirón al equipo en la conferencia donde anunció la lista de convocados. «Actualmente –dijo– no somos una potencia mundial y cuesta competir contra las grandes selecciones del mundo, pero sé que con nuestra cultura podemos llegar a hacerlo». Puede resultar realista, una apelación, tal como dijo, a la humildad, pero también una forma de bajar las expectativas a la participación en la Copa América, la frontera de lo que todavía se supone que es un interinato, una transición en el cargo.
Después de Rusia 2018, de donde la Selección salió herida no sólo por la eliminación sino también por los días caóticos que se vivieron en la concentración de Bronnitsy, Claudio «Chiqui» Tapia, presidente de la AFA, no encontró un plan para reemplazar a Jorge Sampaoli. Sin opciones, se inclinó por Scaloni. Una vez que lo confirmó en el cargo, publicó un proyecto para las selecciones a mediano y largo plazo. Y una vez que publicó el proyecto, se designó a Menotti como director de selecciones. Y en el medio de todo eso, se sumó a Roberto Ayala entre los ayudantes de campo de Scaloni, que ya contaba con Walter Samuel. Fueron piezas que se colocaron desordenadas, y que quizás el tiempo comience a ordenarlas.
Todavía no está claro cuál es el rol que cumple Menotti en ese armado. Cuando asumió, el técnico campeón del mundo en el Mundial 78 dijo que estará ahí para dar su opinión cuando lo requieran. Aclaró que no quiere imponerle ideas a nadie. Sin embargo, su función es la de director, no la de asesor. Y Menotti lo sabe, pero también sabe que llegó con un técnico que tiene contrato hasta después de la Copa América. De hecho, resultaron curiosas sus últimas declaraciones sobre la convocatoria de Scaloni en una entrevista con el canal TyC Sports. Por un lado, pareció apoyar al entrenador sobre la ausencia de Sergio Agüero en esa lista. Pero en la misma frase dijo que tampoco debería haber estado Messi. «Yo personalmente creo que no era el momento del Kun pero tampoco de Messi; están jugando instancias difíciles, con sus calendarios, copas», opinó Menotti. Y aclaró que no está en ese lugar para elegirle jugadores a nadie. «El entrenador de la Selección Argentina se llama Scaloni, no es Ayala, Samuel, nadie. Es Scaloni», dijo.
Que Agüero, goleador en la Premier, figura en el Manchester City, puesto a consideración como el mejor extranjero que alguna vez haya jugado en esa liga, no esté en los amistosos frente a Venezuela y Marruecos podía entenderse como fuente de renovación. Sin embargo, estará Ángel Di María. Los dos –igual que el de Messi, aunque él esté por arriba de todo– forman parte de la vieja guardia, la generación de las tres finales pero también la que sufrió Rusia. Ya no está Javier Mascherano. Pero queda Di María y también Nicolás Otamendi. Scaloni apuesta a mezclar esa experiencia con los pasos iniciáticos de los novatos, como los futbolistas de Defensa y Justicia, Lisandro Martínez y Domingo Blanco, o el volante de Racing, Matías Zaracho.
Ese será el camino, al menos hasta la Copa América. Pero todavía es una incógnita qué pasará después, si todo depende de un resultado. O si se evaluará más allá del resultado final. Pero lo que se busca es una reivención. Es lo que Antonio Gramsci definía como crisis, aquello de que lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer. La Selección todavía está en ese interregno en el que, también decía Gramsci, se ven distintos fenómenos morbosos. La Selección todavía está en crisis. Quizá sea este el año en que comience a resolverla.