Fue un reencuentro, una celebración. La selección argentina volvió a jugar en Buenos Aires después de ganar la Copa América. El festejo fue con triunfo, un 3-0 a Chile por unas eliminatorias que la tienen en la punta, que la llevan al Mundial 2026 sin sobresaltos. Ganó sin Lionel Messi y después de despedir a Ángel Di María entre lágrimas. Cambian los nombres, la época, pasa el tiempo, pero lo que siempre queda es un equipo. La próxima función será el martes en Barranquilla ante Colombia, una reedición de la reciente final de la Copa América.
La escena no es habitual. Argentina está en la cancha sin Messi, sin Di María, y en un partido de eliminatorias. No es un paisaje al que estamos acostumbrados, esta especie de orfandad futbolística, pero es lo que toca en este tiempo. En general, podía faltar uno u otro. Di María cuidaba la cinta y a veces el territorio de Messi. Pero ya no estará más: hace un rato se despidió de su público, del Monumental, junto a su familia, revoleado por sus compañeros. La historia pasa por acá, su gol y el oro en Beijing 2008, los sinsabores, la final que no pudo ser en Brasil 2014, las caídas con Chile, todo lo que siguió, su grito en el Maracaná, la Finalíssima, la Copa del Mundo y el gol más lindo en una final, la segunda Copa América, y este cierre.
Este cierre que también es el final de una época, la de un nombre que atravesó más de quince años con la selección. Quizá con la influencia de ningún otro más que de Messi. Que hoy no está pero se lo espera. Todavía tiene que volver. Pero hay algo de todo que es asomarse al futuro, a lo que algún día vendrá. Y todo en un Monumental con las cabeceras bajas vacías: sólo se permitió ocupar el 75% de la capacidad del estadio como castigo por cantos homofóbicos.
Ahora sólo hay algunos gritos; son apenas oleadas. En la cancha están los guardianes de esta época, caras que conocemos y que hacen de este partido y con esas ausencias algo familiar. Está Dibu Martínez en el arco. El capitán de la Argentina contra Chile es Nicolás Otamendi. Vuelve a ser titular. A su lado, el Cuti Romero levanta a la tribuna con algún cruce, el rigor de su pierna. Lisandro Martínez se corrió al lateral izquierdo. Por el derecho, va Nahuel Molina. El equipo empuja con Rodrigo De Paul, pero no termina de activar en la izquierda a Nicolás González. Enzo Fernández y Alexis MacAllister manejan el mediocampo. Julián Álvarez y Lautaro Martínez entran y salen para entrar en juego. La Argentina tiene la pelota, pero no tiene punch.
Cuando lo tiene, aparece Gabriel Arias, el arquero de un Chile que se refugia atrás. El equipo de Ricardo Gareca decide que la espera y la posibilidad del contragolpe sean su plan. Para la selección, en cambio, la paciencia no es la espera, es el ataque, tener la pelota. Por la mitad del primer tiempo, una buena combinación entre Lautaro y De Paul, con taco del delantero, termina en un remate del jugador del Atlético de Madrid. Atrapa Arias. En otra secuencia, Nico Gonzalez conecta un centro de De Paul. Otra vez atrapa Arias. No pasa mucho más, excepto porque Otamendi tiene que salir al corte de Eduardo Vargas. Y cuando se termina, Matías Catalán pone un cabezazo en el palo. Es apenas un susto para el arco del Dibu, quizá un alerta.
El entramado se resuelve con el reinicio del partido. A los cinco minutos hay gol de Alexis Mac Allister. No es sólo por la ventaja, por abrir el resultado, es también por la producción del gol, el caminito de pases que se arma a partir de que De Paul encuentra a Julián desbordando. Lautaro deja pasar entre sus piernas el centro por abajo y Alexis la toca a la red. La mejor jugada de la Argentina tiene premio.
Un rato después hay un ole, ole, ole, y recién van nueve minutos del segundo tiempo. Es un toqueteo sin profundidad pero así se siente la tranquilidad que entrega el equipo. Además, hace casi un año que la selección no juega en Buenos Aires. La última vez había sido en octubre del año pasado, derrota con Uruguay en la Bombonera. Hay que disfrutar.
A la media hora del segundo tiempo, después de que los altoparlantes avisen que los visitantes chilenos van a tener que esperar a que los locales dejen el estadio, se van Alexis, Lautaro y Lisandro con ovación. Entran Marcos Acuña, Alejandro Garnacho y también Paulo Dybala con la 10 en la espalda. La de Messi. La de Maradona. La 10 de la Argentina. El Monumental lo alienta, grita su nombre. Dybala, Dybala, Dybala. Es su regreso a la selección después de la ausencia en la Copa América. Y con ese número en la espalda. Un rato antes, en reemplazo de Nico González, había entrado Giovani Lo Celso con la 11. La de Di María. Los números de las camisetas son importantes esta noche.
El gol de Julián, una bomba desde afuera en un escenario que es como su casa, le pone final al asunto. Pero hay un instante para que se luzca Dibu Martínez. La Argentina gana, avanza hacia el Mundial, ya sin Di María. Hoy sin Messi. Y aunque los goles vienen de los de siempre, como Alexis, como Julián, algo queda atrás. Y algo empieza a haber en el horizonte. En la cancha terminan Garnacho y Valentín Castellanos en el ataque. El tercero lo hace Dybala con la 10. Quizá sea lo nuevo que está naciendo. El trabajo para eso que viene le corresponde a Lionel Scaloni.