Después de una década sin tocar oficialmente en Capital Federal, La Renga disfrutó del ansiado regreso a su pago chico con cuatro banquetes en un estadio de Huracán que se llenó de gente, rock y emoción. Fueron diez años de peregrinar por el interior de nuestro país y por fin el trío de Mataderos volvió a los escenarios de una ciudad que le pertenece. La seguidilla de shows resultó un regalo para la banda y también para sus seguidores, que acumularon sed y la saciaron el 30 de julio y el 2, 5 y 9 de agosto hasta darle forma a uno de los ciclos de rock más trascendentes del año.
«Le venimos dando al plumero como locos en estos cuatro shows. Desempolvamos unos cuantos temas viejos, no se pueden quejar», bromeó el Chizzo durante el show del último miércoles, el que cerró esta primera tanda histórica de conciertos. Pese a ser las primeras presentaciones porteñas después de publicar Algún rayo (2010) y Pesados Vestigios (2014) las listas de temas tuvieron un protagonismo absoluto de los hits históricos de la banda: «El juicio del ganso», «Tripa y corazón», «Somos los mismos de siempre», «Cuándo vendrán», «El twist del pibe» y «El rito de los corazones sangrando», entre otros.
Quizás el momento más emotivo de estas dos semanas haya llegado en la noche del pasado miércoles, con la seguidilla de dos clásicos: «La balada del diablo y de la muerte» y «La nave del olvido». En medio de la oscuridad del Tomás A. Ducó, las luces de los celulares servían como pequeñas linternas para alcanzar a ver algún rostro emocionado bajo la luna de Pompeya.
El contraste entre el escenario y el público llama la atención. Abajo hay un mar de 40 mil personas a punto de ebullición. Arriba: solo la guitarra y la voz del Chizzo, el bajo del maratonista Tete y la potente pegada del Tanque a los parches, más los aportes en los vientos de Manu y Las cucarachas de bronce.
Los shows tuvieron un fuerte contenido político. Tanto desde la lista de temas («Hiela sangre», «Muy indignado», «A tu lado») como desde lo que transmitió el público, con constantes insultos al gobierno y una bandera que fue el centro de atención de cada una de las noches y decía «Macri Gato» con la tipografía del logo de la banda. «Son épocas bravas», definió el líder de una banda que nunca escondió su pertenencia popular: tocó en la fábrica recuperada Zanón, en los acampes piqueteros en Plaza de Mayo, en un acto contra la guerra de Irak y en el festival por los 20 años de las Madres de Plaza de Mayo. En ese contexto, el punto más álgido también estuvo en la última presentación. Después de vibrar al ritmo de «Lo frágil de la locura» en las pantallas del estadio apareció la imagen de Santiago Maldonado, el joven artesano desaparecido en la Patagonia desde el 1 de agosto. El Tomás A. Ducó quedó conmovido. Pasó del aplauso sentido a las puteadas catárticas.
De algún modo, La Renga desde sus canciones, su público y su impronta encarna un reflejo de la historia de nuestro país desde los