En algún momento del último tiempo, pongamos que hace 15 años, intentó decretarse la muerte del enganche. Con el certificado de defunción en la mano, se le dio la bienvenida a lo que se denominaba fútbol moderno, la victoria del doble cinco, el gobierno del cuatro cuatro dos. Ricardo Lavolpe fue uno de los que tenía la pala para el entierro. El 10 tuvo que buscar la reinvención: retrasarse en el campo, hacerse 5 o tirarse contra las bandas. Pero nunca se fue. El enganche no sólo está vivo, está multiplicado.
El fútbol argentino también los tiene. Aunque algunas de sus canchas parezcan campos de batalla recién bombardeados, se juegue poco y los mejores terminen tomándose un avión, siempre hay jugadores para ver. El regreso de Éver Banega a Newell’s entregó esas pinceladas de su pie derecho. Se mueve por todo el medio, bien adelantado, buscando siempre el pase al delantero. Lo disfrutan Brian Aguirre y, sobre todo, el uruguayo Juan Ignacio Ramírez.
Banega también jugó más retrasado, de 5, sobre todo durante su etapa en Valencia. Pero en Newell’s volvió al lugar que más le gusta, más cerca del área, sin ataduras para recorrer la cancha.
En el zapping buscando al 10 se lo puede encontrar a Juanfer Quintero en Racing. Cuando la pelota le llega, algo que no siempre pasa, el equipo suena distinto. Juanfer está en su mejor versión desde que regresó a la Argentina, primero a River, donde no lo olvidan, y luego a Racing.
Diego Martínez en Boca puede mover por ahí a Ezequiel Bullaude. O recuperar a Vicente Taborda. Pero también está la zurda de Kevin Zenón, antes en Unión, ahora en Boca, siempre mejor cuando está bien liberado. Lanza lianas que son perfectas. Suele jugar por izquierda pero su tendencia es a buscar los canales internos.
Le pasa a la nueva joya de River, Franco Mastantuono, a quien Martín Demichelis lo coloca por derecha, pierna cambiada porque es zurdo. Parte de ahí hacia adentro, tiene gambeta, pase y pegada. Y sólo 16 años, un mundo por delante. En River está Nacho Fernández y está Esequiel Barco, que mareó a Vélez la noche del 5-0 jugando como enganche.
En Godoy Cruz juegan dos zurdos que siempre dan ganas de ver. Tomás Conechny va de extremo por la izquierda. Pero a Hernán López Muñoz, ahora desgarrado, le gusta más jugar como enganche. Sangre maradoniana. Para conducir y para probar la pegada cuando hace falta. ¿Y Talleres? Lo tiene a Nahuel Bustos, lo disfruta a Ramón Sosa y lo ve jugar a Rubén Botta, que aunque sale por la derecha también puede hacia adentro para armar esa jugada con caño y media vuelta que terminó en el gol de Federico Girotti contra Huracán en la primera fecha.
Son los que crean, los que manejan el tiempo, los que conectan y arman sociedades. “El juego del fútbol no es una moda. Hay equipos que lograron reunir a tres o cuatro mediocampistas creativos dentro de la dinámica del juego, con conceptos claros para no superponerse y con el compromiso para recuperar la pelota”, tuiteó hace unos años Diego Latorre. Porque al final lo que no muere es el talento. Por eso todavía quedan jugadores para ver. Y para pedirlos como enganche.
A fines del año pasado, durante una entrevista radial con Andy Kusnetzoff, Matías Manna, uno de los asistentes de Lionel Scaloni en la selección, explicó la idea que tenía el cuerpo técnico en relación a que Lionel Messi jugaba mejor rodeado de centrocampistas de buen pie. La Argentina salió campeona del mundo en Qatar alimentada por los 10. Rodrigo De Paul, Enzo Fernández, Alexis Mac Allister y Leandro Paredes crecieron como enganches. Hay que agregarles a Paulo Dybala, Thiago Almada –se jugará hoy la clasificación a los Juegos de París 2024 ante Brasil en el Preolímpico de Venezuela– y, aunque no jugó el Mundial, Giovani Lo Celso. Cada uno ocupó distintos roles, cada uno hizo lo suyo. Pero el orígen de todo está ahí.
Juan Román Riquelme, ahora reconvertido en presidente de Boca, dijo alguna vez que en este fútbol no podría jugar. Alguna vez se lo llamó a Román el último enganche. Es fácil ver que podría hacerlo. En Banega, en Juanfer, está el espíritu. El 10 no ha muerto.