Sólo hizo falta que la bravata libertaria encendiera la chispa en Davos para que la pradera comenzara  arder en Parque Lezama. Una gran convocatoria del colectivo LGBTIQ+ a la cabeza, donde el signo + cumplió  apertura para más gente. La protesta, en pleno verano, en el que huelgan los dirigentes mañeros y tiempistas. En el parque se canalizó la demanda del pueblo mientras avanzan a paso redoblado sobre nuestros derechos sin ningún tipo de distinción las fuerzas del cielo.

Ése fue el punto: una marcha de degenerados que violan niños, putos y putas, maricas y todo el zoológico despreciado por la derecha; el bloque de choque que se les plantó de una.

Para nosotros debería ser una gran enseñanza saber que esa fortaleza trabajada desde la resistencia del tiempo, nos haya ayudado hoy a alzar la voz. Para otros es una vergüenza; seguramente lo sea para esos y esas de nuestro espacio que pensaron que perdimos las elecciones por ocuparnos de las minorías. 

Seis días después de Lezama, el pueblo se volvió a manifestar masivamente contra la ofensiva conservadora de derecha. Allí estuvieron sectores del trabajo, fuerzas políticas y demás actores sociales que acudieron libre y organizadamente a la cita convocada por aquel colectivo.

Una paradoja del sábado fue la convocatoria hecha por Guillermo Moreno, el inefable medidor del peronismo en sangre en Parque Lezama, a la que acudieron un puñado de amigos a quienes arengó  con sus gesticulaciones y un discurso anquilosado. El pueblo recorrió el país, pero no fue a Parque Lezama; los que fueron allí llegaron tarde.

También es saludable recordar que el 19 de octubre de 2016 en pleno gobierno de Mauricio Macri, respondiendo al femicidio de Lucia Pérez, con una celeridad inusual se decretó un paro feminista de repercusiones internacionales.

Cuando la derecha habilita a través de sus discursos el odio irracional desde las máximas investiduras, hay quienes se sienten habilitados a concretar actos que se correspondan materialmente con el odio propalado desde lo más alto del poder.

Destruir en nosotros la negación por ver la realidad, que es la única verdad, es un proceso que bien vale la pena retomar.

Hoy estamos ante la más feroz entrega de todo lo que significa la Argentina que conocimos, situación aviesa de la que debemos hacernos cargo.

Una pandemia que infundió temor, un mal gobierno que no cumplió con su rol de volver mejor a través de una unidad que solo sirvió para ganar elecciones. Algo que no está mal, pero debería haber servido para cambiar un rumbo, interpretar las demandas y estar entre las voces de nuestra gente, escuchando y no pontificando lo hecho que ya está hecho y lo hecho que no se aplica a la realidad de esta nueva sociedad uberizada.

Si hay un fantasma que recorre el continente, es el de la derecha desenfrenada, que bajo el liderazgo de Trump nos ofrece una nueva versión de imperialismo que quiere adueñarse de toda geografía que le resulte útil. Ahora insultando al sufriente pueblo palestino,  al ofrecer un emprendimiento inmobiliario para recuperar las tierras arrasadas por la guerra de exterminio. Ningún organismo internacional se ha proclamado sobre esto y la idea de “trasladar al pueblo palestino a lugares frescos donde la pasen bien”, para desterrarlos, algo que no ocurría desde las diatribas y engaños de Hitler al pueblo judío.

Así funciona esto; un bravucón que propone políticas de protección económica al mismo tiempo que amenaza con sus fuerzas armadas para sostener su economía.

Pero siempre aparece algo que supimos alimentar, algo que viene corriendo desde atrás como en un final reñido, en el que se desengancha aquel al que nadie apostó, y encara el disco triunfal.

Quienes sean los colectivos sociales en el mundo, que reaccionen como lo hicieron los que se juntaron en Parque Lezama, que tuvieron la valentía de no quedarse a sufrir en sus casas y nos pusieron a todes en las calles; hasta a los oportunistas que debieron ir, porque era lo correcto.

El pueblo argentino es un pueblo manso, que a veces se equivoca pero rápido de reflejos suele rectificarse. Sabe corregir, la historia lo demuestra, cuando estalla. Este año empezó movido, fuimos a la ESMA, al Bonaparte, a los centros de detención, a los hospitales, a los centros de salud y a otros distintos lugares en conflicto. Debemos ir generando el denominador común y aprovechar aquellos ya conseguidos como el 24 de marzo, para que el crecimiento del hartazgo encuentre su punto de encuentro frente a un gobierno al que ni siquiera le interesa tener presupuesto, para hacer más discrecional el reparto. Y porque nos van a seguir endeudando para ganar la elección de medio término, a la que muchos y muchas ciudadanes quedarán prendados de sus tarjetas de crédito y vacaciones en el exterior, además de aquellos que ingresen a créditos sostenidos por un dólar barato que destruye cualquier impulso productivo. Volveremos a ver al voto cuota y al voto vergonzante, como en otras películas ya viejas, con el mismo y desolador final. Ese es el verdadero plan platita.

Ya es hora de invertir la agenda. Que ellos corran detrás de nosotros. Para eso necesitamos a nuestros y nuestras mejores referencias, aquellas que demostraron coherencia en todos estos años, que no tuvieron miedo y no arriaron banderas. Los demás, a la cola a acompañar. Que no se licuen las manchas de quienes dejaron la puerta abierta, traicionaron o se hicieron los rulos cuando había que poner voluntad, temple y lealtad.

Pero en esta nueva etapa que seguramente se abrirá luego de este experimento del dolor, habrá que poner en práctica políticas de alto vuelo para transformar al país en un lugar justo y próspero.

Cuando sostenemos de alto vuelo, referimos a dirigencias con capacidades asociativas, proyectos, y voluntad de transformación, que no solo miren encuestas, ni lucren con la miseria; que sueñen con un pueblo sano, bien alimentado y culto como supimos ser.

Todos los derechos conquistados deben ser defendidos, pueden ser modificados y mejorados a través del diálogo y el poder popular. Argentina, como decían en mi escuela primaria, nunca ató su bandera al carro triunfal de ningún vencedor, que es lo que nos parece ver ante la genuflexión de este gobierno de alcahuetes.

Lo sabemos: perdimos, porque gobernamos mal y punto, después de Macri y la pandemia dejamos huérfano al pueblo y sin horizontes.

Es hora de aceptar que siempre de la mano de los postergados y humillados vino la posibilidad de recuperar a nuestra patria. Por eso deben ser los primeros en beneficiarse cuando derrotemos a las fuerzas del cielo en una batalla terrenal y política.

Hoy, la rebeldía debe ser la  vocación por sumar a un gran frente que luche por nuestra libertad, la que nunca pudimos tener y sabemos que quiere decir eso en la boca de Charly, ¿no?