Pocas veces la historia de un escritor y su terruño natal fue tan importante como para transformarse, primero en un libro, y más tarde en un suceso que terminaría por catapultar a su autor en término de consideraciones mundiales. Así fue lo construido por Manuel Puig con sus dos primeras novelas –La traición de Rita Hayworth y Boquitas pintadas, editadas originalmente en 1968 y 1969 respectivamente– en las que dejaba por sentado cómo se vivía en General Villegas, su pueblo de origen y cuna de amores, odios y prejuicios por partes iguales.
Sabido es que semejantes relatos pusieron a la vida de ese pueblo chico –que en sus obras fue rebautizado como Coronel Vallejos– en la mira del mundo, pero también tomaron relevancia sus habitantes, más allá de los nombres ficcionados elegidos por el autor para referirse a cada uno de ellos. Para el director Carlos Castro, nacido y criado en ese rincón de la provincia de Buenos Aires, esa parte de la vida de Puig era tan atractiva que resultó inevitable abordarla para llevarla al cine.
Así nació Regreso a Coronel Vallejos, el documental que llegó a los cines este último jueves y que da cuenta de mucho de lo desatado en el pueblo con los libros de Puig. El film contiene relatos de sus habitantes, material de archivo nada o poco conocido hasta el momento y la presencia de Patricia Bargero (una bibliotecaria villeguense que vive en una casa que habitó el autor durante su niñez y a la que varios llaman «la viuda de Puig») que actúa como guía en el recorrido que propone el film. «Estrenar una película en la Argentina es como un milagro o al menos representa algo similar a una fiesta, sobre todo teniendo en cuenta todo lo que se vive en el país. Soy de Villegas y hacía mucho tiempo que quería dar a conocer la historia de Puig con su pueblo por medio del cine. En un principio pensé en hacer una biografía, pero rápidamente caí en cuenta que no sería posible, porque primero debía ser una especie de serie, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de lugares en los que habitó. Más tarde tomé conciencia de que en términos económicos sería muy caro de bancar, así que debía buscar una alternativa. Lo de un documental me pareció lo mejor, pero haciéndolo in situ. Desde muy chico escuché cientos de historias sobre Manuel y lo que generó en el pueblo, así que un día no lo dudé más. Y avancé», afirma Castro.
Formalmente el documental comenzó a rodarse en 2013 y se finalizó el año pasado. El director sostiene que «más allá de la historia, lo que me cautivó fue haber dado con la presencia de Patricia y lograr su participación me terminó por cerrar todo. Hablamos de una devota de Puig, pero vos fijate que ella nada quería saber del autor porque no lo consideraba bien. Sin embargo comienza a leerlo después de un accidente y se vuelve fanática, al punto de comprar una casa donde vivió, pero también se transformó en una erudita de su obra. Todas esas cosas parecieron encajar a la perfección para el guión final y de esa forma trasladar los encontronazos que generó la obra escrita por Manuel».
Pero si hay algo que resalta en Regreso a Coronel Vallejos es el día a día de las costumbres sociales del pueblo en el que Puig vivió. De alguna forma, lo que también queda bien explícito en pantalla es el dolor que todavía persiste en ciertos habitantes. «Muchas personas ya no hablan del tema como se habló en el pasado. Es cierto que pasó mucho tiempo, pero en su momento despertó muchas conversaciones encendidas entre los que vivían en el pueblo. Sin embargo, para los implicados o las personas que descienden de ellos, todavía es algo muy recordado. Lo que molestó mucho en la comunidad fue que Puig los pusiera al descubierto a ellos y a sus prácticas, mucho más en esos años de conservadurismo bien rancio. Después, como en cualquier pueblo del interior del país, no les gustó que se desparrame lo que pasaba. Entonces, mostrar todo eso en una película es ir en contra de prácticas muy arraigadas al fachismo pero también de los desprotegidos. En esos pueblos todo se configura a partir del mundo rural, que es muy distinto al mundo industrial de la ciudad donde nadie se conoce. En ese mundo del interior hay jerarquías diferentes, y a eso lo sigue encabezando el macho. Pero cuando proyectamos la película en el mismo cine donde Manuel iba con su madre a ver películas a todo el mundo le gustó. Se ve entonces que algunas cosas finalmente cambiaron», concluye Castro. «
El documental en los tiempos del cólera
Para un cineasta como Carlos Castro, que cuenta con un gran camino recorrido en el mundo de los documentales, Regreso a Coronel Vallejos significó la posibilidad no sólo de dar a conocer las aristas menos conocidas de su pueblo, sino también concluir un proyecto que sufrió postergaciones de raíz económica. Para solventar su pasión, Castro da clases en las universidades de La Plata y Quilmes, y fueron esos trabajos como docente los que le permitieron dirigir y guionar documentales donde lo social siempre está presente, entre ellos Abierto por quiebra (2004), Alicia y John, el peronismo olvidado (2009) y Jauretche en pantalones cortos (2015), entre otros.
Más allá del recorrido que Regreso a Coronel Vallejos hizo en el terreno de los festivales, fue el primer premio otorgado por el Fondo Nacional de las Artes lo que le permitió hacer realidad el film. Consultado sobre las eternas dificultades económicas que afectan al cine argentino, Castro ofrece una visión concreta sobre todo lo que afecta al sector: «En nuestro país hacer este tipo de cine es algo más que difícil. Digamos que el documental es como el crimen, no paga. Entonces, el que decide seguir el camino del documental o transformarse en documentalista debe tener en cuenta que para esto hay que trabajar de otra cosa. Hoy en la Argentina es muy difícil hacer cine documental por el contexto político en el que vivimos. Hoy es más difícil estrenar una película que hacerla», concluye.