«¿Así que sos arquero? Atajate esta.» Claudio Tamburrini escuchó ese latiguillo que anunciaba una golpiza reiteradas veces durante sus 120 días de cautiverio en la Mansión Seré, uno de los más de 400 centros clandestinos que funcionaron durante la última dictadura cívico-militar. A fines de 1977, Tamburrini era arquero de Almagro, estudiante de Filosofía y militante del Partido Comunista. Escapó en una fuga cinematográfica (Crónica de una fuga, de Adrián Caetano). Después de un año en la clandestinidad, salió a Brasil y, desde ahí, se fue a Suecia. En el exilio, se graduó en la Facultad de Filosofía de Estocolmo, donde unió los dilemas éticos con el fútbol. Algunos de ellos los expuso en su libro ¿La Mano de Dios? Una visión distinta del deporte (2001). Por ejemplo, ¿por qué debería prohibirse el doping? Esa pregunta puede retomarse luego de los casos de doping positivo de los jugadores de River Camilo Mayada y Lucas Martínez Quarta. «Es una prohibición tan aceptada que a la mayoría no le interesa escuchar una opinión divergente dice Tamburrini. Si se haciera una consulta solo un 20% de la afición estaría de acuerdo con que se levante la prohibición.
¿Y cuál es tu posición?
Después de años de escribir, debatir, justificar, tender hipótesis y recibir respuestas llegué la posición de que la prohibición del dopaje es irrazonable, que debe ser abolida. Empecé a ver los argumentos a favor y los analicé críticamente. En general, son tres los argumentos: el primero, que el dopaje es nocivo para la salud; el segundo, que consigue una ventaja injusta sobre el que se dopa; y el tercero, que doparse es contrario al espíritu deportivo. Son refutables.
¿Por qué son refutables?
La prohibición del dopaje es probable que incremente los efectos nocivos para la salud, como toda práctica que se hace oculta e ilegal. Obligan a que se haga de manera menos segura, con menos recursos médicos, con mayores riesgos de salud. Si quieren preservar la salud de los atletas, podrían permitir cierto nivel de dopaje bajo estricto control médico para que no haya lesiones graves. Y está el argumento filosófico de la autonomía individual. Un corresponsal de guerra va a la primera línea de fuego para sacar la mejor foto y nadie le cuestiona que esté arriesgando la vida. Más o menos conscientemente, acepta los riesgos de la profesión. En el deporte no: se intenta, casi de manera paternalista, que el atleta no decida por él mismo los riesgos que quiere correr. La ventaja de quien se dopa también la discuto. ¿Qué significa una ventaja injusta? Si hablamos de factores económicos sociales o políticos, hay países más adelantados en la técnica deportiva, en los medios y los recursos, que pueden invertir en la producción de atletas exitosos. Esa es una inequidad en las chances deportivas. A los atletas de los países menos favorecidos, entonces, les deberían permitir doparse para equiparar las condiciones.
No suena muy deportivo.
En el deporte, el atleta más exitoso no es el que más se sacrifica, el que más entrena, el que más trabaja. Esa es la última pieza de un rompecabezas que hace que un atleta llegue a ser una estrella del deporte. Lo que está en la base, es la lotería genética. Si naciste con los genes adecuados para una disciplina, y te entrenás, te cuidás y no dilapidás tu material genético, vas a brillar en esa disciplina. En ese punto de vista, es injusto que haya atletas que nazcan con una superioridad evidente sobre otros. Así, el dopaje sería una manera de equiparar a aquellos que no nacieron tan favorecidos como aquellos que se sacaron la lotería genética. En cuanto al espíritu del deporte, pienso que en general se lo interpreta como competir por medios naturales. Hasta 1920, estaba prohibido entrenar. El atleta debía competir como lo ha hecho la naturaleza, con sus condiciones y solamente a través de sus condiciones naturales. Una discusión que se asemeja a la que se da hoy en el dopaje. Sin embargo, subsiste ese mito, esa idea errónea de que el mejor atleta es aquel que no necesita entrenarse sino que supera a los demás por sus condiciones naturales. Esa es una confusión de paradigmas deportivos: se está partiendo del paradigma del deporte de recreación, de diversión, y el dopaje se produce fundamentalmente en el deporte de elite, que son dos fenómenos distintos.
En el caso de los cuatro jugadores argentinos que dieron positivo por diuréticos en este año fue, al parecer, por un suplemento que ingirieron por orden médica sin saber qué era.
La prohibición lleva a que la práctica se haga sin el conocimiento de ellos. Como está prohibido no se les puede abrir el juego, aunque habrá algunos jugadores que acepten ese riesgo de manera más consciente. Muy probablemente a algunos de esos jugadores les han dado esto sin que se enteraran. Esos son los efectos de una práctica prohibida, que se hace oscuramente y sin control. Así, quien se dopa tiene menos posibilidades de decidir.
A un año de organizar el Mundial, se conoció que Rusia tuvo durante el Mundial de Brasil 2014 casos de dopaje masivo. ¿Cuál es la postura del doping libre en estos casos?
Hay indicios claros, que podrían convertirse en pruebas en el futuro inmediato, de que ha sido una práctica implementada por el Estado. No han sido casos de atletas individuales. El dopaje masivo implementado desde el Estado se ha dado históricamente en países no democráticos. El ejemplo clásico es Alemania del Este. Se habló mucho de China hasta hace algunos años y ahora se habla de Rusia. Ahí ya no es la decisión de una persona de correr riesgos y aceptarlos para su salud en función de una inversión profesional. Posiblemente estamos viendo es al individuo cohesionado por el aparato estatal, con peligro de que se dope. Es un antecedente peligroso. Si yo subordino un proyecto deportivo en función de un proyecto político, ¿con qué fundamento me puedo oponer a lo que pasó en Berlín ’36 y la subordinación del proyecto deportivo al proyecto político Nazi? Ahí está más claro que era algo negativo. Pero en la política, en general, siempre juegan los grises. El deporte debe tener una dimensión social y política y la debe expresar en forma clara porque la tiene. Pero hay que cuidarse de usar el deporte en función de un proyecto político.