“Reutilización de botellas viejas. Pedir prestados suministros y equipos en lugar de comprarlos. Analizar datos antiguos en lugar de recopilar nuevos. Estas son sólo algunas de las estrategias que los científicos argentinos están utilizando para seguir trabajando frente a una de las crisis de financiamiento más severas que jamás hayan experimentado”.

Así comienza la nota que acaba de publicar la prestigiosa revista Science para dar cuenta de la situación que atraviesa la ciencia argentina bajo el gobierno de Javier Milei, entre drásticos recortes de presupuesto e incertidumbre sobre cómo seguir.

“Las vías (de financiamiento) están cerradas. Nunca ha sido tan extremo”, dijo a Science Galo Soler Illia, nanobioquímico de la Universidad Nacional de San Martín y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET). Como consignó Tiempo, según un informe del Grupo EPC-CIICTI, hasta el momento el presupuesto de ciencia tiene una caída del 37% respecto al 2023.

El artículo de Science también cita a la ecologista Victoria Werenkraut, quien graficó la crisis con un dato: tuvo que convertir botellas de agua en jaulas de cría para los insectos que estudia, en lugar de comprar nuevos contenedores.

Investigadora del INIBIOMA -dependiente del CONICET y la Universidad Nacional del Comahue- Werenkraut ganó hace dos años una beca para estudiar el impacto de una especie invasora de mariquita en las poblaciones nativas. Este año aún no recibió su pago anual (de aproximadamente 637.000 pesos) y su laboratorio comenzó a recolectar grandes botellas de agua y a hacerles agujeros para convertirlas en ‘hoteles’ de mariquitas. Destinar tiempo a eso implica “mucho menos tiempo para investigar y escribir artículos”.

En la misma línea se pronunció Soler Illia, quien contó cómo se las arregla para reciclar recursos y continuar su investigación con nanomateriales. “Si necesito un reactivo para una reacción química, comprarlo nuevo suele ser demasiado caro y lento de importar. En lugar de eso, uso un reactivo de un proyecto anterior, aunque tenga cinco años”. La decisión no es inocua: significa una ciencia más lenta, advirtió, porque puede llevar una semana purificar el reactivo reciclado.

Soler Illia tampoco recibió la financiación este año de una subvención que ya ganó. El mismo panorama viven otros científicos y científicas con proyectos que ya estaban en curso y financiamientos ya designados, que no están siendo entregados.

El llamado a la presentación de proyectos PICT2023 ya fue prorrogado en tres oportunidades, mientras siguen congelados los fondos de ediciones anteriores, con proyectos aún vigentes. Cuando se conoció la tercera prórroga, semanas atrás, Valeria Levi –vicedecana de Exactas en la UBA y referente de la Red Argentina de Autoridades de Institutos de Ciencia y Tecnología (RAICYT)- decía a Tiempo que “la mayoría de los proyectos científicos de la Argentina son financiados con fondos de la Agencia I+D+i. Desde que asumió el nuevo gobierno, por un lado se paralizó la ejecución de fondos correspondientes a proyectos vigentes. Y por otro lado había que llamar a la convocatoria 2023, que va por la tercera prórroga y no se están cumpliendo los cronogramas habituales. Alguna vez había pasado que se demoraran los llamados de nuevos fondos, pero que los subsidios vigentes no se otorguen nunca había pasado”.

“El desembolso de los fondos está en un proceso de redeterminación”, argumentó un vocero de la Agencia a revista Science.

Proyectos en riesgo

La publicación citó entre otros el caso del equipo dirigido por el nanobiotecnólogo Jorge Montanari, que planeaba colaborar en un proyecto con la Universidad Paris-Saclay de Francia, pero la falta de respuesta de las autoridades argentinas puso en respuesta la participación del país en esa iniciativa. Se resolvió mediante el aporte de financiamiento francés.

La experiencia del biólogo Mariano Morales, que estudia los cambios hidroclimáticos en América del Sur, también da cuenta del impacto de la falta de fondos en el desarrollo científico. En su caso, trabajar con datos previamente recolectados en lugar de salir a generar nuevos. Integra el Instituto Argentino de Investigaciones en Nieve, Glaciología y Ciencias Ambientales, un instituto del CONICET en la provincia de Mendoza. Solía disponer de siete camionetas para el trabajo de campo, pero ahora sólo puede utilizar dos, porque no se puede solventar el seguro de todas. “No se puede crear nada nuevo ni formar [personas], lo que debilita la línea de investigación”.

“Otra fuente de dolor cada vez mayor para los científicos argentinos es encontrar dinero para publicar sus artículos en revistas de acceso abierto, que a menudo cobran 2.000 dólares o más por artículo”, señala la revista Science. “Mi último artículo tardó casi tanto en ser aceptado como la lucha por obtener un descuento”, contó a ese medio Diego Golombek, biólogo e investigador principal del CONICET que estudia cronobiología. Y añadió otro factor a los problemas de financiación: “el caos y la incertidumbre”.