Jugamos con el título de la novela del último enfant terrible de la literatura francesa. El gran Michel Houellebecq. Un escritor, inclemente y pesimista, que arriesga en sus novelas especulaciones futuristas no tan promisorias, como las nuestras, que ven al vaso medio lleno.
Parece algo pequeño, pero es un anticipo de lo que vendrá, si se sigue trabajando, con constancia y dedicación, a pesar del abandono de la Corte Suprema de Justicia. La isla de la Vuelta de Rocha, es una muestra de que las cosas cambian. No tiene grandilocuencias, es una isla artificial, la primera en agregarse a la Ciudad de Buenos Aires.
Nunca ocurrió esto, ni el mismo Le Corbusier, lo logro, ni ningún intento de Aero isla tampoco, allá por 1990. Realizada sobre unos aros de metal, donde se introdujo vegetación, la naturaleza hizo el resto. En el Museo Boquense Quinquela Martin (MBQM), se encontraron las enseñanzas, para crear paisaje en el Riachuelo, fue su inspirador y junto con ACUMAR se pusieron manos a la obra.
En el MBQM, en sus inicios, se la pensó con un borde de Pet, embaces de gaseosas reutilizadas, que fueron “quinqueleanamente” coloreadas, como delimitación de la isla. Mientras esta se realizaba, las infancias de las escuelas, fueron capacitadas en temas ambientales y artísticos. Conocieron la tremenda tradición cultural de esas orillas.
De la mano del arte, de la casa de quien supo ponerle color al barrio de grises y humos, surgió este oasis.
Un lugar donde han migrado garzas y gallaretas, vecinas de la Reserva Costanera Sur, generando un bio-corredor nuevo para el sur de la ciudad. También, algún carpincho hemos visto, en épocas pandémicas. Tortugas y cardúmenes de peces, son habitúes que hoy entran con la marea creciente del Rio de la Plata.
Un pedazo de vida empezó a crecer dentro del río contaminado, así como sus riberas reverdecieron también y se llenan de gente tomando mate, practicando aerobismo, ciclismo, o matutinas caminatas ribereñas.
Es obvio que el aire ha mejorado, la niebla se ha ido, el olor también, así como todos los fantasmagóricos barcos hundidos y las toneladas de basura flotante, como las oleosas capas de hidrocarburos, que generaban una nata que imposibilitaba ver las aguas. ¿Cómo se miden los avances de recuperación sino es viendo esto? ¿Es solo con mediciones de calidad de agua y aire?, seguro que también. Pero estos cambios son indicadores sociales y culturales, que deberían motivar a seguir a adelante para no retroceder.
Son cambios donde metió la mano en forma directa la comunidad. Son cambios animistas, que generan la posibilidad de soñar y seguir peleando por lo que se quiere. Los ingleses, además de buenos marinos, músicos y piratas, son prácticos, y se plantearon como inicio de la recuperación del Támesis, la aparición de peces. Hoy disfrutan de un río muy recuperado, pueden pescar, remar y pasear. Ya no suspenden sesiones del parlamento británico como les supo pasar por olores nauseabundos. Todavía no pueden nadar, ni consumir la pesca. Hoy al Riachuelo, lo desafía el Club Almirante Brown, que resucitara, entre otras cosas, por su voluntad social y al compás de las remadas anuales, sosteniendo estoica y patrióticamente su actividad, que sigue creciendo.
Entonces, hubo un museo, un club, niños, niñas, vecinos y vecinas. El barrio y su comunidad, dieron paso a la recuperación del rio. Otros, tuvieron actitudes más de seguimiento, de acicateo permanente sobre las autoridades, de denuncia. Sin dudas, todos ocupan un lugar, que tiene en vistas el mismo objetivo. Hoy podemos ver lo requerido de los circuitos turísticos tradicionales enmarcados en otro paisaje y los nuevos, hechos por vecinos de la Isla Maciel, como los del Museo Comunitario de la Isla, con sus recorridos de Pinto la isla, o la Casa del Carpintero. Se visita y disfrutan las dos orillas, para ver un mismo paisaje.
Un Paisaje emergente que se afirma, con la llegada de barcos. Ahora con turistas, una oportunidad para el barrio, que se debe una estrategia para esa actividad y el río navegable, aún. También ACUMAR, sigue con sus circuitos los circuitos de las dos orillas, así como la Ciudad de Buenos Aires, puso a disposición una embarcación para recorrer gratuitamente, el lugar. Sigue presente, Descubrir Avellaneda, el programa de turismo cultural impulsado por el municipio. Pasarón muchos años, para ver estos retoños, que parece tienen voluntad de quedase y crecer, soportando los vientos negacionistas del cambio climático. Siguen firmes, recuperando, educando, desenmascarando la mentira del: nada se hace, nada se puede hacer, las cosas se resuelven solas y a través de la una única y endiosada mano invisible del mercado, que por aquí nunca paso.
Es preciso, valorizar lo hecho, sobre estas experiencias públicas, donde se tejió una virtuosa alianza entre barrio y estado. No exenta de disputas y discusiones, como debe ser el ejercicio de la ciudadanía que despierta y se hace cargo. Ahí está la fuerza, la protección creativa y no conservadora a futuro y contra todos los males de este mundo.